En Singapur, la venta de chicle está prohibida por considerarse “de daño público”, ha logrado mantenerse firme y restringir su importación pese a la presión de EEUU, el gigante de la goma de mascar.
Hace una década, el chicle fue prohibido en Singapur porque causaba inconvenientes a los usuarios de transporte público por la gran cantidad de ellos que aparecían pegados en los asientos y porque aumentaba la factura gubernamental de limpieza.
“Nos mantuvimos firmes, pues no deseamos que la gente pegue chicle en el metro, en las calles o en los respaldos de las sillas. Pero cuando los negociadores de EEUU dijeron que si no lo aceptábamos el tratado tendría dificultades en el Senado, tuvimos que recapacitar”, dijo el primer ministro singapurés, Goh Chok Tong.
Finalmente el problema fue solventado gracias al ministro de Comercio e Industria, George Yeo, quien informó al equipo negociador de la existencia de una goma de mascar medicinal.
“Lo utilizamos para decirles a los estadounidenses que si bien no podíamos levantar la prohibición del chicle habitual, permitiríamos el dedicado con fines medicinales”, añadió Goh.
La firmeza del Gobierno singapurés a la hora de limitar la importación de goma de mascar fue celebrada por varios sectores de la ciudad-estado, donde la histórica prohibición de la venta de chicle ha contribuido a otorgar al territorio una merecida fama de limpieza.
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