Unidad Democrática se compromete a reforzar lucha en el 2018 para resolver crisis venezolana

Nunca antes en su historia republicana, Venezuela había tenido un final de año tan triste y doloroso, y un comienzo de otro tan difícil y peligrosamente incierto.

Desde el punto de vista social, Venezuela se dirige aceleradamente al despeñadero. El escenario cotidiano de los venezolanos se agrava con el paso de los días, en una desesperante lucha por niveles mínimos de supervivencia. Nuestro país tiene hoy la mayor inflación del mundo y la única hiperinflación del planeta, el decrecimiento económico más severo de la región, la escasez de alimentos y medicinas más aguda de América Latina, la tasa de homicidios más alta del mundo, y es la nación más pobre en términos de ingreso de todo el continente, con un escandaloso 82% de familias por debajo de la línea de pobreza.

Pero mientras esta tragedia humanitaria se desarrolla y los venezolanos se empobrecen, del cogollo gubernamental brotan los más escandalosos casos de corrupción. Quebraron nuestra principal industria, Pdvsa, y los jerarcas del régimen pelean como pranes para decantar sus pugnas entre denuncias mutuas de narcotráfico, corrupción, malversación de fondos y negocios astronómicos. El cuento de la “guerra económica” era en realidad, según ellos mismos, una pandilla de corruptos que asaltaron a Pdvsa y saquearon al país.  La consecuencia es un país empobrecido a niveles de mendicidad, con los niveles de desigualdad social más altos de los últimos 20 años, y un cogollo de privilegiados enriquecidos que andan en carros blindados, escoltas y aviones privados y con acceso a comida y medicamentos comprados en el extranjero con divisas obtenidas a través del mecanismo de desfalco más perverso, la asignación de dólares preferenciales con discrecionalidad y privilegios.

En lo político, el régimen cada vez muestra su rostro más cruel y autoritario. Al robo descarado del referéndum revocatorio en 2016 y los golpes de estado continuados para desconocer la voluntad popular, alterar la Constitución y desmantelar lo poco que quedaba de institucionalidad democrática, siguió una sangrienta represión que costó la vida a más de un centenar de venezolanos, sin contar los heridos y detenidos, y sembró de dolor y luto a la familia venezolana. No contento con ello, el régimen decidió imponer, de manera ilegítima y fraudulenta, un nuevo mecanismos de control y represión al que denominan “asamblea constituyente”, que sólo ha servido para derogar de espaldas al pueblo la Constitución de 1999, perseguir a dirigentes de la Oposición, inhabilitar a partidos políticos, y agravar con sus decisiones la ya crítica situación económica y las cada vez peores condiciones de vida de la población.

El drama, sin embargo, y a pesar de su gravedad,  no termina aquí. La verdadera tragedia es que los responsables de esta catástrofe social quieren convertirla en permanente e irreversible a partir de 2018.

Un balance objetivo del trabajo de la Unidad Democrática en 2017 arroja luces y sombras, aciertos y errores.

El año comenzó con una población políticamente desanimada y confusa, luego del ilegal despojo a final de 2016 de su derecho a convocar un referéndum revocatorio del mandato de Maduro. Igual que en estos días, algunos confundieron este temporal desconcierto con abandono y entrega. Se habló de la inacción de la dirigencia opositora, que se había “perdido la calle” y que el país se había resignado a su suerte. El régimen también confundió este aplanamiento temporal con conformismo definitivo, y decidió en el mes de marzo acelerar su estrategia de dominio mediante decisiones de su tribunal de justicia que constituyeron auténticos golpes de estado contra la República.

Tanto los venezolanos como la dirigencia democrática no tardaron en reaccionar. La Asamblea Nacional desplegó una intensa y exitosa campaña internacional para impedir el objetivo del gobierno, que era rematar las riquezas del país mediante nuevos endeudamientos y acuerdos ilegales. La Unidad Democrática se puso al frente de lo que hoy se conoce como las jornadas de protesta más largas y masivas en la historia del continente, protagonizadas por un pueblo heroico y una vanguardia de jóvenes que decidió defender su futuro y su país. Muchos de ellos perdieron la vida en manos de la cruel y sangrienta represión oficialista. Su sacrificio y el dolor de sus familias no quedará en vano, y nuestro deber es continuar su lucha.

