Todavía en deuda la historia y la sociología política venezolanas, tuvimos una experiencia acumulada en relación al partido de gobierno (PG). El XX muestra una riqueza de vicisitudes ya tan olvidadas que nadie parece sorprenderse por su desempeño en el presente siglo, resignados a una fórmula propia del Estado Comunal que, paradójicamente, al estatizar la vida social, se desestatiza en beneficio de una dirección ocurrente, arbitraria y feroz.
Creado antes o en el ejercicio del poder, el PG generó situaciones y relaciones que, ahora, lucen incomprensibles. Incluyendo el disenso interno con el gobierno al que soportaba, en la opinión pública, cuerpos deliberantes y en la misma calle, suscitaba circunstancias propias del sistema parapolítico, como lo llamó David Easton, sin que hubiese una inmediata dislocación institucional. Fueron numerosos los problemas que supo procesar el sistema político respecto a la sensible relación partido y gobierno, aunque Juan Carlos Rey, por ejemplo, en un valioso ensayo, estimó que el principal de ellos, residió en la liberación de la disciplina partidista del presidente de la República.
Recientemente, concluyó el IV Congreso del PSUV y ya, ni siquiera plebiscitariamente, resolvió el asunto de la conducción, pues, confundiéndolo con lo que queda de Estado, entregó – como si nunca los hubiese ostentado – todos los poderes a Maduro Moros para designar absolutamente a todas sus autoridades, en un triste acto de consagración del liderazgo que llena más de dudas que de certezas. Hitler, Stalin o Fidel, por lo menos, debían entenderse y extenderse en concesiones con los camaradas, calculando la posterior liquidación personal de los rivales, para dar – ante todo – con un órgano colegiado que bien acreditara la existencia del partido. Acotemos, Cabello Rondón celebró que el citado Congreso, como el anterior, tuvo por característica, ya que no hubo debate.
El PSUV es, a lo sumo, el principal partido presupuestario que coordina a otros de una disminuida importancia, agremiados en el tal Polo Patriótico, o como se den en llamar tras cada simulación comicial. Hasta las Sociedades Bolivarianas de López Contreras, reportaron una concepción y una conducta como PG, así jamás se hubiesen formalizado como tales, que no exhibe el PSUV y sus entidades subsidiarias, añadido el histórico PCV que tanto teme correr con la suerte de su par cubano, obscenamente confiscado por los Castro. Sin embargo, no nos llamemos a engaños.
Hay, en los términos más elementales, un PG y no es otro que el protagonizado por Maduro Moros y el alto mando militar. La Venezuela petrolera expone ese remanente del caudillismo rural de antaño, donde la pólvora zanjaba las diferencias, dependiendo la supervivencia política de un pacto entre los dueños del parque disponible de armas, aunque – he acá la diferencia – no había una potencia extranjera, como la Cuba de hoy, capaz de afianzar y compensar a uno o más actores.
DC / Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