En un resultado sorpresivo para unos y otros, Costa Rica eligió al oficialista Carlos Alvarado para gobernar entre 2018 y 2022 y eludió así la llegada del movimiento evangélico al Gobierno de la República.
Aunque las encuestas hacían prever un resultado ajustado entre el Partido Acción Ciudadana (PAC, centroizquierda) y el confesional Partido Restauración Nacional (PRN), un primer informe del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) resultó contundente: 60,8% para el oficialismo y 39,2% para la oposición.
El primer corte se emitió dos horas después del cierre de las urnas con un 90% de los votos y mostró otro dato inesperado: la participación fue del 67% y supero a la 1ª ronda del 4 de febrero, cuando acudió a las urnas el 65,7% del padrón nacional.
Se dirime así una contienda electoral incierta y cambiante que dejó por fuera de la segunda ronda a los dos partidos históricos y configura una nueva era política. Además del debilitamiento de los partidos, se comprueba el poder de convocatoria de las fuerzas de origen evangélico, aunque no suficiente para alcanzar el poder en el Ejecutivo.
El discurso en defensa de los “valores cristianos” había ganado la 1ª ronda y copó la discusión electoral después del llamado explícito de Fabricio Alvarado por meter a Dios en la política, una idea con la que simpatiza una porción considerable de los costarricenses.
Aunque por momentos intentara moderar el mensaje, la propuesta del predicador Alvarado causó fricción entre sectores diversos, temor de la comunidad LGBTI e inquietud por la imagen del país en derechos humanos. No le bastó presentarse como un hombre salido de la clase popular y “con las manos limpias” ante la corrupción.
Carlos Alvarado, de 38 años, representaba entonces la carta de del sistema político a la que apostó la mayoría de los “ticos” en una jornada llena de incertidumbre. Además de los temas de fondo, había dudas sobre el efecto de la Semana Santa sobre la participación, pero la respuesta en los 2.000 recintos electorales fue sorpresiva.
Carlos Alvarado se presenta como representante de una nueva generación política y de una visión que trasciende las fronteras entre partidos políticos, pero sin salirse del camino tradicional de este país reconocido por su democracia y su sistema de bienestar.
“Esta elección nos ha confrontado con un espejo como país. Tenemos que leer esta elección así y entender eso profundamente. Como primer servidor del país, mi deber será unir esta republica para sacarla adelante”, exclamó el presidente electo al presentarse ante sus seguidores en la plaza Roosevelt del centro de Montes de Oca, el cantón universitario cuna del PAC ubicado al costado este de San José.
El ganador de la contienda celebró desde una tarima acompañado de su esposa Claudia Dobles, los dirigentes que fundaron el PAC en el año 2000 y representantes de la mayoría de los partidos políticos que quedaron fuera de la 2ª ronda. “Hemos entendido que ese es el mensaje que la ciudadanía nos ha dado: gobernar para todas y todos”, insistía Alvarado.
El oficialista triunfó a pesar de los cuestionamientos populares al gobierno de Luis Guillermo Solís, quien cuatro años atrás celebraba en esa misma plaza Roosevelt y prometía un “cambio” fuera de los partidos históricos y desgastados.
Fabricio Alvarado también prometía en esta elección “un cambio”, pero llevado a extremos que la población a fin de cuentas no aceptó de manera suficiente para llevarlo a Zapote, el distrito de San José donde se ubica la sede presidencial. El “fundamentalismo religioso”, como lo llamaba en campaña el oficialista, quedó fuera del Ejecutivo, aunque el PRN tendrá 14 de las 57 curules de la Asamblea Legislativa.
El triunfador, que contará con solo 10 diputados del PAC, tuvo palabras cordiales para su adversario y le agradeció la felicitación. Prometió una política inclusiva con todas las fuerzas políticas y sociales.
Así lo mostró Alvarado desde campaña con un acuerdo con el excandidato de derecha Rodolfo Piza (Unidad Social Cristiana, PUSC) y personajes relevantes del Partido Liberación Nacional (PLN), además de la reducida agrupación de izquierda Frente Amplio y otras figuras autónomas.
El ganador pidió la ayuda de otros partidos para atender cuanto antes el déficit fiscal que amenaza la sostenibilidad de las políticas públicas. Además, combatir el crecimiento de la desigualdad social, con zonas de menor desarrollo que en esta ocasión apoyaban más a Fabricio Alvarado. Pero no tanto.
DC / El País