El esfuerzo de aquellos meses logró desnudar al régimen ante los ojos del mundo, lograr un respaldo contundente –que hoy se mantiene- a la lucha de los demócratas en Venezuela, y se logró postergar el remate de los activos del país.  A pesar de estos logros, no se pudo evitar el fraudulento montaje de la ilegítima “constituyente”. La lucha consiguió que naciera prácticamente muerta, y que tanto el país como la comunidad internacional hoy no la reconozca y rechace, pero no pudo impedir su espuria instalación.  Esto, aunado a la feroz represión y a la natural imposibilidad de la gente por mantenerse en las calles por tiempo indefinido, terminó por agotar, temporalmente y por ahora, aquellas jornadas de movilización y protesta.

El régimen decidió aprovechar esta coyuntura para adelantar las elecciones de gobernadores, y corromperlas con todo tipo de irregularidades y violaciones a la ley electoral. Además de una larga lista de abusos y delitos electorales, y en una muestra de insensibilidad humana, preparó un aberrante operativo de control y coacción electoral a cambio de entrega de comida, en medio de una situación generalizada de escasez de alimentos.

En este momento del año, la Unidad incurrió en errores y omisiones graves, que es necesario reconocer con humildad y objetividad. Por una parte, se falló en comunicar adecuadamente a los venezolanos que la lucha electoral era la continuación de la misma batalla de todo el año por impedir que se nos arrebatara el país, ante el agotamiento temporal de las jornadas callejeras de protesta. Por otro lado, se subestimó la estrategia de control electoral por comida que desarrolló obscenamente el gobierno, y se sobreestimó tanto la capacidad organizativa de nuestros equipos y maquinaria  como la respuesta electoral de la mayoría de la población descontenta. Se falló así mismo  en alcanzar posteriormente una posición unitaria frente al adelanto de las elecciones de alcaldes y la persistencia de las irregularidades y delitos de las rectoras oficialistas del CNE. Y finalmente, no hemos sabido acompañar en las últimas semanas, de la forma amplia y contundente que se merecía, el sufrimiento de un pueblo que ve mermar aceleradamente sus ya difíciles condiciones de vida.  Esta última y grave falla es la primera que debemos afrontar y revertir.

Nadie debe engañarse. 2018 va a ser el año más duro y difícil que hayan enfrentado los venezolanos.

En primer lugar, la crisis económica y social será con mayor fuerza la gran protagonista, producto de la estupidez del gobierno en insistir con medidas que sólo agravan tanto los problemas macroeconómicos como la tragedia cotidiana de los venezolanos.

En segundo lugar, se avecina el reforzamiento de una nueva estrategia represiva, a través de la fraudulenta ANC, con la excusa cínica de la defensa de la soberanía, y por medio de la cual se piensa perseguir y castigar con la amenaza de “traición a la patria” cualquier señalamiento a la corrupción de la oligarquía oficialista o cualquier acción orientada a la superación de las penurias de los venezolanos.

Un tercer elemento del escenario que se nos aproxima es un seguro e inevitable aumento de la conflictividad social, producto del agravamiento de la crisis económica y social.

Frente a esto, veremos a un régimen limitado sólo a correr la arruga, incapaz de resolver ninguno de los problemas de los venezolanos, y que va a privilegiar mantenerse en el poder antes de generar gobernabilidad. Ya no gobierna, pero se mantiene en el poder y reprime.

Ante la segura agudización de la crisis, y la pérdida progresiva de su ya endeble respaldo popular, el régimen intentará una estrategia de radicalización y represión selectiva con fines disuasivos, que le permita “protegerse” de eventuales compromisos que se vería obligado a negociar con la Oposición, producto de la enorme presión externa que la Unidad ha logrado construir sobre la dictadura. Y ante el inevitable panorama de mayor hambre y necesidad de nuestro pueblo, el régimen aprovechará para acentuar su chantaje de exigir votos a cambio de comida. Porque la única opción que le queda al régimen es el chantaje, la represión y el engaño para imponer su fracasado modelo y perpetuarse en el poder.

