Giannis Antetokounmpo, el príncipe heredero

Giannis Antetokounmpo está parado en una de las calles del barrio de Sepolia, a sólo un par de kilómetros de Atenas, e intenta vender carteras y lentes de sol a los transeúntes que pasan a su lado. Tiene sólo 12 años. Pese a sus brazos espigados y su delgadez extrema, es invisible para los europeos. Nadie sabe su pasado, nadie conoce su presente, nadie se pregunta por su futuro.

La vida de los inmigrantes africanos en el viejo continente es repetitiva, dolorosa, angustiante. Pero, como sucede a menudo, la crueldad del mundo adulto suele silenciar las preguntas humanistas más evidentes.

Antetokounmpo espera apostado en una silla raída que no logra cobijar su inmensidad ni apaciguar su dolor. Al frente, una manta negra con artículos brillosos sirven para captar la atención de cazadores de baratijas. Son historias de desarraigo, de esperanzas apretujadas, de corazones sufrientes. Los relojes que tiene a la venta sirven para ver pasar las horas, que se hacen interminables. Mientras tanto, el joven divaga utopías propias de la república de Platón. Sueños de una vida mejor, de familias unidas, de esperanzas construidas con ingredientes de realidad. Conexiones mentales absurdas para escapar de un orden establecido que él no eligió.

Sin embargo, entre tanta escasez y cuestionamientos, Giannis sabe que hay algo positivo: esa vida nómade, de familia, de unión, lo fortaleció. «Si pudiera regresar y volver a vivir esos momentos, si pudiera apretar un botón y volver, definitivamente lo haría. Fue muy duro, pero cuando miro atrás, también veo lo positivo. Estábamos en un auto, hacíamos viajes, con mi papá, mi mamá, mis hermanos. Abrazados, disfrutando y sufriendo juntos, como familia. Esa es la razón por la que soy tan apegado con mis hermanos», le dijo Antetokounmpo a Sports Illustrated.

Griego de nacimiento, Giannis tiene sus raíces en la ciudad de Lagos, Nigeria. Sus padres llegaron a Atenas en 1991, tres años antes su nacimiento, e inmediatamente se convirtieron en desempleados. Antetokounmpo empezó a utilizar el básquetbol como válvula de escape a la edad de 13 años, cuando se acercó por primera vez al deporte, y su escalera ascendente sin igual le permitió disfrazar el dolor de ver cómo sus padres dejaban en Lagos a Francis, el primero de sus hermanos, junto a sus abuelos en busca de una vida mejor. O de soportar la angustia de ser un indocumentado hasta los 18 años.

«No teníamos las mismas oportunidades que otros chicos. No tuve pasaporte griego hasta mi mayoría de edad. No teníamos la oportunidad de ser quienes queríamos ser por ese pedazo de papel».

Esta es una de las grandes historias de transformación de dolor en alegría, de escasez en abundancia, de ignominia en popularidad.

«Mis padres eran ilegales y por esa razón no podían confiar en nadie. Siempre estaban nerviosos, pensaban que los vecinos podían decir ‘esta gente hace mucho ruido, estos chicos hacen mucho ruido’. Si la policía nos golpeaba la puerta y nos pedía papeles, eso hubiese sido el final. Así de simple. Por eso soy un poco cerrado, me tomó 21 años ganar valor para invitar a una chica a salir y que conozca mis amigos. Es la manera de ser que construí».

Giannis Antetokounmpo comenzó a competir a los 15 años en el equipo local de Filathlitikos, y tras promediar 9.5 puntos y 5 rebotes por encuentro en la segunda división del básquetbol griego, firmó un acuerdo de cuatro temporadas con CAI Zaragoza, pero terminó declinándose por la NBA tras ser elegido por los Milwaukee Bucks en el puesto 15 del Draft de 2013, en uno de los «robos» más grandes de la historia de las elecciones.

Sin exagerar, Antetokounmpo tiene el talento suficiente para competir por el puesto al jugador más determinante de la historia del básquetbol: un alero de 2.11 metros de altura que puede hacer absolutamente todo, a una velocidad ridícula, contra los talentos más importantes del planeta tierra. La versión por excelencia de los jugadores imposibles. Demasiado alto para jugar contra pequeños, demasiado rápido para jugar contra grandes.»Milwaukee es un equipo de un mercado chico, pero yo lo amo. Soy un jugador competitivo y obsesivo en mis metas. Me he puesto como objetivo llevar a los Bucks a lo más alto. Espero que algún día pueda lograrlo».

ESPN

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