Un estudio de la Universidad de Colorado divulgado este 27 de noviembre refuta que el autismo esté entre las principales razones de riesgo de heridas moderadamente serias entre menores de cinco años y considera que sí lo están, por el contrario, el déficit de atención y la hiperactividad.
Tras analizar los casos de 2 mil niños de todo Estados Unidos, los investigadores determinaron que, a pesar de lo que comúnmente se cree, los niños con autismo no son más propensos que quienes no padecen de esa condición a sufrir de heridas que requieran atención médica, es decir, visitas a salas de emergencia u hospitalización.
A la vez, ese tipo de heridas resulta habitual entre niños con el desorden de déficit de atención e hiperactividad (ADHD, por sus siglas en inglés).
Aparentemente, según los investigadores, el hecho que un 30 % de niños con autismo también padecen de ADHD habría llevado a la errónea conclusión sobre la conexión entre riesgo de heridas infantiles y autismo.
Las investigaciones se basaron en datos de unos 6 mil niños compilados durante varios años para el Estudio para Explorar el Desarrollo Temprano (SEED, en inglés) del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.
«Los problemas de atención parecen contribuir al riesgo de heridas. La relación existente (entre autismo y ADHD) puede explicar por qué algunos estudios encontraron un riesgo más alto de heridas en niños con autismo», indicó Carolyn DiGuiseppi, supervisora del nuevo estudio y profesora de epidemiología y pediatría en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Colorado en Denver.
Específicamente, DiGuiseppi y sus colaboradores de otras universidades analizaron reportes incluidos en SEED de información provista por adultos a cargo de niños de edades entre 30 y 68 meses que sufrieron heridas que necesitaron atención médica.
Algunos de esos niños tienen autismo, otros padecen de desórdenes de desarrollo y otros fueron agrupados como «población en general».
El análisis de los datos sobre las circunstancias en que resultaron heridos permitió establecer que el 32,3 % de los niños con autismo se había lesionado en comparación con el 30,2 % de niños en la población en general y con el 27,8 % de niños con otros desórdenes.
Pero al tener en cuenta otros elementos, como el contexto socio-demográfico, la salud, el coeficiente intelectual y las diferencias de conducta de los menores, los investigadores concluyeron que «las probabilidades de heridas en los casos de niños con autismo, aunque significativamente más altas que las del grupo de control de niños con otros desórdenes, son similares a las de los niños de la población en general».
En definitiva, no sería el autismo, sino otros factores, como el nivel de educación de los padres, la calidad de los cuidados maternales, los ingresos de la familia, problemas de conducta infantil o ciertas enfermedades los que generarían el riesgo de heridas.
Pero, según los investigadores, esa conclusión, aunque sólida y basada en datos oficiales, deben considerarse como provisional, porque no explica las razones por las que niños con otros desórdenes de desarrollo son menos propensos a lastimarse que niños con autismo ni tampoco tiene en cuenta el hecho que un número indeterminado de heridas infantiles nunca se reportan.
DiGuiseppi cree que una posible explicación de las diferencias en el riesgo de heridas entre niños autistas y niños con otros desórdenes es que los que tienen autismo gozan de mayor movilidad que los niños con problemas de desarrollo que incluyen incapacidades físicas.
Y la razón por la que los padres de niños con autismo prefieren no reportar las heridas de sus hijos es que las salas de emergencia de los hospitales «son caóticas y ruidosas», es decir, un ámbito poco propicio para niños autistas.
LV