Cansados de la rutina, Nikki Walsh y su novio Tanner Broadwell decidieron hace un año cortar por lo sano, vender sus magras propiedades y comprar un velero con el que dar la vuelta al mundo. En la singladura les acompañaba su perrito Remy, de dos años. El sueño duró algo menos de 48 horas, lo que tardó la nave en irse a pique en la playa de Madeira (Florida).
El razonamiento de la pareja era técnicamente correcto: “Pasamos la mayor parte de nuestras vidas trabajando y todo ese dinero se dedica a pagar la casa. Tiene que haber otra opción”, declaraba la mujer en una entrevista en NY Post. Dicho y hecho: la pareja de enamorados vendió los muebles y el 4×4 y se compraron un velero de 49 años y 9 metros de eslora con el que pretendían navegar los siete mares.
Esta vez el universo no se conjuró para ayudarles a cumplir sus sueños, porque el segundo día de travesía, acabaron atrapados en un canal de agua llamado John’s Pass y que, según los navegantes locales, es conocido por sus traicioneros bancos de arena. “Empezamos a flipar pero para mal -explica Wlash-, porque las olas venían de frente haciendo que nuestro barco se sacudiera hacia atrás y hacia delante”.
El chico estaba en la popa, sosteniendo al aterrizado perro en sus brazos. Antes de que la nave se fuera a pique, la pareja se subió a la lancha salvavidas con lo imprescindible. A saber, algo de ropa, la documentación, la comida y los juguetes del perro. “Remy no merecía irse sin sus juguetes favoritos”, explicó su dueña.
Durante su vida en tierra, Tanner era conductor de Uber y ni él ni ella tenían experiencia alguna en navegación.
Pero la atribulada botadura no impide que Tanner y Nikki renuncien a sus sueños. El pasado sábado iniciaron una colecta en internet para rescatar el barco de las aguas de Florida y, eventualmente, retomar la singladura. De momento, han logrado juntar 16.000 dólares, 6.000 más de los que necesitaban para reflotar el velero, ‘Little Titanic’.
DC / Público