Locke vive. Por Eugenio Montoro

La historia de la humanidad en terca en mostrar su método de evolución del pensamiento. A alguien se le ocurre un cambio y usualmente es rechazado por muchos y aceptado por algunos. Si los pocos ven méritos o resultados potenciales, empiezan a mejorar la idea e influir sobre el resto y así sucesivamente. De manera que los que, al espejo retrovisor de los años, nos parecen grandes cambios no son realmente brotes mágicos o instantáneos, sino la consecuencia de los aportes sucesivos de muchos intelectuales.

Dentro de esta larga cadena de pensadores de gran influencia hasta nuestros días, destaca un inglés flaco y bastante feo, de nombre John Locke.

Locke nació en 1632, se hizo médico y filósofo, y es considerado como el “padre del liberalismo clásico”. Sus escritos influyeron en Voltaire y Rousseau y por supuesto en la revolución francesa y también en los revolucionarios americanos, tanto, que hasta bien se notan en la declaración de la independencia gringa.

El liberalismo está formado por un cúmulo de ideas que surgieron en los siglos XVII y XVIII que desconocen el poder absoluto del Rey, contrarían la autoridad de las Iglesias en lo político y plantean la libertad en lo económico, regidas por leyes, por el libre mercado y la propiedad privada. Locke ya sugería la separación de poderes entre un parlamento que representa al pueblo y el ejecutivo.

Si bien estas ideas hoy no nos parecen gran cosa pues la mayoría de los países las aplican, es de destacar que este tipo las mostraba hace casi 400 años donde el poder del rey y la Iglesia eran tremendos y las costumbres eran rígidas y dogmáticas y, por eso, se podía meter en tremendo lío. Además, y disculpando el ejemplo, era como si hace 400 años alguien, visionario, estuviese hablando de la minifalda, la electricidad, la televisión y el teléfono.

No hay duda que a Bolívar le llegaron también estas ideas ya convertidas en ríos de cambios y aunque Locke no se mencione en nuestros libros de historia, su fantasma debe sonreír al ver los empeños que logró.

Los venezolanos nos hemos acostumbrado a las ideas liberales, nos gusta la libertad en todos los aspectos y por ello criticamos cuando el régimen expropia una fábrica o una finca pues sentimos que eso va a contrapelo de la lógica de la propiedad privada y la libertad de mercado, y cuando el régimen trata de fijar los precios de los productos por debajo de su costo de producción o de su valor de reposición, parecieran ratificar que las decisiones son tomadas por estúpidos con doctorado.

Locke creía en el poder del parlamento como representación de los ciudadanos y los venezolanos de hoy también. Así que cuando estos malandros rojos desconocieron la autoridad de nuestra Asamblea y empezaron a chalequear sus funciones, se mostró como la dictadura narcótica que ha llegado a ser.

Otra cosa que incluye Locke en sus pensamientos es que los gobernantes son puestos allí por los gobernados y cuando no obran por el bien común, ese pacto se rompe y quedan deslegitimados. Allí los gobernados tienen derecho a la rebelión y, más aún, el deber.

Locke vive, la rebelión sigue y esta batalla de independencia la vamos a ganar.

 

DC / Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

 

 

 

 

 

 

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