A nivel del cerebro, la nicotina del tabaco actúa facilitando la liberación de neurotransmisores como la acetilcolina, la adrenalina y la serotonina, produciendo cierto grado de estimulación. Los fumadores aseguran que su inhalación los despierta y facilita la memoria. A su vez, aumenta las concentraciones plasmáticas de varias hormonas, como la cortisona y la hormona del crecimiento. De allí que suban la presión arterial, la frecuencia cardiaca y la concentración de ácidos grasos en sangre.
Por su parte, el monóxido de carbono del humo tiene un efecto oxidante sobre los lípidos de la placa de ateroma y los vasos arteriales. De allí que el ojo no puede permanecer ajeno al daño generalizado, especialmente en los diabéticos que fuman. Estos tienen un mayor riesgo de evolucionar hacia una retinopatía diabética por la alteración de la microcirculación y los vasos de la retina (el órgano receptos de las imágenes, que es una prolongación de nuestro cerebro).
Aquellos que padecen una inflamación ocular, conocida como uveítis, suelen soportar un curso más grave de dicha afección que puede ocasionar severa pérdida de visión.
También el glaucoma es otra afección que se agrava en los fumadores por el mismo fenómeno oxidativo de las neuronas del nervio óptico, las alteraciones de la microcirculación. La nicotina los hace más vulnerables ante los cambios que impone el aumento de la presión ocular.
Las personas que padecen ojo seco (déficit en la cantidad o calidad de las lágrimas) ven empeorada su condición cuando fuman.
De más está decir que la nicotina afecta al embarazo y las mujeres que fuman tienen más posibilidades de tener un parto prematuro, razón por la cual los niños nacidos en tal circunstancia tienen mayor probabilidad de sufrir una retinopatía del prematuro, grave afección que puede conducir a la ceguera del niño.
Es de destacar la estrecha asociación entre el cigarrillo y la maculopatía seca relacionada con la edad (la perdida de visión central por la afección de la parte de más sensibilidad de la retina que se llama mácula), que es una de las causas más frecuentes de perdida de visión en los adulto, aunque raramente llegue a la ceguera. Los fenómenos oxidativos propios de la nicotina favorecen la muerte celular del epitelio pigmentario, la capa de la retina que se deteriora en esta afección.
Los fumadores con predisposición a la maculopatía (que se hereda) tienen cinco veces más riesgo de padecerla, como lo demostró un estudio de Blue Montains en Australia.
El cigarrillo solo es aliado de la muerte, ¿vale la pena tanto riesgo por una gratificación efímera?
*El doctor Omar López Mato es médico oftalmólogo
DC / DERF