Una memoria decente es cuestión de subsistencia, independencia y, más que nada, de identidad.
La memoria humana es el fantasma dentro de la máquina neural; una conversación multidimensional en cambio continuo y de distribución extensa entre células en la que se reproduce tanto el dato de cuál es la capital de Canadá como las emociones más profundamente guardadas de nuestro primer amor.
La noticia de la semana pasada de que los científicos habían desarrollado un implante cerebral para aumentar la memoria —una “prótesis cognitiva” que podía ser implantada, según la jerga médica— debería ser asombroso incluso para los escépticos.
Los desarrolladores del nuevo implante, dirigidos por científicos en la Universidad de Pensilvania y la Universidad Thomas Jefferson, se basaron en décadas de trabajo de decodificación de señales cerebrales, utilizando las técnicas más avanzadas de aprendizaje automático.
Su implante constituye una serie de electrodos integrados en lo profundo del cerebro que monitorea la actividad eléctrica y, como un marcapasos, transmite un pulso estimulante solo cuando es necesario, en el momento en que el cerebro se retrasa mientras intenta almacenar información nueva.
Cuando el cerebro está funcionando bien, el aparato no hace nada.
“Todos tenemos días buenos y malos, momentos en los que nuestra memoria se siente confusa o cuando está en su mejor punto”, dijo Michael Kahana, profesor de Psicología en la Universidad de Pensilvania y autor sénior del informe de la semana pasada.
Agregó: “Encontramos que forzar el sistema cuando se encuentra en estado de bajo funcionamiento puede hacer que adopte un alto funcionamiento”.
Si este sistema, una vez refinado, un día proporciona apoyo a la gente con déficits extremos, mejorará dramáticamente la vida de las personas (si las aseguradoras están dispuestas). La gente mayor con demencia progresiva tendrá más años de vida independiente. Los veteranos con lesiones cerebrales traumáticas podrían recuperar la nitidez suficiente para encontrar un empleo decente o tener una carrera.
Para casi todos los demás, el descubrimiento central detrás del dispositivo —que darle un impulso al cerebro disperso puede hacerlo un poco más perspicaz— ya es muy conocido. Los humanos lo han estado haciendo de manera deliberada y desde siempre: con cafeína, nicotina, medicinas que requieren de receta médica como Ritalin o, de manera más virtuosa, con una carrera veloz en el parque.
“Tenemos buena evidencia de que sustancias como la nicotina y el ejercicio aeróbico mejoran algunos aspectos de la atención”, dijo Zach Hambrick, profesor de Psicología en la Universidad Estatal de Michigan. “La estimulación podría activar algunos de los mismos sistemas, solo que de manera más directa y precisa”.
“Una mujer en sus 60 años pudo alcanzar un nivel con el que recordó más de cien palabras en el orden correcto”, dijo David Balota, quien colaboró en el estudio. “Otros obtuvieron hasta cincuenta y sesenta palabras”.
Todo esto sin una intervención quirúrgica ni Ritalin.
Sin embargo, hubo un pero. “Esa capacidad no se tradujo en ninguna mejora en la cognición general, como la capacidad de concentrarse, de almacenar información nueva sin utilizar la técnica o la velocidad de procesamiento”, agregó Balota.
En resumen, mejorar la capacidad de recordar listas de datos, ya sea con el uso de un implante cerebral eléctrico o con entrenamiento basado en imágenes, podría significar poco para la calidad general de la vida de las personas cuyos recuerdos están funcionando normalmente.
La ecuación cambia en quienes tienen déficits serios.
Un dispositivo que corrige incluso parcialmente esas lesiones podría mantener detalles cruciales firmemente almacenados en la mente, cosas como a quién llamar para pedir ayuda, cómo usar el celular e incluso ir y regresar del baño. Por ahora, ahí es donde un implante cerebral es más relevante.
En los años por venir, es probable que los científicos enfoquen esta nueva tecnología en la tarea de la recuperación de la memoria, en vez de solo en el almacenamiento de información.
“Nos parece que hay aún más variabilidad durante la recuperación que durante la codificación”, dijo Kahana, lo cual implica más potencial para aumentar el desempeño. Cuando eso suceda, la situación cambiará.
Darle a la gente con déficits graves una manera de dominar las facetas cruciales de la existencia diaria en efecto sería un avance médico.
Sin embargo, en cuanto a darles a ellos, y a otros, un alcance más vívido y profundo al vasto catálogo de lo que ya conocen, tiene aspectos positivos y negativos que están sepultados en la memoria, además de los hechos y los nombres.
Habrá un guion de la vida real que todos debemos vigilar con cuidado.
DC / The New york Times