«Era una mañana normal, estábamos trabajando cuando a eso de las 10:30 se acercó la secretaria a informarme que una puerta se había apretado. Al rato que la sacan, se encuentran que había un hueco en el piso», recuerda Mariuxi Cango, directora de la escuela de La Inmaculada Fe y Alegría.
Ocurrió el 26 de octubre de 2016 y esta escuela zarumeña se preparaba para festejar sus 101 años de fundación en tan solo cuatro días. El edificio centenario jamás cumpliría 102.
La noticia corrió entonces por toda Zaruma, ciudad patrimonio del Ecuador desde 1990 y candidata a patrimonio cultural de la humanidad en la UNESCO desde 1998: debajo de un aula del antiguo edificio de las hermanas de la caridad había un socavón.
«En el aula cercana estaban trabajando en ese momento 37 niños más una docente. Fue un milagro de la virgen que la puerta fuera un llamado de atención y no pase que se desfonde el piso, porque entonces hubiésemos estado lamentando vidas», añade Cango.
Las maestras y los 260 alumnos fueron evacuados a un colegio nocturno y luego a otra institución educativa donde se encuentran hasta la fecha. La directora aún no lo puede creer.»Yo nunca imaginé que íbamos a perder la escuela. Supuestamente a mediados de septiembre de 2017 íbamos a regresar. Pero el 21 de agosto de este año me llaman y me dicen que los demás bloques se habían afectado, había fisuras en los pisos y las paredes».
Para entender la herida que ha dejado el derrumbe de esta escuela en Zaruma hay que subir al cerro más cercano, el del Calvario, donde un Jesús pálido cierra los ojos ante el hueco que ha quedado en el centro de la ciudad.El espacio vacío parece un cráter dejado por un meteorito, pero es todo lo contrario: la destrucción de La Inmaculada no llegó de arriba, sino que se gestó desde abajo.
Aunque el nombre Zaruma proviene de dos voces quechua —sara (maíz) y uma (cabeza)— no es la agricultura sino el oro lo que se ha explotado en esta región de Ecuador antes de que el mismo Ecuador existiera.Debajo del casco urbano corren 67 kilómetros de galerías subterráneas dejadas por la minería.Un «queso gruyere» según las palabras de un funcionario ecuatoriano. Una de esas galerías provocó el socavón que ejecutó a la escuela.
Lo ocurrido en La Inmaculada llevó al presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, a decretar el pasado 14 de septiembre el estado de excepción por 60 días que prohibió realizar actividades mineras en una extensión de 960 hectáreas en el cantón Zaruma y su cantón vecino, Portovelo.
Pero debajo de Zaruma estaba vetada la minería desde 1993, año en que se decretó una zona de exclusión de 70 hectáreas que para fines de 2016 —tras el socavón en la escuela— se había ampliado a más de 170.
Los vecinos de la escuela llevan años denunciando que no se respeta la zona de exclusión destinada a proteger la existencia de una de las ciudades más hermosas del país, cuyas calles suben y bajan entre coloridos edificios coloniales, reproduciendo sobre la superficie el subir y bajar de los túneles subterráneos que las amenazan.
«Yo tengo aquí un oficio que se envió el primero de marzo de 2013 en el cual manifestamos que se escuchaban detonaciones mineras diariamente«, dice la abogada Viviana Fernández, quien se reunió con el presidente Moreno antes de la declaratoria de la excepción.»Los ministerios de Minas y de Ambiente, la Secretaría de Aguas, los concejales y el alcalde de turno, todos sabían lo que estaba pasando en Zaruma».
El alcalde de Zaruma, Jhansy López, responde que en 2014 el municipio presentó una denuncia en la fiscalía para que se investigara la actividad minera ilegal debajo del casco histórico de la ciudad.»Lamentablemente, ni la Justicia ni los organismos de control pudieron determinar responsables», afirma.
Descendiente de mineros, López dice que todos escuchaban las detonaciones bajo el subsuelo de Zaruma menos Agencia de Regulación y Control Minero que depende del Ministerio de Minas (ARCOM).»Hasta que tuvo que suceder lo de la escuela para que el gobierno aceptara que había una actividad minera ilegal e irresponsable bajo Zaruma y se tomaran medidas», asegura.
