Una vez más los pueblos de latinoamérica levantan su voz, lanzando su grito, pidiendo democracia y libertad, una vez más nuestros vecinos con sus acciones se defienden y nos defienden de darle más largas a la debacle que lamentablemente nos azota y pusieron sus barbas en remojo. Estemos claros, no se trata de una posición diplomática de ayuda a los hermanos que compartimos fronteras y realidades enormes. No es eso, es más allá, es evitar la metástasis del peor cáncer socio político que haya enfermado a nuestra América y en especial a la soñada Gran Colombia de nuestro Libertador.
La hermana república de Colombia, atraviesa desde hace décadas una tensa situación protagonizada por la guerrilla y el narcotráfico. La violencia política y la persecución de líderes sociales no son ajenas a los colombianos, especialmente, contra los candidatos y líderes de fuerzas alternativas y partidos no tradicionales. En esta oportunidad, tras el acuerdo de paz suscrito por Juan Manuel Santos con las FARC, éstas ingresaron como movimiento político aun cuando se retiraron por el asesinato de varios de sus líderes, marcando una particular situación que se debatió en la primera vuelta y que tuvo sus secuelas en el proceso celebrado el pasado 17 de junio. El desplazamiento de millones de colombianos durante 40 años, se dió como consecuencia del terror qué significa el haberse vistos invadidos por las mafias del narcotráfico y la guerrilla. Huyeron protegiendo a sus familias teniendo cada segundo de que reclutaran y secuestraran a sus hijos menores para incluirlos en sus entrenamientos de violencia y destrucción absoluta de los valores.
Es inevitable el hecho de que cuando sucede algo en Colombia resuena directamente en Venezuela y viceversa. La grave crisis política, económica e institucional que con creciente intensidad golpea a Venezuela también se instaló en el debate público de Colombia. La huida masiva de venezolanos, al hermano país, hizo saltar todas las alarmas gubernamentales a principios de año, tratando de ofrecer una respuesta humanitaria a estas oleadas migratorias nunca vividas por Colombia. La crisis económica venezolana, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), tiene consecuencias dramáticas para los venezolanos y también, efectos aún desconocidos para Colombia, sus servicios públicos y el mercado laboral. Es espeluznante mirar en los reportes de vídeos e imágenes que nos llegan donde miles de venezolanos cada día pasan la frontera literalmente corriendo, escapándose de la peor crisis humanitaria jamás imaginada.
Colombia, un país que históricamente había elegido a sus presidentes entre el dualismo de los partidos Liberal y Conservador, tuvo durante la primera vuelta, una gran variedad de candidatos para elegir presidente. Siete candidaturas que iban desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, con candidatos exguerrilleros, homosexuales, académicos de alto perfil, políticos de larga data y también recién llegados a la política, defensores de la familia, religiosos, defensores del voto en blanco, entre otros. Muestran al mundo una gran amplitud y un verdadero sentido de la búsqueda de soluciones democrática que quedó demostrada con la conquista de una participación popular mayoritaria (53,38%) que desde hacía 70 años no se lograba.
La segunda vuelta se celebró sin contratiempos, el pasado 17 de junio. Las opciones electorales eran Iván Duque, candidato de la derecha, un estadista liberal que representa las nuevas generaciones apoyado por los expresidentes Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), el conservador Andrés Pastrana (1998-2002) y el liberal César Gaviria (1990-1994), que obtuvo casi el 40% de los votos el 27 de mayo, en la primera vuelta y Gustavo Petro, candidato de la izquierda, con clara formación comunista, ex guerrillero del M-19, ex senador y ex alcalde de Bogotá y aliado del narcoregimen venezolano.
Sin duda, las declaraciones de Petro después de la ilegítima e ilegal proclamación de Nicolás Maduro como presidente “reelecto” de Venezuela, marcaron el destino final de sus aspiraciones políticas en Colombia. En una carta enviada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por Gustavo Petro afirmó que «Venezuela transita un doloroso camino de secuestro de la democracia», confirmando los temores de los colombianos sobre la posible venezolanización (realmente cubanización Castro-Comunista) de Colombia si Petro lograba la presidencia. Como venezolano debo hacerle un gran reconocimiento a esa mayoría colombiana que demostró claridad e inteligencia política al no escoger al candidato que sin duda, llevaría a Colombia a otro oscuro capítulo de su historia.
Realmente, el tema de la paz en Colombia es otro gran compromiso de Duque frente a su pueblo y frente al mundo y creo, sin temor a equivocarme que el nuevo presidente no hará cambios sustanciales (tampoco podrá hacerlo legalmente), al tratado de paz que se firmó entre la Farc y el actual presidente Juan Manuel Santos.
En este escenario complicado en el que aún se mantiene Colombia, el gran reto del nuevo presidente colombiano, Iván Duque, es unir y conquistar la confianza de la población colombiana, reencontrándose con esos más de 8 millones de colombianos que votaron por Gustavo Petro y los otros tantos que todavía se abstienen de votar, quienes seguramente piensan que no hay remedio para los males de su país o tal vez creen que el comunismo está muy lejos de sus vidas. Sin advertir el grave peligro que representa para las democracias del continente. Mantener esa posición férrea y de desconocimiento del narcoestado Venezolano, será sin duda tema fundamental en la agenda de política internacional del vecino país. Las presiones de nuestro lado de la frontera serán muy grandes pues el gobierno de facto y sus dirigentes están cada vez más aislados. El pasado 30 de mayo, por la Organización de Estados Americanos (OEA) documentó delitos de asesinatos, torturas, violaciones y otros actos de violencia sexual, detenciones, persecución y desapariciones forzosas y solicitó el inicio de las respectivas investigaciones a la Corte Penal Internacional (CPI) contra la narcodictadura de Nicolás Maduro por crímenes contra la humanidad de los cuales no escapará ya que no prescriben. Cómo era de esperarse, el ahora presidente de la Farsante Asamblea Nacional Constituyente-ANC, Diosdado Cabello Rondón dio su siempre resentida y avinagrada opinión sobre el triunfo de Duque, acusándolo de que en su discurso de luchar contra el gobierno de Venezuela, sigue instrucciones de los capos colombianos de la droga. El cinismo sin límites.
Más temprano que tarde se hará justicia. Todas las informaciones que manejamos nos llevan a concluir que es casi imposible que el narcoregimen o “La peste del Siglo XXI” como lo bautizó en el gran documental del poeta Gustavo Tovar Arroyo, se mantengan por más tiempo.
Reitero mis felicitaciones al pueblo colombiano por su crecimiento democrático y confío en que el nuevo presidente de Colombia cumpla con el compromiso histórico que le ha tocado asumir. La lucha continua.
Desde mi trinchera del exilio seguiré dando la pelea con lo único que me queda MI PLUMA y MI PALABRA.
DC / José Gregorio Briceño Torrealba – “El Gato” Briceño / @JoseGBricenot