Ante el azote del hambre han proliferados las ayudas. Encovi: 90% de encuestados no tiene ingresos suficientes para comprar comida.
De ángeles guardianes se ha llenado el Zulia. No tienen alas visibles, pero su bondad no desampara a quienes más los necesitan. Forman parte de fundaciones y organizaciones que donan alimentos o medicamentos a las personas más vulnerables económicamente.
Estos grupos de voluntariado sin fines de lucro se han multiplicado, aun cuando la situación económica no apremia para la mayoría. En tiempos difíciles, los zulianos han demostrado que para ayudar no hay límites.
En redes sociales buscan llevar su mensaje sin recibir nada a cambio y así contagiar a más colaboradores que, como ellos, puedan llevar a otros más que alimentos, un mensaje de esperanza y solidaridad.
Respaldados por cuentas en Instagram, estos héroes sin capa luchan contra el hambre y la malnutrición, llevando un bocado a grandes y pequeños.
La mayoría de las fundaciones comienzan de manera “informal”. Así fue el caso de la fundación “Nube de Esperanza”, un grupo de profesionales que, como ellos mismos lo anuncian “regalamos esperanza en tiempos difíciles”.
En un día pueden donar más de 300 alimentos, lo que no imaginaron cuando en octubre del año pasado iniciaron los aportes a los más necesitados.
Matilde Lares, integrante de la fundación, explicó que no solo se limitan a las ayudas alimentarias, sino que también acuden al Hospital de Especialidades Pediátricas y al Hospital Universitario para entregar medicinas y otros insumos a pacientes y familiares.
El equipo de “Barriguita Llena, Corazón Contento” arrancó repartiendo alimentos en las calles de la capital zuliana. Unos cuantos envases se fueron entregando en pequeñas jornadas. Hoy, son el sustento de cientos de personas que extienden su mano y agradecen con el alma lo recibido.
En diciembre del año pasado, se propusieron llenar 1.000 “barriguitas” en navidad. Objetivo que superaron gracias a la colaboración de ciudadanos.
Como ellos, “Repartiendo Alegría” también tiene su misión angelical. Los voluntarios planifican jornadas de alimentación para ayudar a personas en situación de pobreza. Niños, jóvenes, adultos y abuelitos por igual reciben la bondad de sus acciones.
En similares labores trabaja la fundación “Ángeles Chiquinquireños”, quienes han librado una noble batalla contra la desnutrición infantil y de adultos mayores en la Casa de la Misericordia, ubicada en la avenida 19, en Maracaibo.
En Instagram, suben las fotos de las transformaciones. Impresiona el contraste de los “antes” y “después”. La pequeña Mailén Amaya figura en una de las fotografías, donde poco hace falta especificar que está venciendo la desnutrición, gracias a la labor
angelical.
Otro buen ejemplo es la fundación Santa Ana que ha mantenido, por más de 20 años de dedicación, la atención integral de niños y jóvenes de escasos recursos, brindándoles alimentación balanceada y acceso a actividades deportivas y recreacionales.
También vinculan a estos pequeños en programas educativos que permitan asegurar un buen futuro profesional.
“Compartiendo Amor” es otro club de equipo comprometido a regalar sonrisas con jornadas alimentarias y entrega de juguetes a los niños. Ayudar los motiva y a través de las redes sociales invitan a otros a seguir su ejemplo.
En La Cañada de Urdaneta la ayuda llega con nombre. “Llenando Barriguitas La Cañada” es una organización que se ha dado la tarea de alimentar a los cañaderos más desprovistos.
Colaboran también con donaciones de ropa y calzado. Abordan casos especiales de niños recién nacidos, buscando la manera de proveerles colchonetas, cunas y coches.
Marianella Herrera, doctora en Nutrición por la Universidad Simón Bolívar e integrante de la junta directiva de la Fundación Bengoa, expuso el mes pasado los resultados en el área de alimentación de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2017).
“Los venezolanos están desarrollando estrategias de supervivencia, no para alimentarse adecuadamente, sino para sobrevivir. Cada vez resulta más difícil sustituir alimentos, apuntó Herrera sobre los resultados.
La Encovi reportó que el 64% de los encuestados han perdido en promedio 11 kilogramos en el último año.
“De los hogares con más inseguridad alimentaria, situados en el bloque de pobreza extrema, los que más han perdido peso son los que dicen que se acuestan con hambre, con un promedio de 11 kilos. Pero llama la atención que en la clase que pudiera aparecer con mayor seguridad alimentaria, el promedio de pérdida de peso es de 10 kilos. La situación nos está afectando a todos”, sostuvo.
Además, el 90% de las personas encuestadas manifestó que sus ingresos no son suficientes para comprar los alimentos.
DC / Panorama