Artífice de la estabilidad para unos, autócrata para otros, el exmariscal Abdel Fatah Al Sisi, ha ido aplastando a todos sus opositores desde 2013 hasta convertirse en el jefe indiscutible de Egipto.
Al Sisi fue reelecto presidente este jueves, según los medios de comunicación estatales, revalidando el mandato conquistado en 2014, luego de haber derrocado en 2013 a su predecesor, el islamista Mohamed Mursi, destabilizado por manifestaciones masivas que reclamaban su salida.
En el momento del golpe, el actual presidente era el máximo jefe de las Fuerzas Armadas egipcias.
En sus primeros cuatro años de mandato, Al Sisi redujo al silencio a la oposición islamista y a la liberal, encarcelando a cientos de voces consideradas disidentes.
En la actualidad, el exmariscal de 63 años suele vestir trajes sobrios y pocas veces saca del armario el uniforme militar.
Omnipresente en la televisión y en los medios egipcios, al jefe de Estado le gusta hablar en público, ya sea para una inauguración, un foro con jóvenes egipcios o para una conmemoración.
Se expresa en árabe egipcio y es asiduo a los largos discursos, en ocasiones salpicados de risas, prestando siempre atención a un público por lo general cortés.
Con su tono paternalista, consigue hablar de los egipcios como de su mayor orgullo, asegurando que no es más que un mero servidor de su país.
Respaldado por los medios, casi por unanimidad, Al Sisi sigue siendo popular entre un cierto número de egipcios, cansados de los años de caos post-2011 y que ven en él al único hombre capaz de impulsar la economía y derrotar al yihadismo.
Envió al ejército a asaltar la península del Sinaí, bastión de la rama egipcia del grupo yihadista Estado Islámico (EI), pero sin lograr atajar la oleada mortífera que ha dejado cientos de muertos entre soldados y policías, en el Sinaí y en El Cairo.
– Criticado por las ONG –
En el plano económico, lanzó un programa de reformas durante mucho tiempo aplazado, centrado en las populares subvenciones estatales. Pese al desmesurado aumento de los precios, no se ha organizado ninguna protesta seria.
Nacido en noviembre de 1954, Al Sisi creció en el barrio de Gamaliya, en el viejo Cairo islámico, como también lo hizo el premio Nobel de Literatura Naguib Mahfuz, y según cuentan quienes lo conocieron en aquella época, ya de niño le gustaba mandar.
Graduado en la academia militar en 1977, estudió en Gran Bretaña y Estados Unidos, antes de convertirse en jefe de inteligencia militar bajo Mubarak.
En 2013, lanzó un sangriento operativo para reprimir a los simpatizantes de Mohamed Mursi y que se saldó con la muerte de centenares de manifestantes islamistas en unas semanas.
Ironías del destino, fue el propio Mursi el que lo nombró ministro de Defensa y comandante en jefe del ejército en agosto de 2012.
Los militantes laicos y de izquierdas que apoyaron la expulsión de Mursi no tardaron en arrepentirse de haberlo hecho. Al Sisi ha sido frecuentemente denunciado por oenegés internacionales de perpetrar graves violaciones de los derechos humanos.
El 14 de agosto de 2013, un mes después de su maniobra contra el presidente islamista, policías y soldados mataron en solo unas horas a más de 700 manifestantes pro-Mursi en pleno centro de El Cairo.
Human Rights Watch (HRW) calificó los hechos de «matanza masiva» similar «probablemente a un crimen contra la Humanidad».
Durante su campaña para las presidenciales de 2014, Al Sisi consideró que «hablar de libertades» no debería primar sobre la «seguridad nacional» y afirmó que se necesitarían «de 20 a 25 años para instaurar una verdadera democracia» en Egipto.
Desde el derrocamiento de Mursi, decenas de miles de sus simpatizantes fueron encarcelados y cientos, incluyendo el propio expresidente, condenados en masivos juicios expeditivos denunciados por la ONU.
Padre de cuatro hijos, Al Sisi es visto por su entorno como un hombre devoto que cumple con sus cinco oraciones diarias y cuya esposa lleva velo.
DC / AFP