Un pueblo que no proteste las injusticias y que no reclame sus derechos es un pueblo que ha perdido su dignidad y está incapacitado para alcanzar cualquier tipo de logro. Así lo haga mal, así se equivoquen, así sean derrotados, es necesario enfrentar los problemas con la lucha diaria. El valor y la constancia darán la experiencia necesaria y con ella se coronará la victoria. Esta conducta siempre será loable.
Pero esa reiterada capacidad de quejarnos solamente, es un mal síntoma. Eso de esperar que las cosas nos sean cedidas, proporcionadas, dadas por conmiseración y no como una conquista a base de lucha, es simplemente indolencia.
La queja constante lleva implícita la poca voluntad de lucha, como también pocos deseos de ser constantes para cambiar de rumbo una situación desagradable o no deseable. Cuando la dirección de nuestros actos nos lleva sólo por el camino de las quejas, llegaremos al estancamiento. Precisamente en estos momentos, a raíz de la crisis económica, moral y política, entre otras cosas, son muchas quejas que se escuchan, pero es nula la participación para tomar cualquier iniciativa, así sea en escala mínima que contribuya a aproximarnos a una solución.
La falta de iniciativa nos ahoga aun más cuando un régimen totalitario como él actual manipula y trabaja a su antojo el inconsciente colectivo, entonces la tendencia a imitar o lo más grave la sumisión. De ahí la pobreza de conceptos, la carencia de propósitos, de objetivos por los cuales luchar, lo perverso en los métodos de lucha empleados y, en consecuencia, los resultados detestables.
En estas circunstancias es imprescindible volver sobre nosotros mismos: reconstruir el camino, tratarse propósitos totalmente nuevos, rompiendo todo tipo de esquemas y emprendiendo la lucha con constancia. Ponerse en positivo, mirar hacia adelante para transmitir confianza, entusiasmo, aun en la adversidad.
Nuestra lucha desde la nueva coalición democrática nacional e internacional debe orientarse hacia propósitos elevados, que los elementos secundarios se darán consecuencia de aquello.
Esos propósitos estarán orientados fundamentalmente a lograr una mayor ampliación de la democracia que incluya como primer orden su rescate, para disponer de una Libertad de mayor plenitud, dentro de una sociedad que se desarrollaría en un ambiente de merecida paz social; pero empecemos por reconocer nuestros propios limites en las cosas más concretas de carácter humano y universal con estas máximas:»La paz es el respecto al derecho ajeno», o también «mi libertad termina donde comienza la suya».
Solo queda hacer un llamado a nuestro pueblo, a nuestra Juventud, a esa mayoría de ciudadanos que les dijeron a los politiqueros y al Estado (Régimen) venecubanos: «Basta ya de tanto engaño» y como diría Eduardo Galeano en 1988: » Una de mis más invulnerables certidumbres, es la certidumbre de que vale pena morir por las cosas sin las cuales no vale la pena vivir».
Despertemos pues la conciencia Ciudadana y Popular también y así construyamos los cimientos de la nueva sociedad de la nueva Venezuela.
DC / Ing. José Contreras / @contrerasj402