El pasado 28 de noviembre de 2017 fui a la Universidad de Miami para una juramentación de defensores activos del Foro Penal que contaría con la presencia de Alfredo Romero. Debido a que no tenía carro y las distancias en esta ciudad son tan largas llegué cuando el evento ya había empezado pero a tiempo de escuchar la ponencia de Romero.
Desde hacía meses que deseaba escribir sobre el Foro Penal pero viviendo el sueño americano en el que hay que esforzarse para encontrar el tiempo para descansar, con tanto trabajo, no había encontrado el momento ni para investigar al respecto.
De allí, que cuando Romero comenzó a hablar como todo un profesor experto en la materia, yo me convertí en su alumna más atenta. Su introducción, bien memorizada, se encuentra en la página web del Foro Penal:
La organización no gubernamental Foro Penal está constituida como Asociación Civil conformada por una Junta Directiva, presidida por un Director Ejecutivo. En cada estado de Venezuela existe un Coordinador Regional. El equipo de abogados que integran formalmente el Foro Penal presta sus servicios pro bono en la asistencia jurídica de personas detenidas arbitrariamente. Contamos además con abogados que fungen como colaboradores eventuales, a nivel nacional.
El Foro Penal cuenta también con una red que supera los 4000 voluntarios, activistas no abogados, que conforman el grupo de “Defensores Activos” de la organización y que actúan en la promoción del respeto a los Derechos Humanos y la asistencia a víctimas y familiares. (Ver: https://foropenal.com/nosotros/#que-es-foro-penal)
En síntesis, eso es el Foro Penal, sin embargo; teniendo a su Director Ejecutivo en frente no pude perder la oportunidad de acercarme, tomarme una foto y pedirle su número de teléfono para invitarlo a la presentación de mi libro en la URBE a escasos dos días.
Sabía que sería muy poco probable que asistiera a mi evento por lo que no me sorprendió su ausencia. Un par de días después, el dos de diciembre, cumpleaños de mi papá, me sentí muy melancólica porque nuevamente me había quitado el habla y no quiso que ni lo felicitara. Me ocupé todo lo que pude, haciendo alguna labor social pues, había aprendido que ante el dolor nada como ayudar a los demás. Ya en la noche y en la soledad de mi cuarto, me acordé de Romero, le envié unas fotos del evento con un simple mensaje: “lástima que no fuiste”.
Para mi asombro y fascinación, me contestó disculpándose, diciéndome que realmente lo tenía pendiente y que deseaba leer mi libro. Luego intentamos cuadrar para entregarle una copia pero con su agenda tan apretada fue imposible vernos, aunque con ese hermoso detalle, me había despertado aun más la curiosidad de escribir sobre aquel hombre detrás del Foro Penal.
Mis objetivos eran muy claros, pero la vida real es muy dura y suele desenfocarnos con el intenso trabado y las cuentas por pagar. El 7 de diciembre, me desperté con una terrible noticia, Wendy Bandera, una joven periodista venezolana de 25 años de edad había sido puñaleada por su esposo en Miami.
Esa tragedia me afectó terriblemente, no solo por ser compatriotas si no porque eran primos segundos, se conocían de toda la vida y a pesar de ello, su relación terminó mal, muy mal. A mí me habían juzgado muchísimo por haberme casado tan rápido y además por la iglesia. Por mucho tiempo tuve que soportar los reproches de gente “muy santa” y “libre de pecado”, casadas o no, pero con una lengua más afilada que una hojilla.
Esa noticia la compartí con varios amigos pero solo uno, a pesar de no ser realmente mi amigo, me contestó lamentando la muerte de esa pobre muchacha. Su mensaje, como siempre fue breve pero muy consolador y es que Alfredo Romero, siente a cada venezolano que está dentro o fuera de Venezuela como un hermano a quien desea volver a ver feliz en esas tierras que nos parió.
El 7 de enero volví a escribirle para felicitarlo, ya eran 49 años, y aunque no me lo dijo me imagino que al verse al espejo habrá recordado las palabras de su padre: “luego de los 30 la vida se hace muy corta”. Sé que estuvo por aquí, en Miami, pero de nuevo tan atareado; me quedé con las ganas de entregarle el libro.
Una semana después, celebramos la fiesta de la Divina Pastora, una marea de sentimientos encontrados llenaron mi alma. Los recuerdos de mi familia y amigos con quienes cada año caminábamos una de las procesiones más grandes del mundo. Luego de tres años y medio en el exilio por haber participado en las protestas del 2014 no podía dejar de orar por los presos políticos, sus familiares y sus defensores, casi todos del Foro Penal, quienes han asumido el riesgo de vivir cada día para el bienestar de otros en una sociedad en la que ser opositor al gobierno es casi como una sentencia de muerte.
Así nos despertamos el 15 de enero con unos videos perturbadores de Oscar Pérez pidiéndonos ayuda porque estaban rodeados. Pérez era el policía piloto más buscado por el régimen de Nicolás Maduro por haberse revelado en su contra públicamente y desde un helicóptero mostrado una pancarta con el número 350 haciendo referencia al artículo de la Constitución Nacional que declara que el pueblo desconocerá cualquier régimen que viole los Derechos Humanos.
