Samuel Antonio Acosta fue el quinto hijo de una ronda de 6 muchachos nacidos en Los Haticos e hijos del Bachiller Ernesto Acosta y su esposa Isabel que, por cierto, murió muy joven. El viejo y viudo Ernesto era famoso por su bastón negro con mango de nácar. Hombre agradable y elegante. Su porte de alta estatura, tez blanca europea, se caracterizaba por un lunar que cubría con delicadeza el pómulo derecho de su cara. Siendo Don Ernesto bachiller de la República, sin embargo sus hijos no estudiaron suficiente. Escasamente, Samuel adelanto el 4to. Grado, igual que Ida Cira. El más joven, David Julio, fue caporal jefe en la Lago Petroleum Company muy apreciado de los musiús por los muchos años de servicio.
Samuel resultó honesto y trabajador. Tan honesto que, aunque muchos de sus amigos eran contrabandistas de cigarros, whiskey y perfumes traídos de Las Antillas Holandesas, Aruba y Curazao. Además, era depositario de la confianza de sus compañeros de vida, entre ellos, Pía Sánchez y Robinson Mañaña. Samuel nunca se alió con el contrabando. Igualmente, fue un insigne trabajador. En efecto, a las cuatro de la mañana de cada día tomaba el carrito “de a medio” que lo llevaba al mercado viejo por la Av. La Marina de Maracaibo, aproximadamente al nivel de Las Pulgas. Pues bien, a las seis de la mañana estaba, en la cocina de Dona Mirta, la bolsa con la comida del día que mandaba su marido sin malicia con los choferes de la línea de Los Haticos. Mientras tanto, los hijos de Don Samuel y Dona Mirta se instruían en el Colegio El Brillante ubicado al lado del Hato San Rafael perteneciente a Antonio Pérez, que quedaba frente a la casa donde vivía Samuel Antonio. Contiguo a su casa, manejaba una bodega famosa por lo frío de las cervezas que expendía; eran los tiempos de los botellones de la exquisita birra de la Cervecería Regional que funciona aún cerca del cerro de Los Padres. Al lado de la bodega de los Acosta, se encontraba el kiosco del cincuentón y calentón de Regumilio que vendía Cafenol, aceite Glostora, polvo Sonrisa, purgante de aceite ricino, cañafístulas, Orange Crush y víveres menores.
Samuel compraba los cueros frescos de res, chivos, cabras y ovejas que llegaban desde el Central Venezuela y Bobures en las goletas, piraguas y otras embarcaciones. Igual se compraba a las consignaciones, entre ellas, a Luis Rodolfo Machado. Luego, las curtían y se usaban para la fabricación de zapatos incluyendo el calzado de gamuza regularmente trabajado en blanco y confeccionados para bebés y niños.
Así, el trabajo, la constancia y la dedicación dieron sus frutos a Samuel Antonio y, a la larga, se hizo de una tenería o curtiembre de suelas y especies que llamó Tenería El Carmen en honor a su virgen predilecta. Esta tenería o fábrica de pieles en sociedad con su primo Rafael Acosta, estaba ubicada al fondo del colegio El Brillante o mejor, atrás del trío de quintas Turiamo, Turmero y Tucacas donde hicieron y formaron sus familias los hijos del viejo Norberto Barboza que fue el pionero de los hacendados que se colocaron en Los Haticos buscando su cercanía a sus negocios en Perijá. Todavía joven, Don Samuel se trasladó a la ciudad de Maracaibo dejando en Los Haticos a sus hermanos que aún vivían juntos en la casona propiedad de Don Ernesto, muy cerca de la Jefatura Civil de Cristo de Aranza y de los hatos de Rafito Boleón y Jesús Enrique Losada; específicamente, al fondo del cuartel de la jefatura civil y al frente de la gente de Farías Paz Hnos., fabricantes del queso Palmita.
Pues bien, uno de los hijos de Don Samuel fue enviado a estudiar al Instituto Pestalozziano del bachiller Hermágoras Chávez de la calle Ciencias de Maracaibo. Este joven llego a ser Secretario de Gobierno de un estado que no era el suyo. Defendió la candidatura a una alcaldía en el oriente del país. Escribió por años interesantes artículos de opinión por los diarios El Tiempo, del Edo. Anzoátegui, y Provincia y Siglo 21, de Cumaná y sustituyó a Luis Aparicio en el shortstop cuando este se retiró del equipo amateur La Deportiva de Valle Frio propiedad de Joseíto Huerta.
Como ven, nadie sabe lo que va a pasar con su vida. En efecto, el viejo Ernesto jamás pensó que su hijo iba a ser dueño de una tenería y su hijo Samuel nunca creyó que viviría en Maracaibo. Mejor aún, ninguno de los dos esperaba que hijo y nieto formara gobierno en un estado del país y mucho menos que conocerían al junior Luis Aparicio.
DC / Luis Acosta / Artículista