Durante 50 años, la familia Leal ha mantenido viva la devoción por San Benito que les heredó Eudo Mario Leal. “No es fácil, pero lo disfrutamos mucho, hijos, nietos y bisnietos”, comenta Oswaldo Leal, uno de los hijos del patriarca.
Según comenta, la celebración nació de la fe que desde niño cultivó Eudo Mario por el santo negro. “Cuando él tuvo uso de razón y comprendió como armar el homenaje comenzó a hacerlo con unos tamboreros de La Cañada de Urdaneta, más tarde compró sus tambores, armó su chimbanguele y a sus vasallos”.
Los preparativos inician un año antes de la festividad. Comienzan las prácticas, los ensayos, y el adiestramiento de la nueva generación de vasallos. “El primero de diciembre comenzamos a pintar los tambores, cambiar los cueros, buscar los palos y fuetes, mandar a hacer los uniformes y arreglos florales, entre otras cosas”, relata Leal.
Unas 16 personas integran el grupo de vasallos, pero en la celebración participan los 40 miembros de la familia y gran parte de la comunidad del barrio Libertad. El día del festejo se reúnen al menos unas 300 personas para honrar al santo negro.
Paso a paso
Cada 27 de diciembre en la mañana, la familia Leal se reúne y va al cementerio donde reposan los restos de Eudo Mario, quien falleció hace 13 años. Allí le rinden honores y toca el chimbanguele.
Al regresar participan de un almuerzo y de inmediato inician la decoración del lugar. A las 6.00 de la tarde comienza la misa y luego el santo sale a la calle en procesión con los vasallos y toda la comunidad. La fiesta se extiende hasta el amanecer.
La familia Leal posee tres imágenes de San Benito. Una imagen de lujo que trajo el abuelo materno de Los Puertos, pero que fue elaborada en Italia; un santo pequeño que es el “bailón” y el San Benito grande que cargan en hombros para la procesión.
Herencia espiritual
Brayan Rodríguez Leal es uno de los miembros más jóvenes del clan, pero eso no le impide ser el Mayordomo dentro del gobierno del chimbanguele. En no solo heredó la riqueza espiritual de su abuelo, sino que se nutrió con la sabiduría de sus ancestros.
“El santo le pidió a Dios un día del año para que los esclavos fueran libres de festejar la buenaventura y las cosechas. Dios le concedió el 27 de diciembre”, relata y asegura que la historia es una especie de metáfora de cómo nació la celebración y los vasallos.
Al referirse al gobierno del chimbanguele, el joven detalla que está formado por “las personas más puras con el conocimiento heredado de los ancestros, a través de una transmisión oral”.
La primera figura es la del Mayordomo. “Cuando los negros esclavos envejecían y ya no servían en las plantaciones, los donaban a las iglesias católicas para limpiar y se encargaban de mantener la imagen del santo limpia, intacta y era el responsable ante la iglesia católica”.
También existen el Capitán de Plazas, el Capitán de Lenguas, el Primer Capitán y el Segundo Capitán. El Capitán de Lenguas debe manejar muy bien los “temas espirituales”, ya que en los toque se originan lemas, cánticas, discursos y versos que se generan de cada golpe. Además, “el fervor y la invocación de los ancestros produce manifestaciones espirituales que deben ser manejados”.
El Capitán de Plaza conoce la zona, mantiene el orden del sitio, es alguien de la localidad, que sea conocido y pueda manejar las multitudes. El Primer Capitán se encarga de que cada vasallo dé el golpe que le corresponde y el Segundo Capitán es su suplente.
La bandera azul se usa para los golpes por obligación. “Ella va delante del santo y limpia las impurezas, las personas y la calle, arma el pasillo del santo. La bandera blanca es para las promesas que quieren venerar al santo. Hay perfiles para cada rango”
LV