Ese día, el mundo entero fue testigo de la masacre más horrenda y descarada de un tirano, Oscar Pérez luego de rendirse fue asesinado junto con sus compañeros entre los que se contaban civiles. Mis vecinos, todos cubanos, me contaron que ni Fidel había sido tan malo porque a la final siempre negó sus crímenes. No como Maduro y sus compañeros quienes públicamente se glorificaron de su supuesta proeza.
Ese crimen me hizo acostarme entre lágrimas y levantarme con ellas. Habíamos abandonado a unos compatriotas en las manos de un carnicero y en las redes sociales de lo único que se hablaba era que nos habían matado nuestra única esperanza y que jamás saldríamos de esa dictadura, lo cual me niego a creer porque mientras Dios esté vivo todo es posible.
Entretanto al frente de toda esa tragedia, abogando por los derechos de las víctimas y de sus familiares, se encontraban nuevamente aquellos héroes del Foro Penal. Alfredo Romero, desde un principio con esa templanza que lo caracteriza dio a conocer vía Twitter que estaban evaluando los hechos y las evidencias para emitir un pronunciamiento, que no se hizo esperar, así como tan poco el dedicarle su programa de radio de los martes trasmitido por RCR (Radio Caracas Radio) y que el resto del mundo puede seguir por Periscopé.
Mi corazón estaba roto en mil pedazos pero nuevamente viendo a Romero en acción haciendo su trabajo, sacrificando horas de sueño y de tiempo con su esposa y sus hijos, me hicieron activar y reanudar mis labores sociales; sin duda, escribir sobre uno de los hombres más destacados a nivel nacional e internacionalmente era un gran reto y privilegio.
Sin embargo, trazar la biografía de Alfredo Romero desde la distancia y teniendo tan poco tiempo para poder entrevistarlo me hicieron buscar alternativas. Siempre había pensado que la mejor forma de conocer a un artista era por medio de su obra y por suerte, Romero es canta-autor y en su página web: www.romeroalfredo.com se encuentran disponible doce de sus canciones.
Al escuchar y analizar cada una de esas piezas musicales descubrí al hombre romántico y apasionado quien se inspiró en su esposa para escribir por lo menos cinco de ellas. En sus obras también florece su amor por Venezuela y las tristes historias que han venido enlutando a nuestra nación y a su propia alma al tener que despedirse de su papá para quien escribió los hermosos versos de El Señor de Carayaca.
Otro de los privilegios que he tenido al estudiar la vida de Romero, fue leer su libro “De Muerte en Vivo: Historias Reales de una sociedad en crisis”, con el cual me sumergí en las profundidades de su corazón al revivir el entierro de su padre Alfredo Romero Amar, así como también, de las penosas realidades de algunos perseguidos políticos, presos e incluso asesinados por el régimen.
Cada historia relatada en su libro nos confronta a una realidad espantosa propia de cine-ficción y con la cual nos sentimos de alguna u otra forma identificados simplemente por haber salido a protestar y levantar nuestras voces en contra de un régimen que no tiene piedad con millones de personas quienes deseamos un futuro mejor para Venezuela.
Romero nació en la ciudad de Caracas, estudió Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello, realizó una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown, Washington, DC y otra en Derecho Público Financiero en la Universidad de Londres.
Es socio de la firma de abogados Himiob Romero en la que comparte liderazgo con su buen amigo Gonzalo Himiob Santomé, además es profesor de Derecho en la Universidad Central de Venezuela, de la Universidad Católica Andrés Bello y forma parte del equipo de académicos y expertos del Centro de Derechos Humanos (Carr Center for Human Rights Policy) de la Universidad de Harvard.
Recibió el Premio Robert F. Kennedy Human Rights 2017 y con total humildad dijo que el galardón representaba un reconocimiento a las víctimas que están en las rejas, en el exilio o que han perdido a un ser querido y se lo dedicó a todos los miembros del Foro Penal, su familia y los venezolanos quienes han creído en ellos.
Y es que más allá de los premios y reconocimientos que ha ganado Alfredo Romero alrededor del mundo por su trabajo como defensor de los Derechos Humanos, lo que lo caracteriza y lo distingue es su pasión por el bienestar de las personas, en especial de los más necesitados, razón por la que dejó la comodidad de las finanzas para fundar la Asociación Civil Vive (Victimas Venezolanas de Violaciones a los Derechos Humanos) que posteriormente se fusionó con el Foro Penal, desde el cual ha asistido a miles de personas de forma directa e indirectamente.
Su labor social le ha cambiado la vida, incluso, a un grupo de indígenas en la región zuliana, donde moría un niño por día por desnutrición, realidad que documentó con ayuda de su equipo de Pon tu Denuncia, sección de la Entrevista del Observador de RCTV (Radio Caracas Televisión, otro medio opositor al régimen cerrado en revolución) y que posteriormente mostró a Patricia Velázquez quien hoy en día los ayuda por medio de su fundación.
Por lo que en definitiva, para mí, Alfredo Romero es un ángel y al ritmo de su canción “Que no pase”, respiro y dejo que el viento toque mi cara mientras reflexiono en su vida amenazada directamente con armas para conformarse con esos abrazos de felicidad de las personas que salen de las cárceles. Un ángel que necesita de nuestra ayuda porque como dijo Oscar Pérez: “Los buenos somos más pero estamos dispersos”, por lo que nos urge unirnos y persistir hasta que nuestras acciones sean más fuertes que nuestras palabras, nuestras oraciones escuchadas y nuestro legado sea la libertad.
DC / Nasbly Kalinina / @nasbly