Lo ideal es pensar y actuar todos por igual. Pero eso no es posible, ni es académico, aparte que, sería aburrido. Se entiende que en todo país haya diferencias y, algunas veces, hasta sean pronunciadas y peligrosas. Por esa causa, saltan los conflictos y flotan las guerras. Nadie puede negar, por ejemplo, “los buenos oficios” que resultaron en los manejos políticos durante los 40 años de vigencia del “Pacto de Punto Fijo” y sus 8 presidencias sin interrupciones. Mas importante aún, tanto cuanto se desarrollaron después de una férrea dictadura con armas, cárceles y torturas. Empero, se corría el riesgo, y así sucedió, que, después de la mitad del camino, los dirigentes básicos se pusieran viejos y los tiempos de Caldera el Procurador y Carlos Andrés el brincón ya no están, y los sustitutos se forman con tiempo y espacio dependiendo de su inteligencia. Por otro lado, también la obsolescencia produjo cansancio y descuidos. Así, si Chávez hubiera tenido no desconfianza pero si vigilancia en su desarrollo militar, quizás eso lo hubiera obligado a mantenerse dentro de las reglas institucionales del país e igual, de pronto, hubiera logrado escalar sin provocar retrocesos que, sin querer o forzados por los acontecimientos, aparecieron y volaron hasta el Samán de Güere. De todas formas, la suerte está echada para la oposición, fuertemente resistente y con derechos políticos iguales y vigorosos. Nadie, aparte de ellos mismos, tuvo culpa del abandono a las elecciones legislativas del año 2005. De buena fe se alimento en lo general no ir a la contienda electoral y de este modo, el gran ganador fue Chávez que con astucia y cierta valentía o atrevimiento, pensó rápido y ganó.
Con la colaboración de Maduro Moros, quien se fue del Congreso al Gobierno y del Gobierno a la nueva “Constituyente”, pero, además, con la simetría en el actuar han mantenido, tanto para lo bueno o para lo malo, se han sostenido y ello les ha dado coherencia aún en sus rebeldes conductas. Pues bien, el asunto nos lleva a plantear que, así como fortuitamente se han llevado las sendas del gobierno y, por cierto, no siempre apegados a la Constitución y roles ciudadanos, su vida ha sido angustiosa y los 20 años han tropezado con muchos problemas no esperados. Los uno, como el petróleo y su precio; otros, como el sostener el plan económico centralizado y hermético, alejados de los colaterales que dan vida a un país en el que no todo es política y mando, sino buenas decisiones y magnifica tolerancia porque la sociedad es un todo y la división trae diferencias. Una nación sin unión física, sentimental y creativa no funciona. Es justo y necesario, entonces, que los conductores del juego político vuelvan a su redil y consonancia para, de ese modo, habilitar los inhabilitados, que derechos también tienen. Después, posponer para el mes de diciembre, en la fecha propuesta constitucionalmente para las elecciones presidenciales, para dar el tiempo universal y mínimo para la organización de los centros sujetos a competencia que no provoquen choques contra la misma Constitución. Estas propuestas no son exageradas ni van contra las reglas. De esa manera, el gobierno rescataría sus valores y principios democráticos que le son obligatorios, los países foráneos producirían las devoluciones de las sanciones tomadas y la República se recompone en su legalidad; por añadidura, el Presidente armonizaría con los retos espirituales, de fortaleza y voluntad que el 23 de enero de 1958 dio luz y hermosura para instaurar la democracia a Venezuela.
Entonces, al hablar de que las posiciones se estrechan, solo queremos decir que los contrincantes se acercan. Eso es bueno y necesario. Venezuela es de todos: oligarcas, gobernantes, maracuchos y pueblos agregados. Es iluso creer que el gobierno es para siempre. No lo fue para Tito, ni para Pérez Jiménez. Ni para Hitler o Franco. Ni para Pinochet, ni Stroenner, ni Chapita Trujillo, ni para Roosevelt. Al contrario, la mayoría de ellos sufrió penurias y fracasos escalonados. Luego, lo ideal es manejar el asunto sin humillaciones y con mucha democracia para que el respeto sea mutuo, valioso y sentido. Es saludable y definitivo que a los pueblos se les de lo que les corresponde en fe, caridad y electoralmente. Por último, cambiar la dirección del CNE no es cambiar la estructura ni el sistema electoral, pero sí es, que se conformen y practiquen mejores equilibrios, producto de una conducción que luzca menos comprometida y menos observada como parcializada dentro y fuera del país. Recordemos a Julio Cesar refiriéndose a la honradez de su mujer: “no es solo serlo sino parecerlo”. Esa es la diatriba que nos está separando a todos.
DC / Luis Acosta