 

 

 

Frente a este escenario con el que iniciamos 2018, los factores de la Unidad Democrática, como representación política organizada de la sociedad venezolana,  nos comprometemos en primer lugar, y de manera prioritaria, a dedicar todos nuestros esfuerzos a acompañar, interpretar y tratar de resolver las necesidades actuales y urgentes de las familias que sufren por esta terrible crisis humanitaria de comida y medicinas, buscando siempre alternativas y soluciones.

 

Igualmente, nos comprometemos a reforzar nuestra unidad tanto interna como con el país al que nos debemos, y procederemos a la escogencia de un candidato unitario para las elecciones presidenciales de este año, junto con una propuesta igualmente unitaria de acciones concretas de gobierno para salir de la crisis.

 

Finalmente, seguiremos explorando vías de negociación con respaldo internacional que conduzcan a la superación constitucional del régimen y al alivio de las graves condiciones de vida de la población.

 

Reiteramos nuestros objetivos como plataforma política unitaria: cambiar el gobierno para superar la crisis social del pueblo, lograr el cambio en la conducción política del país y el modelo de gestión, a través de mecanismos constitucionales,  y sustituir el régimen por un gobierno democrático que institucionalice al país, de unidad nacional, competente, viable y sostenible en el tiempo, que garantice libertad y justicia para todos sin exclusión, y con una Fuerza Armada respetada por todos, que se integre al desarrollo integral de la nación y cuyos integrantes sean vistos con orgullo y admiración por su pueblo.

 

El éxito de nuestra lucha por alcanzar esos objetivos, dependerá de 3 condiciones: unidad, organización y persistencia. Unidad creciente de la dirigencia política entre si y de los venezolanos con ella. Reforzar la organización ciudadana, tanto en sus espacios naturales de encuentro como en los que promoverá la Mesa de la Unidad Democrática para esta etapa de la lucha. Y, finalmente, insistir más que nunca en nuestras 4 banderas, que son las que han provocado la enorme solidaridad internacional y el inmenso apoyo interno, incluyendo a vastos sectores del oficialismo, a esta nueva batalla por la Independencia: que haya elecciones libres y transparentes, que se libere a la Asamblea Nacional, que suelten a todos los presos políticos y que haya comida para que la gente no muera de hambre.

 

De cara al 2018, es necesario recordar que la Unidad es el activo fundamental en la lucha contra la dictadura, y todo lo que la debilita termina fortaleciendo al régimen. Por eso el objetivo del gobierno es acabar con ella. Se haría un grave daño a la lucha del país si permitimos que la Unidad se debilite. Eso es complacer al gobierno. Por eso, éste es el momento de reforzar lo que nos une a los venezolanos y no lo que nos divide. Porque,  o enfrentamos todos juntos lo que viene, o sufriremos todos juntos las consecuencias de no haberlo hecho.

Lo hemos dicho en otras oportunidades y tenemos que repetirlo ahora: las dictaduras no se derrotan con consignas fáciles ni con ilusorias salidas mágicas, siempre infectadas de inútil voluntarismo. La estrategia eficaz, la única que funciona, es la que sabe combinar, en un inmenso tablero de acción política, la protesta de calle, la presión internacional, la paciente organización popular, la lucha desde los espacios institucionales, la inteligente negociación, y la contundente rebelión electoral. Sólo la articulación y activación de todas estas herramientas es lo que garantiza la victoria.  No utilizarlas todas, no actuar frente a la gravedad del momento mezclando la necesaria pasión con la imprescindible inteligencia y la requerida disciplina, sería una verdadera traición al reto trascendental que la historia ha querido poner en nuestras manos.

Viviremos en 2018 un momento crucial y difícil en este proceso histórico por la nueva Independencia nacional. Las batallas que se nos avecinan serán mayores y más duras. Pero en la Unidad Democrática hemos jurado no descansar hasta que logremos una solución política a esta tragedia.  Si actuamos con unidad e inteligencia, el país no morirá ante nuestros ojos, y el difícil escenario que se nos viene podrá ser enfrentado con el éxito necesario para convertirlo en el preludio de eventos que nos acerquen a la meta del cambio político. Ese es el reto.​

 

DC/NP

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