Con la aparición de las primeras estrellas y de la luna nueva, este domingo 9 de septiembre al anochecer se inicia el Año Nuevo hebreo 5779.
Las llamadas Altas Fiestas judías que se inician a partir de esta celebración (conocida, habitualmente, con el nombre en hebreo de Rosh Hashaná -literalmente: cabeza del año-) se continúan con varias otras conmemoraciones (entre ellas la muy solemne del Iom Kipur o Día del Perdón, el miércoles 19 de septiembre comenzando la noche anterior) concluyendo al inicio del mes de octubre.
Las Altas fiestas judías son un momento de reunión, para volver a ver a la familia y los amigos, un momento de religión en su sentido original de re-ligare con el Creador y un momento para repensar el tiempo, publica El Clarín, de Argentina.
Podemos señalar algunos aspectos novedosos de la festividad hebrea del inicio del año. Para comenzar, diremos que, como muchas otras celebraciones judías, tiene carácter agridulce. Por una parte, su costado festivo en las reuniones familiares y por otro, también es de resaltar su aspecto solemne en la introspección, autoanálisis y rectificación de conductas. Se trata del llamado balance del alma.
Esta celebración excede los tradicionales servicios en las sinagogas y comprende también rituales que se cumplen en el hogar como, por ejemplo, llevar a cabo la muy colorida tradición de compartir una manzana untada en miel para desear un año próspero y dulce.
Dice la tradición judía que, en Rosh Hashaná, debe nacer un ser humano nuevo y renovado a la manera de lo que sucedió en el momento de la Creación. Más exactamente, la festividad recuerda el sexto día (etapa) de la Creación en que el primer hombre y la primera mujer dan comienzo a la historia del mundo. Hagamos un poco de historia.
Si bien estas festividades están reflejadas en la Biblia, escrita hace unos tres mil años, es en la etapa pos-bíblica que se les otorgó el profundo sentido espiritual que hoy tienen. A partir de la Edad Media, rabinos, pensadores y poetas de las juderías y guetos europeos agregaron a la liturgia numerosas plegarias.
En esos sitios “germinó una increíble teología”, según se admiraba Jorge Luis Borges, que rubricaba: “Durante siglos, en toda Europa el pueblo elegido fue confinado en barrios que tenían algo o mucho de leprosarios y que, paradójicamente, fueron invernáculos mágicos de la cultura judía”.
En la tradición de estas fiestas judías hay tres tipos de comportamiento especialmente valorados (las tres t): la teshuvá, cuya traducción literal sería “retorno” (dado que se refiere al arrepentimiento, cuyas puertas están siempre abiertas); la tefilá, “plegaria”, y la tzedaká, que habitualmente se interpreta como “caridad”, pero que los más celosos del idioma y de la fundamentación teológica judaica sostienen que se trata de “justicia”, un concepto más amplio. El concepto central alude a que, dar al necesitado, es recomponer la justicia.
En síntesis: se nos solicita para estas festividades una limpieza espiritual en las tres dimensiones humanas: teshuvá (retorno) con uno mismo, tefilá (plegaria)en nuestra comunicación con el Creador y tzedaká (justicia con el semejante) en nuestro compromiso con el prójimo.
Más de dos milenios después del profeta Isaías, nos señala el filósofo judío Emmanuel Levinas: “Jamás existimos en singular porque estamos relacionados con los seres y las cosas que nos rodean”, y agrega: “Yo no soy el otro, pero no puedo ser sin el otro”.
En el mismo sentido se expresaba el cabalista Yehuda Áshlag cuando agregaba que a la tradicional pregunta sobre la naturaleza del sentido de la vida, le cabe una segunda pregunta, inquietante en su formulación: “¿Alguien se beneficia con mi vida?”.
Un detalle lo confirma, si bien varios párrafos bíblicos nos hablan del Rosh Hashaná no lo nombran así. Lo llaman, entre otros nombres, “Día del Recuerdo”. El recuerdo debe estar orientado a recordar el compromiso con el prójimo, recordar al necesitado, recordar nuestras acciones.
