Tres muertos por paludismo en un espacio de tres meses contabilizan los habitantes del sector Los Olivos II, como resultado de una epidemia que mantiene en vilo a los moradores del populoso sector ubicado al oeste de Porlamar. La enfermedad, que estuvo erradicada hace 30 años en Venezuela, registró2.500 casos en la región, al cierre de 2017, según reportó José Antonio Narváez, presidente del Colegio de Médicos del Estado Nueva Esparta a principios de este año, informó nota de prensa.
Llegar a Los Olivos es fácil: Se sigue derecho por la avenida José Asunción Rodríguez, en sentido Porlamar-Punta de Piedras, frente a la urna abandonada,en plena vía, sobre el montón de escombros. Justo en ese lugar y durante los dos primeros días de esta semana, decenas de familias dejaron sus quehaceres y tomaron la autopista conocida como la entrada de Porlamar, para protestar con insumos tomados de la basura que los desborda y con palos, cauchos y piedras, paralizaron el tráfico.
Denuncia ante Orpanac
Las redes de Observadores Ciudadanos denunciaron a la Organización para la Prevención Nacional de la Corrupción (Orpanac) que son tres los fallecidos por esta enfermedad. Los Olivos, junto con Coconut y La Isleta, del municipio Mariño, son los sectores donde se encuentran concentrados el grueso de casos.
“En esta comunidad hay gente muriendo por paludismo. Hay que madrugar en una cola para intentar conseguir el tratamiento. Llevamos ya tres fallecidos: dos adultos y una niña de apenas 4 años. Dicen que llegan las medicinas, pero no las vemos. Alguien se las lleva”, expone Maikol Sánchez, habitante del sector.
Con apenas 25 años de edad, Sánchez sostiene que la situación se ve empeorada por el hambre. “No tenemos qué comer. La crisis está obligando a los jóvenes a dejar los cuadernos y hundirse en la basura. Estamos protestando en la calle porque además hace tres meses pagamos la caja del Clap (Comités Locales de Abastecimiento y Producción)y no llega. Le reclamamos a la jefe de calle y la respuesta que obtuvimos es que nos esperemos o nos muramos de hambre”.
En lo que va de año, Orpanac, a través de su Observatorio de Gestión Pública, ha recibido 15 denuncias relacionadas con la falta de servicios públicos y suministro de alimentos subsidiados por el Gobierno venezolano. También reporta quejas a través de su programa diario de radio Conexión Ciudadana por la señal 94.9 FM.
Los vecinos se sienten desasistidos porque creen que los recursos tanto para salud como para alimentación se diluyen por alguna vía y no hay responsables. “Me veo en la necesidad de enviar a mi hijo de 12 años al colegio sin desayuno. Ni siquiera una arepa sola le puedo dar, pero tampoco lo puedo dejar de educar y esta no es una decisión fácil de tomar”, reflexiona Hortensia Mayo, quien dijo que no salió a la protesta, porque su asma se lo impide y la rabia llevó a los vecinos a quemar cauchos.
Su vecina Marwilly Núñez hace otra denuncia: “Yo creo que tomaron el efectivo y lo vendieron. Ese es otro negocio que existe”, a lo que agrega Mirla Urbano “es que no hay otra explicación cuando te cobran un plata de un Clap que no llega. Hace más de un año nos engañaron con cuatro kilos de arroz que nunca llegaron y no queremos que esto vuelva a suceder”.
Vertedero a cielo abierto
El caos de la basura es otro monstruo con el que luchan. Desde que cerraron el contiguo vertedero de El Piache, en marzo de 2016, camiones de todo tipo descargan escombros en los alrededores del sector habitado por más de 300 familias. “Yo tengo tres hijos y me duele ver cómo los niños se meten a buscar qué comer entre la basura”, expone con angustia Wilmary Núñez, otra víctima del paludismo.
“Estuve tres meses hospitalizada y me tuve que ir vía Chacopata a tierra firme. En ese tiempo, mis hijos estuvieron sin clases porque no había nadie que los pudiera atender”, prosigue Núñez y explica que en su casa, su mamá y hermana sufrieron la enfermedad al mismo tiempo que ella.
La inmundicia creada en los alrededores hace que erradicar el vector transmisor del Paludismo sea una tarea casi imposible. De nada valen las medidas que se toman en las impolutas casas, de pisos brillantes y limpios. “Es que a la entrada nos lanzaron hasta urnas del cementerio” denuncia con impotencia Núñez, una margariteña de 26 años.
Aunque existe un nuevo vertedero conocido como Agua de Paloma, en el municipio Díaz, el uso, la desidia y la falta de vigilancia de los entes competentes, hace que la comunidad de Los Olivos continúe sumergida entre escombros y pasen a engrosar las estadísticas que arrojan una media de 50 casos diarios de paludismo en la región.
DC | El Sol de Margarita