Recientemente, leía un artículo publicado por el periodista español Francisco Rubiales, titulado “Gobernados por locos peligrosos”, en el mismo afirma el autor, que millones de ciudadanos en todo el mundo no entienden la deriva de la política ni el comportamiento de los políticos. Se sienten confundidos ante la falta de bondad, lucidez y espíritu de servicio de los políticos y sienten rechazo ante su arrogancia y ansia de privilegios y ventajas.
En su escrito cita al político y psiquiatra David Owen, que fue ministro de Sanidad y de Exteriores británico, afirma que muchos de los que hoy nos gobiernan son peligrosos enfermos mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al pueblo le resulta inexplicable, incluyendo la corrupción, la injusticia, las mentiras, los fracasos, los privilegios de los políticos, la arrogancia, los abusos y las numerosas medidas contra el ciudadano.
Para Rubiales, muchos de los políticos que hoy gobiernan son auténticos enfermos mentales, necesitados urgentemente de tratamiento psiquiátrico intenso, los síntomas más claros del «Síndrome de la Arrogancia», la enfermedad mental que David Owen define y que reclama sea incluida, con un número propio, en el Código Internacional de Enfermedades (CIE).
Tras desempeñar cargos como el de ministro de Sanidad (1974-1976) y el de Asuntos Exteriores (1977-1979) en el Reino Unido, Owen, médico de profesión, se ha concentrado en los últimos años en la medicina y en la investigación del cerebro humano. Durante este tiempo, el inglés ha desarrollado una tesis sobre este «síndrome de ‘hybris'», para él un desorden de personalidad cuyos síntomas serían el aislamiento, el déficit de atención y la incapacidad para escuchar a cercanos o a expertos. David Owen (In Sickmess and in Power, 2008) explica que el dominio del poder ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial de enfermedades mentales.
Plantea Rubiales, que algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace perder la noción de la realidad. Pero a otros los convierte en verdaderos y peligrosos enfermos mentales, incapacitados, según Owen, para tomar decisiones y gobernar. “Cuando acceden al poder se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas”.
El síndrome de la Arrogancia, en los dirigentes que gobiernan las democracias, al no poder comportarse como dictadores crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables.
Su alienación es de tal envergadura que cometen un error tras otro, porque la capacidad de análisis no les funciona y sus decisiones y medidas son producto del desequilibrio, la soberbia y la confusión extrema. Es probable que ese síndrome sea el mismo «Síndrome de la Arrogancia», descrito por Owen.
Considera Rubiales, que un político que no tiene remordimientos a pesar de los estragos que causa, sin conciencia alguna de culpa y sin arrepentirse de nada, a pesar del sufrimiento y del rechazo masivo de sus conciudadanos, sin que su conciencia se conmueva ante los millones de desempleados, pobres y gente infeliz que ha generado su gobierno, ha debido perder la razón y estar gravemente enfermo. Owen dice que los enfermos que padecen el «Síndrome de la Arrogancia» no están capacitados para gobernar y ponen en grave riesgo a los países que controlan. Si esos políticos enfermos estuvieran en su sano juicio, dimitirían inmediatamente, ante la evidente incapacidad psicológica para gobernar a un pueblo de hombres y mujeres libres.
DC / Alfonso Hernández / Politólogo –Abogado / @ AlfonsoZulia / dialogopublico@gmail.com