En cuatro milenios de historia judía, a cada una de las celebraciones se les han ido agregando diversos significados. Además del Día del Juicio, del Recuerdo y de la Creación es el Día de la Evocación de la Atadura del Patriarca Isaac (varias oraciones se dedican a esta prueba de fe de su padre, el patriarca Abraham), el Día del Toque del Shofar (Cuerno de Carnero), etc.
Profundizaremos en éste último nombre, Iom Teruá (Día del Toque del Shofar). Una de las ideas que expresan los rituales es la del mejoramiento moral. Concentrarnos en los errores cometidos nos posibilitará mejorar nuestro futuro comportamiento como miembros de la comunidad y parte activa de la humanidad.
El universo puede ser mejor y para ello debemos ajustar nuestro obrar a los principios éticos. Estas celebraciones tienen el propósito de reconciliarnos con el Todopoderoso y con los seres humanos. Son jornadas destinadas a la introspección, al olvido de los agravios sufridos y a una auténtica y profunda reconciliación.
El sonido del Shofar es como una plegaria sin palabras. O, como sugiere una interpretación contemporánea, un llamado al hombre para que escuche el llanto de la humanidad.
Según la tradición judía, durante las cenas de Rosh Hashaná la familia comparte un pan redondo para simbolizar el ciclo de la vida. Sobre la mesa iluminada con velas, se unta manzana con miel para que el año tenga dulzura. Una copa de vino dulce ritual es bebida, de a sorbos, por toda la familia. Por un sentido de pureza, hay quienes visten de blanco.
Para bendecir los alimentos se rezan oraciones especiales (berajot). Otros explican el significado de Rosh Hashaná o cuentan historias con moralejas de la tradición popular judía.
Encontramos simbolismos tanto en la mesa hogareña como en la sinagoga. La mesa de esta trascendental fiesta se caracteriza por los significados que se adjudican a todos los bocados que se sirven, hecho que es ya de larguísima costumbre y tradición.
Básicamente, se trata de un augurio para endulzar la vida en el año que se inicia. Así, el pan, que habitualmente se unta en sal, en esta ocasión es untado en azúcar. A su vez, la manzana es también sumergida en azúcar o miel. Es el modo de expresar: “¡Que sea un buen año, pleno de dulzura!”.
En síntesis, se trata de una época de buscar la hermandad de los seres humanos. Según la tradición, es una época apropiada para pedir disculpas por las ofensas cometidas y enmendar actitudes impropias hacia nuestros semejantes.
Las ideas de un mundo mejor nos retumban en una sociedad actual donde el individualismo ha llegado al extremo, en la que se profundizan las diferencias sociales, donde algunos nadan en la abundancia mientras otros tienen hambre y la justicia es un mero enunciado. Es hora de pensar en nuestros semejantes y para ello llegan estas festividades.
La sociedad ideal no es la que tenga muchos bienes sino la que tenga el comportamiento ético como núcleo en su funcionamiento.
En conclusión: frente a la falta de compromiso que caracteriza a nuestras sociedades, este sentimiento de justicia o de caridad, sigue teniendo plena vigencia. Es una esperanza, renovada cada año, de rectificar conductas y perfeccionar nuestra actitud ética en el mundo. En ellas, los judíos rendimos culto al Creador y nos preocupamos también por la ventura de nuestros semejantes.
Estas fiestas vienen de muy lejos en el pasado y nos proyectan hacia un futuro mejor. Su vigencia se expresa ya que transmiten su milenario mensaje porque su lenguaje es el de todos los tiempos. Y dan razón a la existencia de la sociedad humana contribuyendo a la plena armonía entre los hombres.
Si usted quiere saludar a sus amigos judíos para tan importante ocasión, puede decirles: ¡Shaná Tová! (en hebreo) o en español: ¡Feliz año!
DC / Globovisión