Una serie de estudios científicos puede revelar por qué al público le gusta ciertos movimientos de baile más que otros y sugieren que los bailarines son más sensibles, emocionalmente hablando, que el resto de nosotros. Los resultados también pueden señalar un papel que las artes pueden desempeñar en el entrenamiento de la empatía.
La gente se emociona cuando una bailarina mueve su pierna haciendo un movimiento parecido al de una vela moviéndose con el viento. Este tipo de movimiento se puede encontrar en casi cualquier ballet, desde El Lago de los Cisnes o El Cascanueces hasta obras más contemporáneas.
Pero, ¿qué pasa con la pose que ha atraído a coreógrafos y audiencias a través de los años? ¿El placer del espectador se debe a la música que le acompaña, a la historia contada a través del baile o simplemente a la forma del cuerpo de la bailarina?
Un estudio utilizó clips de video con imágenes muy breves, silenciosas y en blanco y negro. Sin un contexto, más allá de las formas de los cuerpos en movimiento, los investigadores pidieron a los participantes que calificasen su respuesta emocional, si les gustaban o no les gustaban los movimientos, o los encontraban felices o tristes. Los participantes clasificaron los videoclips que contenían los movimientos redondeados, como el arabesco curvado hacia arriba, como significativamente más positivos que los clips con movimientos más agudos y nerviosos.
Ambos grupos «leían» las emociones de los clips de ballet de forma correcta pero solo los bailarines profesionales tenían reacciones mucho más fuertes en relación al contenido emocional.
¿Pero no es eso lo que esperaríamos de aquellos que tienen experiencia en lo que están viendo? Ese es precisamente el punto. La evidencia sugiere que el entrenamiento en estas expresiones físicas hizo a los bailarines más sensibles a ellos. Esto indica un potencial interesante, que los mecanismos neurocognitivos que hacen las personas más sensibles puedan ser entrenadas.
¿Simplemente viendo danza uno podría desarrollar una mayor sensibilidad emocional? ¿O hay que entrenar como un bailarín? «Esa es la cuestión empírica», responde ella. «¿Es la empatía un músculo que hay que entrenar? No lo sabemos pero hay razones empíricas para creer que el entrenamiento podría ser una opción, pero como científicos no se nos permite ser creyentes, tenemos que ser escépticos y probar todas las cosas posibles», explica.
«Los programas generales de capacitación en empatía todavía no están mostrando resultados. Tal vez porque el mecanismo no se entiende realmente», justifica. Actividades como el yoga y la meditación «tienen algunos efectos, pero es difícil confiar plenamente en ellos». En cualquier caso, la evidencia en estos estudios «sugiere un intrigante potencial de la danza».
DC/NP