Los medios de comunicación de Nicaragua han calculado que hay unas 140 estructuras de metal conocidas como “árboles de la vida” instaladas sobre todo en la capital, Managua, por disposición de Murillo, pese a las críticas de la población, que los desprecia por su inutilidad y costo, calculado extraoficialmente en 25.000 dólares cada uno, sin incluir los costos de energía eléctrica al año.
En los últimos 11 días, durante las protestas que han provocado al menos 35 muertos en Nicaragua, los manifestantes han derribado alrededor de cinco “árboles de la vida” de las principales rotondas. Botarlos, a criterio de la exguerrillera Mónica Baltodano, es una especie de reivindicación porque simbolizan el poder de Rosario.
“Simbolizan también la perversidad y la vanidad de su autora. Expresan la subordinación de las instituciones, conducidas a producir las estructuras para satisfacción de los caprichos. Los jóvenes derribaron esas estructuras como símbolo del poder que se quiere derribar. El del Chayo – Orteguismo”, dice.
Cuando Baltodano habla de Chayo-Orteguismo se refiere al poder de la pareja presidencial, de Daniel Ortega y de Rosario Murillo, quienes se unieron en la década de los 70, cuando él era un guerrillero exiliado en Costa Rica, y hoy conforman un inusual matrimonio. El único en Latinoamérica que gobierna un país. Al mejor estilo de la famosa serie televisiva “House of Cards”, de Netflix.
La compañera
Murillo se hace llamar “la compañera”. En cualquier parte del país, si alguien habla de la compañera está refiriéndose a ella. A él todos le llaman “Comandante”, pese a que entre los antiguos Comandantes de la Revolución, que dirigieron la Revolución Sandinista en los años 80, él fue quien tuvo menos trayectoria guerrillera. Es candidato presidencial desde 1984. Dejó el poder en 1990 y regresó en 2006. También es el Secretario General del partido en el gobierno, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Cada mediodía los nicaragüenses escuchan a Murillo en al menos cuatro televisoras y la misma cantidad de radios que son controladas por sus hijos o personas afines a la familia. Da información sobre el clima, sobre lo que están realizando todas las instituciones de Gobierno, detalla si hubo sismos, su magnitud y epicentro, o bien, si el Ministerio de Salud está realizando alguna jornada de vacunación, si se han registrado muertes maternas, si se construirá algún edificio público y cuántos muertos por accidentes de tránsito hay, ¿sobre qué no informa la compañera? Si se requiere una versión oficial sobre algo se debe escuchar cada mediodía su discurso. Ningún funcionario tiene autoridad para dar declaraciones, solo ella, quien también habla en nombre del Presidente de la República y en ocasiones recuerda qué santo se celebra cada día.
Rosario Murillo entró a la escena política tardíamente.
En su juventud fue la secretaria personal del mártir de las libertades públicas y director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro. Tiene nueve hijos con Ortega y en la década de los 80, mientras él gobernaba, dirigió la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC), un organismo paralelo al Ministerio de Cultura, que dirigía el poeta Ernesto Cardenal. Ella también es poeta, habla varios idiomas y fue educada en Inglaterra y Suiza.
Él entró desde muy joven a la lucha contra la dictadura somocista, estuvo encarcelado y fue torturado.
Salió libre tras el famoso asalto al Palacio Nacional, en 1978, dirigido por Edén Pastora y Dora María Téllez.
Desde entonces se refugió en Costa Rica. Fue uno de los nueve comandantes de la Revolución Sandinista y en 1984 lo eligieron Presidente. Perdió el poder en las elecciones de 1990, al enfrentarse con Violeta Barrios de Chamorro, viuda del Mártir de las Libertades Públicas, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, asesinado en 1978. Tras la derrota electoral, Ortega se dedicó a “gobernar desde abajo” y a refundar el partido, erigiéndose como su secretario general. Su eterno máximo dirigente.
Entre 1990 y 2006 gobernó desde abajo, ya que tuvo el control de sindicatos, transportistas y movimientos estudiantiles, que con protestas podían paralizar al país. Sus conocidos lo describen como un hábil negociador.
Sus críticos aseguran que pasó de ser guerrillero a un corrupto que amasa una fortuna y que ha pactado con antiguos adversarios para permanecer indefinidamente en el poder. Ortega conduce un Mercedes Benz, tiene el control de todos los poderes del Estado y sus hijos están en puestos gubernamentales.
