Desde abril pasado, el complejo volcánico Nevados de Chillán —en la región del Biobío, al sur de Chile— es considerado como el que tiene una actividad más sísmica más intensa entre los 45 activos y monitoreados del país sudamericano y se proyecta una probable erupción mayor.
El 5 de abril el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) decretó Alerta Técnica Naranja para el volcán. En la escala utilizada por la autoridad chilena —uno de los países sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico—, esta categoría es la última antes de una erupción en desarrollo (Alerta Técnica Roja) y su definición indica que en consideración de su actividad sísmica es “probable el desarrollo de una erupción en el corto plazo”.
De acuerdo con los protocolos, los reportes sobre el volcán son diarios. De manera paralela, estos meses se ha fijado un radio de seguridad de 10 kilómetros alrededor del cráter. Un informe preparado el 2 de julio por el Observatorio Volcanológico de Los Andes Sur apunta que durante las últimas horas se han registrado movimientos sísmicos con una energía “en rangos considerados moderados” y que impulsan actividad superficial.
Además, se percibe el crecimiento de un domo de lava viscosa en el cráter Nicanor. Ubicado a más de 480 kilómetros del sur de Santiago, el complejo está formado por 18 volcanes en una superficie que se calcula en 14 kilómetros cuadrados. La altura máxima es de 3.214 metros. El lugar es, además, un centro de desarrollo turístico donde se explotan las aguas termales y los deportes de nieve.
Sernageomin ha proyectado los escenarios posibles de acuerdo con la vigilancia y la revisión de procesos eruptivos similares. En esa línea, el documento plantea que en este caso se “podría generar un evento eruptivo mayor sin mostrar señales precursoras claras”. En una eventual erupción mayor, los principales riesgos para la población serían los lahares y las coladas de lava que fluirían por esteros y ríos.
DC | El País