En estos tiempos en los cuales la valoración personal y el amor propio son la “medicina” recomendada por psicólogos y coaches para vivir una vida mejor, es necesario establecer la diferencia entre la sana autoestima y pasarse de la raya creyendo que el egoísmo sin límites está justificado.
Sin embargo, los expertos explican que el ego no es solamente ser pedantes: también victimizarse, tratar de manipular a otros y, por supuesto, usarlos para los propios fines son formas de creer que se es más importante que el resto y que sus caprichos y necesidades están por encima de los demás.
“El ego es peligroso. En su concepto etimológico y psicológico, el ego es el yo. En terapia, el ego es sano cuando se trata de amor propio y el deseo de superación personal, pero es peligroso cuando se pasa esta línea y se convierte en una apreciación desmesurada de quien uno es”, explica la psicóloga Carolina Díaz.
¿Conoce a ese colega que se pavonea como el colaborador más importante a quien los demás deben ayudar? ¿Ha visto a ese empresario que considera que sus fines son lo más importante y no tiene en cuenta a sus socios y trabajadores? ¿Ha oído de ese esposo o esposa que piensa que el matrimonio es solo un negocio y tiene derecho a mentir y engañar si lo beneficia? ¿Conoce, incluso, a ese joven estudiante que lo soluciona todo con dinero y que si no lo consigue, manipula?
Diferencias entre el ego y la autoestima
El sentimiento de autoestima y valoración personal tiene más que ver con el reconocimiento interior de sus propias capacidades y habilidades, mientras que el ego está más relacionado con el miedo y la ansiedad que nos provocan algunas personas o situaciones, por eso tenemos que sacar a relucir de manera desproporcionada nuestras habilidades y capacidades, explica el psicólogo Germán Barón.
Para la psicóloga Patricia Díaz, la autoestima tiene que ver con la confianza en que podrá resolver los conflictos, pero eso no significa que no escuche otras opiniones o cuente con las sugerencias de las personas a las cuales afecta la situación. Una persona egocéntrica no acepta nada más que su propia visión sobre las situaciones.
El psicólogo Germán Barón explica que cuando una persona es egocéntrica, por lo general no reconoce sus errores y si lo hace, tiene que devolverle las falencias a quien le hace caer en cuenta de que se equivocó. Por su parte, una persona con una autoestima saludable reconoce sus errores sin tener que utilizar el argumento de atacar al otro.
Precisamente, una persona con un ego desbordado siempre está a la defensiva: cualquier palabra es un insulto a su persona y su forma de reaccionar es con molestia, según explica la psicóloga Patricia Díaz. A cambio, una persona con una autoestima fuerte no se percata de si lo han insultado o no, no se siente atacado puesto que sabe quién es y su bases sólidas sobre su personalidad le permiten seguir adelante.
P.