Un olor a polvo de metal, un balón, piezas en latón y en plata, el ruido de las prensas, oro disuelto y el ‘toc, toc’ del martillo sobre uno de los objetos más conocidos del planeta: el trofeo del Mundial de fútbol acude a su casa lombarda para lucir como el primer día.
«Cuando el original regresa a casa siempre supone un sentimiento especial, pese a que veamos la réplica todos los días. El original es el original. Es como ver la Gioconda o una copia de la Gioconda. La emoción no es igual», cuenta Valentina Losa, directora de Bertoni.
La pequeña empresa fundada por su bisabuelo -unas oficinas, un taller y 12 empleados en total- está instalada en una zona industrial de Paderno Dugnano, muy cerca de Milán.
Fue en este rincón de Lombardía donde el trofeo del Mundial fue diseñado y creado en 1971 por Silvio Gazzaniga, escultor y director artístico de la empresa, ayudado por Giorgio Losa, el padre de Valentina, que le sugirió reemplazar en la parte superior del trofeo un balón por un globo terrestre.
«Brasil acababa de ganar la Copa Jules Rimet (el anterior trofeo del Mundial) por tercera vez y la FIFA lanzó un concurso para tener un nuevo trofeo», cuenta Valentina Losa, delante de una foto dedicada de Franz Beckenbauer, primer capitán en haber levantado el cielo la nueva copa, en el Mundial de 1974.
«Hubo 53 propuestas procedentes de todo el mundo. Pero nosotros éramos los únicos en haber hecho un modelo, un producto físico, aunque no estuviera terminado. El hecho de tenerlo delante de los ojos, no solamente un dibujo, jugó en nuestro favor. Es un objeto bello», sonríe.
Cada cuatro años, ese «objeto bello» de 38 centímetros y poco más de seis kilos de oro macizo y malaquita regresa a casa.
La FIFA es la única propietaria del trofeo original, pero entre un Mundial y el siguiente confía a Bertoni y a sus expertos el cuidado del mismo para que brille y luzca como el primer día.
«Durante cuatro años, es transportado, expuesto. Se daña un poco. Nosotros le devolvemos su estado», explica Pietro Brambilla, uno de los ocho obreros especializados del taller de Bertoni.
El fútbol no le procura «ninguna emoción», admite, pero sí cuando ve al capitán del equipo campeón recibiendo ese trofeo.
«En ese momento se me escapa una lágrima. Ha estado entre mis manos y sé la emoción que brinda», explica. «Es un sentimiento increíble. Pocas personas en el mundo pueden decir, como nosotros, que hemos tenido esa copa entre las manos», dice.
– A ojo –
Además de la restauración del modelo original, Bertoni se encarga de fabricar para cada torneo una réplica única, que el equipo vencedor podrá conservar.
Esa réplica no es de oro sino de latón. Una vez fundido y moldeado, el trofeo se somete a diferentes tratamientos antes de su baño en oro de 24 quilates.
«Lo hacemos a ojo. Cuando vemos que está bonito, lo sacamos», explica Ahmed Ait Siti Abdelkader, otro de los trabajadores de Bertoni, antes de poner un barniz que protegerá la copa del frío y del calor y que le permitirá conservar el brillo durante casi diez años.
«La Copa del Mundo es diferente. Fabricamos aquí muchas cosas, para África, para el Golfo, Europa, Centroamérica… Pero ésta tiene un efecto excepcional, diferente a todas las demás», asegura.
El 15 de julio, Neymar, Lionel Messi, Sergio Ramos u otro futbolista levantará al cielo de Moscú el trofeo, pero unos meses más tarde estará de regreso en Paderno Dugnano.
«Es un trofeo tan deseado que cuando los jugadores lo conquistan, lo miman y aprovechan. Quizás en exceso. A veces vuelve con un poco de trabajo por hacer», cuenta Valentina Losa.
¿Algún equipo campeón se pasó en sus celebraciones con el trofeo? «Digamos que en 2006 los italianos lo celebraron mucho», apunta.
DC / AFP