El regreso
Desde que Daniel Ortega regresó al poder en las elecciones generales de 2006 ha estado rodeado por su familia. Entre 2007 y 2016 Rosario Murillo ostentó el cargo de coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, una instancia creada bajo su mandato que funciona en la práctica como una Primer Ministro todopoderosa, que a su vez tiene las funciones de vocera presidencial.
En vísperas de las elecciones presidenciales del año 2011, Ortega, amparándose en el control total del Poder Judicial, logró que ésta le eliminara los candados constitucionales que le impedían reelegirse y permanecer en el poder. Luego el Poder Electoral, también bajo su control férreo, “acató” la sentencia judicial y le permitió competir y triunfar.
Posteriormente, en 2013, los diputados del Frente Sandinista en la Asamblea Nacional –de mayoría aplastante reformaron la Carta Magna y establecieron la reelección presidencial indefinida.
Para los comicios generales siguientes, de 2016, Ortega ya no necesitó conceder el cargo de vicepresidente a ningún aliado político. El 2 de agosto de 2016, ambos se presentaron a las instalaciones del Consejo Supremo Electoral (CSE). Ya se sabía que Ortega sería el candidato presidencial del Frente Sandinista y la gran incógnita era quién sería su compañero de fórmula.
“¿Quién va a asumir la vicepresidencia para continuar el buen gobierno en este país, para continuar trabajando por la paz, por la estabilidad? ¿Quién?”, preguntó Ortega en un acto improvisado frente a decenas de jóvenes uniformados con camisetas blancas, que pertenecen a la Juventud Sandinista.
De inmediato respondió: “No podíamos dudar que tenía que ser una mujer, ¡y quién mejor que la compañera que ha realizado ya una labor puesta a prueba, con mucha eficiencia, con mucha efectividad, con mucha disciplina, con mucho sacrificio! ¡sin horario!”. Se refería a su esposa, Rosario Murillo.
¿Cómo es que Nicaragua llegó a estar gobernada por un matrimonio? Hugo Torres, general en retiro, y quien fue el guerrillero número 1 que encabezó la acción política y militar que liberó a Ortega de la cárcel, tiene una explicación: “Rosario Murillo siempre tuvo la ambición de ser la Presidenta y ha venido arrancando cuotas de poder, sobre todo desde que defendió a Daniel Ortega de las acusaciones de violación que le hizo su hija Zoilamérica”.
Dichas acusaciones fueron realizadas por Zoilamérica Narváez en 1998, ella es hija de Murillo e hijastra de Ortega.
“Ahí él firmó un cheque en blanco, y ella se dio a la tarea primero como primera dama de acumular rápidamente poder. Fue desplazando a la vieja militancia sobre la cual ella no tenía autoridad y lo fue sustituyendo por jóvenes, hijos algunos de esa vieja militancia, y fue estableciendo una relación política cercana, de esa manera se fue creando un ejército de incondicionales”, agrega Torres.
Ambos han gobernando descansando en tres soportes: primero, la millonaria ayuda venezolana que desde 2006 hasta 2016 llegó a manos llenas y sin control alguno; segundo, el control férreo de los poderes del Estado junto a la Policía Nacional y el Ejército de Nicaragua y; tercero, un modelo de diálogo y consenso con el gran capital nicaragüense.
“Una especie de compadrazgo”, dice Hugo Torres refiriéndose al último. Este modelo ha garantizado que la economía crezca y que haya estabilidad en el país, pero se rompió hace dos semanas debido a las reformas a la seguridad social.
“Estableció una política de consenso que rompe abruptamente con la firma de este decreto que reforma la seguridad social, un atentado contra los trabajadores y la empresa privada, sobre todo los medianos y pequeños empresarios. Ortega actuó con la lógica de: no tengo remedio ni tiempo ni paciencia, lo que no esperaba es que los jubilados salieran a las calles y es así como se comienzan a dar las primeras manifestaciones. Eso enardeció a los estudiantes y se da una represión salvaje que enfureció más a la población. Eso obligó a la cúpula del sector empresarial a endurecer su discurso”, analiza Torres.
Hoy Nicaragua cumple 11 días de protestas. Más de 35 personas han fallecido. Los presos ya han sido liberados: fueron dejados en veredas, rapados y descalzos. Los organismos de derechos humanos advierten que aún hay desaparecidos. En las calles los manifestantes, quienes ya no están siendo reprimidos, alternan entre sus consignas una que resuena: “¡Qué se vayan!”. Le hablan a Ortega y a Murillo.
La Patilla