Se me hace difícil entender la actitud mediocre en la que viven algunos coterráneos, quienes sin vergüenza alguna llevan con orgullo un ruinoso rancho sobre sus cabezas que termina perjudicando a la mayoría.
Generalmente suelen llamarlos vivos, otros osan decirles brutos, pero lo cierto del caso es que, debido a su repugnante cualidad, nos hacen parecer a todos como cochinos del mismo fango.
Esa pobreza mental la ha aprovechado el régimen a su antojo para tener el control total, pues, hemos sido capaces de vender a nuestras madres por una mísera dádiva, convirtiéndonos en socios comanditarios de esta trágica experiencia agravada.
El venezolano, acostumbrado a hacer alarde de sus dotes de “hablador de huevonadas”, se hace ver como experto en política y, en cualquier tertulia callejera, trata de imponer criterios personales dizque para socavar la actual crisis.
La extraña experiencia lumínica que por lo general invade a esos grandes pensadores sólo dura pocos minutos. Viene acompañada de un usual brote de lágrimas que eriza tanto la piel como las tetillas en ambos casos, luego de observar incrédulos un mensaje que llega al portentoso móvil del dinero regalado a través del carnet de la patria, el cual les cambiará la vida para siempre.
En ese preciso momento se olvida lo expresado anteriormente. Y mientras unos gritan felices porque salieron favorecidos en el detestable programa social, otros aplauden celebrando la llegada de la luz eléctrica como si se tratase de un magno evento mundial.
Me lamenta que se haya cambiado la honrosa costumbre de conseguir objetivos y metas sobre el sacrificio personal o laboral. El facilismo del sistema y la regaladera ominosa han degradado al venezolano a su mínima expresión, haciendo que éste se sienta merecedor de todo aquello que desee.
Observo con repudio cómo el pueblo continúa festejando la llegada de la caja del Clap al hogar; dicha acción más que favorecer a los ciudadanos nos indica que vamos de mal en peor. La conciencia colectiva muchas veces vendida al mejor postor, está a punto de morir ahogada en un vaso de “Cuba libre” de la peor cosecha vista.
A pocos días de celebrarse los comicios del 20 de mayo dónde descaradamente se le está dando legitimidad a un proceso fraudulento, además de conocerse desde ya la tendencia irreversible del ganador, me pregunto: ¿Será que la inteligencia criolla nos fundió el cerebro, o simplemente nos encanta hacer el ridículo?
DC / Prof. Daniel Hernández Luengo / Escritor / dahlpahg@gmail.com / @danielovtsky