El malestar de los venezolanos por la falta de agua, irónicamente, se desborda. Una incertidumbre más con la que lidian a diario los ciudadanos del país sudamericano es la de si al despertar del grifo saldrá agua para bañarse. El jueves en la noche los vecinos del Palacio de Miraflores, desde donde gobierna Nicolás Maduro, en el centro de Caracas, se concentraron para protestar porque desde hace tres meses el suministro escasea como pasa con casi todo en Venezuela. Una multitud cruzó la alambrada, las barricadas de protección y sorteó a los guardias que custodian el edificio, un sitio al que la oposición ha intentado llegar en sus intensas jornadas de protestas masivas, pero que siempre ha estado vetado.
Por Florantonia Singer
“Será que Maduro baja su poceta con tobos [cubos de fregar] como hacemos nosotros”, increpaba una mujer en los vídeos que corrieron y se hicieron tendencia en las redes sociales. Allí se mantuvieron varias horas frente al despacho de Maduro. La comunidad de La Pastora, vecina de todos los presidentes del país desde hace más de un siglo, clamaba porque el agua llegara por las tuberías y no a través de los camiones cisternas con los que el gobierno ha intentado paliar la sed de ese sector, que es la misma de casi toda la capital y gran parte del país, donde se han intensificado los racionamientos que dejan a comunidades más de un mes sin suministro. “¡Agua de chorro!”, era la consigna.
Los guardias nacionales intentaron mediar con los manifestantes para protestaran unas cuadras más allá del Palacio. Al final, la instrucción se giró. El agua comenzó a llegarles, y por los grifos, cuatro horas después de haber trancado la avenida y la protesta se disolvió antes de la medianoche. Maduro, que esta semana comenzó la campaña para su reelección, no ha hecho mención al tema, aunque este viernes vía Twitter ordenó la intervención de la empresa hidrológica del estado Mérida, también con problemas, pero en manos de una gobernación opositora.
Pero solo esa protesta fue aplacada. Ese mismo jueves en la mañana, vecinos de una urbanización en el este de la ciudad también cerraron el paso de vehículos durante todo el día por la misma causa. Pero ellos no recibieron agua. Tampoco los de un barrio cercano que este viernes decidió tomar acciones más radicales y se apostó en la autopista Prados del Este, una vía expresa de alta circulación, para reclamar su derecho a tener agua.
La piscina vacía
A diario las cuadrillas de la empresa estatal que suministran el agua intentan atender los reclamos que se disparan de un sector a otro, y que van acompañados del reporte de enormes chorros que se multiplican en las calles de Caracas como géiseres en el asfalto, producto de las roturas de los tubos. Y el problema afecta a varios estados del país.
Esta semana, el polémico gobernador chavista del estado Carabobo, Rafael Lacava, investigado por el supuesto ocultamiento de fondos en la Banca Privada de Andorra, colgó un vídeo en sus redes sociales exigiendo a las autoridades de la hidrológica de esa provincia, que forma parte del gobierno al que es afín, que solventara la crisis que le impedía llenar la piscina de la residencia oficial, la cual mostró completamente vacía ante la cámara de su teléfono móvil.
Pero la crisis de los servicios públicos genera otro tipo de pesares a la población, en medio de una economía hiperinflacionaria. Soledad Pérez dice que le ha tocado salir a protestar en pijama por no tener ropa limpia. “Nosotros somos una clase media empobrecida que no tenemos para pagar cisternas. El acceso al agua es un derecho que está en la Constitución”, decía la mujer el jueves cuando protestaba con un megáfono en Los Samanes, una urbanización del este de Caracas.
La Patilla