«Lo ocurrido en la escuela es un ataque criminal que sólo puede ser comparado con el terrorismo, han querido matarnos, han querido destruir nuestro hogar, nuestra ciudad», añade la concejal Roxana Espinosa.
Ella promovió dentro del concejo cantonal una moción para declarar persona no grata a la directora ejecutiva de ARCOM y al ministro de Minas.Desde la capital ecuatoriana, Quito, el ministro José Córdova le dice por teléfono a BBC Mundo que todos corren con parte de la responsabilidad.
En Zaruma la minería se practica desde antes de la llegada de los españoles (que llegaron, justamente, siguiendo las pequeñas partículas de oro en las arenas de los ríos).Los indígenas precolombinos explotaban el metal para adornos en sus vestimentas, ofrendas y rituales.
Fernando Pineda, responsable del Museo Municipal de Zaruma, señala incluso que «hay historias de que mucho del oro para el rescate del líder incaico Atahualpa, secuestrado por el conquistador español Jaime Pizarro en 1533, fue llevado de esta región».
Descendientes de esta explotación artesanal son hoy en día los mineros pequeños que trabajan a través de contratos de operación que firman con los concesionarios mineros y los «sableros», término con el que se conoce localmente a los mineros que ingresan ilegalmente a las galerías donde están las vetas.
Los sableros asaltan las minas por cualquier recoveco.
BBC Mundo pudo observar una bocaminas improvisada de pocos centímetros de diámetro escondida en la parte de atrás de un coliseo deportivo.Los vecinos dicen que hasta en los jardines de las casas hay huecos que conducen hacia las galerías subterráneas.
Para Paúl Carrión —investigador de la Universidad ESPOL, hijo de zarumeño y nieto de mineros en Portovelo— es esta minería informal la mayor responsable de lo ocurrido en la ciudad.Aunque aclara que «hay responsabilidad de muchos porque un tesoro o patrimonio como Zaruma depende de todos».
Pero Mariuxi Cango, directora de La Inmaculada, cree que detrás del colapso de la escuela está la minería formal.»La que causó este daño fue una empresa. Luego esperaron que la empresa sacara sus cosas y entonces dieron oportunidad a los sableros, aunque el minero pequeño no va a hacer semejante daño», asegura.
¿Es posible que la minería formal haya explotado las entrañas de Zaruma a pesar de ser una zona de exclusión que ya lleva 24 años vigente?BBC Mundo se lo preguntó al Omar Loor, gerente de la empresa minera Bira, una de las más antiguas, y presidente de la Cámara de Minería de Zaruma.
«Hay empresas y empresas. Hay alguna que puede ser llamada legal porque le han entregado una concesión pero luego no cumple con lo exigido por el gobierno, por ejemplo, con los informes sobre los lugares donde están trabajando. Lo que falla aquí es el control«, dice Loor .»Hubo compañías que tenían permiso para estar a los costados de la zona de exclusión pero fue tal la ambición que se comieron los costados y llegaron al centro de Zaruma«, añade.
La explotación a gran escala en la región comenzó con los españoles y continuó luego de la independencia, con la empresa estadounidense SADCO, que se instaló en 1895.Su campamento base se convertiría luego en la ciudad de Portovelo, a 15 minutos de Zaruma. Se quedó casi seis décadas.
Los estadounidenses instalaron un hospital, escuelas primarias, un supermercado, un cine, una pista de aterrizaje y hasta acuñaron su propia moneda, el Patterson (apellido de uno de los superintendentes de la compañía), que estaba hecho de tela según le cuenta a BBC Mundo Israel Turner, responsable del Museo Minerológico Magner Turner en Portovelo.
En 1950, se retiraron del Ecuador alegando el agotamiento de las minas pero el autor Germán Mora —en su libro sobre la historia de la región— interpreta que se trató en realidad de un problema de rentabilidad ante la caída del precio internacional del metal.
