Donald Trump recibirá este martes al príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán, una oportunidad para que el presidente estadounidense arremeta nuevamente contra el gran enemigo Irán, pero también para posicionarse sobre los cambios dramáticos introducidos en el reino sunita.
Diez meses después de su último encuentro cara a cara, en Riad, el jefe de la Casa Blanca, de 71 años, y el nuevo hombre fuerte del mayor exportador de petróleo del mundo, de 32, deben mostrar su buen vínculo y compromisos en la Oficina Oval.
Pero también deberían abordar los profundos cambios que tienen lugar en Arabia Saudita, interna y externamente: licencias de conducir para mujeres, purgas sin precedentes en nombre de la lucha contra la corrupción, la participación en la guerra en Yemen y el diferendo con Catar.
«Es increíble (…) Es el equivalente a toda una generación de cambios políticos concentrados en un período de menos de un año», dijo Lori Plotkin Boghardt, ex analista de la CIA que trabaja hoy en el Instituto Washington para la Política del Medio Oriente.
Muchas de estas decisiones «tienen un impacto en los intereses de Estados Unidos» en la región, agregó.
La cumbre que Washington espera celebrar este año con los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) podría resultar difícil de lograr en ausencia de una salida a la crisis con Catar.
Nombrado príncipe heredero en junio de 2017 por su padre, el Rey Salmán, «MBS» primero tiene la intención de vender su «visión 2030» para construir una economía en Arabia Saudita menos dependiente del petróleo y, para ello, atraer la inversión extranjera.
Riad está particularmente interesado en acelerar su programa nuclear civil. Objetivo: construir 16 reactores en los próximos 20 años, a un costo de alrededor de 80.000 millones de euros, de acuerdo con funcionarios y analistas.
Decididos a obtener transferencias de tecnología para la construcción, los sauditas deberían competir por completo y recordarles a sus interlocutores estadounidenses que China, Rusia o Francia también están entre los países en ese rango.
«Sería prácticamente imposible para el gobierno saudita aceptar condiciones que serían más bajas que las otorgadas por (el exmandatario Barack) Obama a Irán: la posibilidad de un enriquecimiento futuro (de uranio)», dijo a la AFP una fuente cercana al gobierno saudita.
– Guerra sangrienta en Yemen –
Estados Unidos y Arabia Saudita son aliados históricos, y desde Franklin Delano Roosevelt, todos los presidentes estadounidenses han tratado con los miembros de la familia real saudita.
Pero el apoyo incondicional de Trump a Riad, adonde realizó su primer viaje presidencial, ha cambiado el juego.
Ahí en donde Barack Obama llamó a no «perpetuar un enfrentamiento en el largo plazo con Irán», Donald Trump, que amenazó con abandonar el acuerdo de 2015 sobre el programa nuclear de Teherán para evitar que adquiera armas nucleares, optó por otro discurso. «Donde sea que vayamos en el Medio Oriente, es Irán, Irán, Irán, cada problema tiene un solo nombre, Irán», dijo hace unos días.
Incluso antes de poner el pie en suelo estadounidense, el joven príncipe también ha establecido el tono del encuentro, haciendo en una entrevista con la CBS un paralelo entre las ambiciones territoriales expuestas por el número uno del Irán chiita, el líder supremo Ali Jamenei, y las desplegadas por Adolf Hitler en la era del nazismo.
Y también lanzó una advertencia: si Irán desarrolla una bomba nuclear, Arabia Saudita seguirá el mismo camino, «lo antes posible».
Pero también se alzan voces para llamar a la Casa Blanca a no casarse incondicionalmente con todas las orientaciones del joven heredero y a no permanecer pasivos frente a la sangrienta guerra civil en Yemen.
Los combates entre hutíes, respaldados por Irán, y las fuerzas gubernamentales, respaldadas por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, han dejado casi 10.000 muertos y puesto al país al borde del hambre.
En una carta abierta a Trump, publicada a principios de marzo en The New York Times, el analista Thomas Friedman sugería que el mandatario esté atento y exija al futuro rey que participe en la modernización de la economía y las «estructuras social y religiosa» de Arabia Saudita.
DC / AFP