Sólo la maldad de alguien que antepone sus desquiciadas ambiciones empuja a la calamidad a millones de ciudadanos que pasarán unas amargas navidades. Es Nicolás Maduro el culpable de todo cuanto sufrimos hoy los venezolanos, dijo el político en el exilio español, Antonio Ledezma, por medio de una carta eviada a todos los venezolanos.
Venezuela requiere de un gobierno urgente de Unidad Nacional, capaz de producir los cambios inaplazables. Maduro y su camarilla son un salto hacia el fatídico populismo capaz de arruinar una nación con un potencial inmenso. Pero no es así. Ocurre que en Venezuela los altos funcionarios están señalados de estar relacionados con el narcotráfico, con el negocio de armas de guerra, con el terrorismo, corrupción y lavado de dinero, y evidentemente con la comisión de crímenes de Lesa Humanidad, dijo.
Más del 82% de las familias subsisten en condiciones de pobreza y el 15% come de lo que sobra en la basura. El dólar pasó de 490 bs el equivalente a 116 mil bs. El 70% de las empresas han cerrado. En 555% se han incrementado los salarios mínimos en 10 meses y se requieren 29 salarios para comprar la Canasta Básica de alimentos. Por eso hay desnutrición. Han reaparecido enfermedades endémicas. Este cuadro doloroso ha sido certificado por la CIDH, la FAO, LA OMS y Cáritas. No hay vacunas ni medicinas.
Por otra parte se lee que “Estamos padeciendo una severa crisis humanitaria. Lo cínico es que nada más a PDVSA le robaron, en estos últimos años, más de 120 mil millones de dólares, 10 veces más que los recursos destinados a financiar el Plan Marshall. Entregan nuestro Arco Minero, las reservas en oro y las refinerías, mientras los aeropuertos quedan desolados sin líneas aéreas que presten servicios. Las fronteras están abarrotadas de emigrantes que huyen del terror de la inseguridad, la hambruna y el acoso de la dictadura, para arribar a un país desconocido sin contar con medios de subsistencia”.
Estas son las secuelas del régimen madurista y lo peor sería negarlas ante una realidad que nos desafía a enfrentarlas. Se acabó hace tiempo el hechizo de ese pasado que tiene que dar paso ¡ya! a un nuevo gobierno. Para eso, es hora de contar con una dirección política con claridad de estrategia y con una visión nítida del arcoíris venezolano. Ya basta de soportar esas anacrónicas recetas.
La unidad no puede ser una fachada para esconder errores ni una celada para un pueblo que ha respondido de la mejor buena fe. La unidad debe simbolizar la verdad ante la mentira y la grandeza de alma de quienes nos presentamos como voceros de las ilusiones por el futuro que ansia un pueblo arriesgando sus vidas.
Venezuela necesita una dirigencia sin arrogancia, ni mentalidad trepadora. Es tiempo de pisar tierra y advertir que el diálogo fue liquidado por un régimen tramposo que lo envenena impúdicamente, convirtiéndolo en un señuelo que ya es una pesadilla para una Comunidad Internacional al tanto de la intransigencia contumaz de los tiranos que se aferran al poder.
Ya basta de seguir entregando en Dominicana los sacrificios de un pueblo que no transige ante la inconstitucionalidad de una entelequia con apariencia de Asamblea Constituyente. Esperamos que el próximo 5 de enero los diputados que se deben a sus electores designen una directiva que no haga concesiones a la dictadura.
Los venezolanos hemos hecho todo lo necesario con una apasionada voluntad de vivir para salir de este drama por las vías cívicas y electorales. La dictadura las ha cerrado descaradamente. Ante esta situación es imperiosa la intervención humanitaria del mundo que no es ajeno a las amenazas que entraña un régimen con tales expedientes.
Una intervención humanitaria del mundo no es ni una humillación ni una degradación para los venezolanos. Es un gesto de solidaridad para una sociedad que ha enterrado a más de 350 mil hijos en estos últimos lustros. Somos optimistas pero no podemos ocultar la tristeza que sentimos en medio de unas navidades sin paz y sin libertad. Mantener presos políticos es predicar odio, más cuando se trafica con su dolor y el de sus seres queridos. A pesar de todo este panorama, la esperanza y la fe nos asisten para impedir que cambiemos el significado de la vida.
Nunca nos guiará el escepticismo. Soñar con la libertad es un requisito previo para poder lograrla. Lo bueno de estas tristes navidades en medio de «la «leyenda negra que encarna Maduro», es el ímpetu y la pasión de los venezolanos que sabemos que entre la opción de rendirse, preferimos la de luchar con entusiasmo, rezándole a Dios pero remando juntos hacia la meta de la victoria.
La cárcel que padecí la dejé atrás con sus rejas, barrotes y remembranzas negativas, mi cabeza está llena de sueños, no hay lugar para temores, mi compromiso es con la esperanza. Tal como lo aseguré cuando me liberé del secuestro al que me sometía el régimen, no cesaré en contribuir desde el exilio a buscar la libertad de nuestra querida Venezuela. Bien dijo nuestro ilustre poeta Rafael Cadenas, «Venezuela esta desperdigada por todo el mundo» y pronto debemos reunificarla. Junto a mi incondicional Mitzy, les entregamos un afectuoso y solidario abrazo.
DC/NP