El escritor Alexander Serioguin, el supuesto hijo ruso del histórico líder de Cuba, Fidel Castro, prepara en Moscú su propia revolución: “Resucitar y digitalizar la conciencia de todos los seres humanos que habitaron alguna vez la Tierra”. “Siempre me he sentido diferente. No sólo por mi aspecto físico, que nada tiene que ver con los rasgos eslavos de mis padres. También de pensamiento. Tengo un agudizado sentido de la justicia, como el que siempre tuvo Fidel”. EFE
Asegura que su empeño en “salvar al mundo y a la humanidad” le viene de su verdadero padre, en el que ve un modelo a seguir y las raíces de sus poco convencionales ideas. Vestido con una elegante guerrera negra sobre la que destaca un pin con la bandera cubana, Serioguin reside en su casa de campo en la elitista Barvija, en una zona de las afueras de Moscú donde se encuentra la residencia del presidente ruso, Vladímir Putin.
“Este terreno se lo dieron a mi madre cuando volvimos de Cuba. Era agente del KGB que había trabajado en Zavídovo (una residencia de campo del Kremlin). Ahí conoció a Fidel, cuando este viajó por primera vez a la URSS, y nueve meses después nací yo”, cuenta. Se declara creyente, pero también revolucionario y comunista, como demuestra su amistad con muchos dirigentes actuales del Partido Comunista de Rusia y su presencia este martes en la tribuna que presidía las celebraciones del centenario de la Revolución Bolchevique de 1917.
“A los comunistas me une su experiencia para poner en marcha grandes proyectos universales. Lenin tenía una visión del mundo. Y yo me veo prácticamente como un nuevo Lenin, porque tengo un proyecto global para toda la humanidad”, argumenta la contradicción.
Con fórmula matemática en mano (creada, según él, por un “matemático ruso genial”), Serioguin dice que “ya se sabe que desde el inicio de la historia de la humanidad han vivido en el planeta 810.000 millones de personas”, y asegura que su objetivo es “volver a reunir sus almas en un templo digital”.
Dice que mantiene en activo los perfiles en las redes sociales de sus amigos muertos, y añade con gesto serio: “Hablo con ellos, les envío mis fotos y les felicito por sus cumpleaños, porque estoy seguro de que van a volver”.
A Fidel lo vio tres veces: la primera en la URSS, cuando el mandatario cubano visitó en 1972 su casa familiar en la ciudad rusa de Vorónezh (a unos 500 kilómetros de Moscú); y las otras dos en Cuba, adonde fueron enviados a trabajar sus padres y dónde pasó cinco años de su adolescencia.
Desde entonces, y sobre todo después de las confesiones de su madre, dice estar “absolutamente seguro” de que es hijo de Fidel Castro, y su deseo es corroborarlo mediante un análisis comparativo de ADN, pero se queja de que su supuesta familia no quiere saber nada de él.
EFE.