Colmado de feligreses, en el templo Santísimo Sacramento, ubicado en la urbanización Las Lomas, este domingo 29 de julio resonaba el júbilo de la celebración por el cuadragésimo aniversario de ordenación sacerdotal de su párroco, Edgar José Doria Molero.
El aniversario se celebró con una eucaristía, llena de cantos y alabanzas, en la que le acompañaron los arzobispos José Luis Azuaje, de Maracaibo y el emérito, Ubaldo Santana; el arzobispo de Coro, Roberto Lückert; y los obispos Alfredo Torres, de San Fernando de Apure; Freddy Fuenmayor, de Los Teques y Enrique Pérez, de Maturín.
Monseñor Azuaje se mostró complacido al celebrar con júbilo la trayectoria de Doria, con quien compartió su formación seminarista. “Para mí significa una gran alegría porque fuimos compañeros de seminario, yo iniciando y él ya experimentado seminarista de Teología (…) Su alegría, su gozo y su actitud siempre positiva ha envuelto la vida de quienes fuimos sus compañeros por eso me alegra poder estar hoy aquí como arzobispo de Maracaibo”, apuntó.
La homilía, a cargo del padre Eduardo Ortigoza, sirvió de recuento de su vida pastoral en el Zulia y como medio para exaltar los rasgos que han caracterizado sus años de servicio.
“En su vida podemos encontrar un testimonio dedicado a la consolidación de solidas relaciones en su hogar, de sólidas relaciones fraternas con la comunidad, de sólidas relaciones institucionales y sociales. El lema de la vida del padre Doria ha sido a lo largo de los años: Servidor y amigo, y así es como se nos ha presentado”, expresó el también rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica).
Durante la Santa Misa, recibió una ofrenda por cada parroquia en la que sirvió durante sus 40 años de ministerio: Santa Niña María, María Auxiliadora (Mara), San Pablo Apóstol, San José, Nuestra Señora de Coromoto y de Santísimo Sacramento, de la cual es párroco en la actualidad.
Un 29 de julio de 1978, Doria fue ordenado como sacerdote en la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá, tras haber respondido al ardor cristiano que sentía en su corazón, esfuerzo alentado también por monseñor Lückert y monseñor Guillermo González.
DC / Panorama