El fin de la explotación estadounidense —que fue seguido por la creación de una compañía estatal (CIMA) y luego por las concesiones privadas— generó un éxodo de habitantes de la región que solo se revirtió con el alza en el precio del oro a nivel mundial.Ahora muchos temen que una reducción drástica en la actividad minera tras lo sucedido en la escuela La Inmaculada pueda generar un éxodo similar.
«El estado de excepción tiene tres objetivos, suspender operaciones mineras hasta determinar si pueden tener una influencia o no en la estabilidad de la ciudad, crear un comité de gestión para la estabilización de la zona y buscar alternativas de desarrollo distintas a la minería», señala desde Quito el ministro Córdova.Para el gobierno, el problema de Zaruma merece una respuesta integral y esto implica que la minería quede reservada a zonas determinadas que no pongan en peligro a la ciudad.
Pero Alexandra Jaramillo, jefa de la Unidad de Gestión Ambiental del Municipio, recuerda que Zaruma no está en riesgo sólo por los túneles que cavan los mineros sino también por las plantas de procesamiento del metal.
«Trabajan con mercurio y cianuro y no trabajan técnicamente: desalojan todas estas arenas al río. Vemos que el río Calera y el río Amarillo están completamente contaminados. Zaruma es una ciudad contaminada porque estamos contaminando el agua».
¿Puede cambiar la relación de Zaruma con la minería a partir de lo ocurrido en La Inmaculada?El alcalde de la ciudad piensa que es fundamental aprovechar este contexto «para tener un cambio dentro del tejido social, dejar un poco la dependencia de la actividad minera y empezar a trabajar en otras áreas como el turismo».
«No podemos de un día para el otro cortar una actividad de la que todos hemos vivido, todo es un proceso que tiene que prender en un momento, pero éste es el momento, pienso yo que hay un antes y un después tras lo ocurrido en la escuela», sostiene la concejal Espinosa.
Los mineros zarumeños están en alerta.Ya hubo marchas en la ciudad en contra del estado de excepción, enemigo común de los grandes y los pequeños mineros, descendientes de dos historias muy distintas pero interconectadas.
«No podemos tapar el sol con un dedo con lo ocurrido en la escuela. La desmedida ambición de un grupo nos deja tatuados a los zarumeños. Pero el pueblo tiene que seguir viviendo», sostiene Pablo López, concesionario minero.»No les puedes decir mañana ‘Señores, se acabó la minería, ahora vamos a las vacas, a la agricultura’. ¿Qué hacemos con la desocupación?».
El empresario minero considera que el estado de excepción ha sido «una burla» y dice que para fomentar nuevas empresas habría que empezar por dejar el dinero de las regalías mineras en la región.»Hemos tenido dos meses en los que se mató la economía de nuestros pueblos, donde el 90% depende de la minería», añade Geovanny Morocho, dirigente de los mineros artesanales.»Todos, mineros y comerciantes, se mueven en base a la minería, ése es el ser de nuestros pueblos, la tradición ancestral», observa.
«Han pasado dos meses y nadie compra, nadie vende, nadie hace nada porque todos somos mineros desde la época preincaica», concluye el presidente de la Cámara de Minería, Omar Loor.
«El taxista que antes hacía seis carreras por día ahora hace una, la radio que antes tenía 20 cuñas comerciales ahora tiene dos», asegura.Mientras, donde una vez hubo una escuela, continúa un espacio vacío por el que cierra los ojos hasta el Cristo del Calvario y cuyo silencio no lo pueden tapar ni los ruidos de los comerciantes en el mercado vecino.
Uno de los habitantes del barrio, Luis Astudillo, dice que por el momento él está tranquilo porque no escucha detonaciones, aunque su familia ha abandonado la planta baja de su casa y duermen todos, según su expresión, «pertrechados» arriba, por miedo a que colapse toda la estructura.»Cuando deje de haber estado de excepción no sé qué pasará. Volverán con más deseo de querer sacar porque ésta es la zona donde está la riqueza…», dice.«El oro es como una droga, genera adicción», concluye a modo de despedida y se aleja sin mirar hacia donde una vez estuvo la escuela Inmaculada Fe y Alegría, donde ahora la nada flota como una admonición.
BBC