Juan Veliz tenía 68 años. Los últimos tres lidiando con su esposa enferma y las medicinas que requiere. Recientemente la operaron y necesitaban dinero para costear el tratamiento, esa fue al razón principal que lo obligó a pernoctar frente al banco Bicentenario de la torre empresarial en la avenida Cedeño de Valencia. No se sentía bien de salud, aún así prefirió quedarse para estar entre los primeros en la fila y cobrar este martes, pero un infarto acabó con sus planes.
El lunes cerraron el banco y Juan no pudo cobrar, así que decidió quedarse a dormir frente a la entidad bancaria. Tenía mucha tos, dijo Damaso Landaeta, un compañero de cola. Le sugirieron llevarlo a un Centro Diagnóstico Integral (CDI) pero no aceptó y se durmió en el piso junto a sus compañeros fieles: un bastón y un termo de café. Aproximadamente a las 10:00 p.m sufrió un infarto y murió.
Richard, un cajero del banco, el dijo a Juan que se fuera a su casa. Pero era tarde para regresar a su residencia en el sur de la ciudad y no iba a conseguir transporte, contó Damaso mientras trataba de controlar al resto de los ancianos que, al igual que Juan, quedaron en la cola sin cobrar y sin pasaje para volver a sus hogares. Estaban indignados.
Darwin Sánchez salió de su casa en la madrugada para hacerle la cola a su mamá. Ellos fueron uno de los que se quedaron a las afueras del banco cuando cerraron la puerta. Denunciaron que los empleados del Bicentenario maltratan verbalmente a los abuelos. “Son unos parásitos”, “Maduro manda en Miraflores y nosotros aquí”, son algunas de las palabras que, supuestamente, reciben por parte de la gerencia de esa entidad financiera.
Sus exigencias son claras: que trabajen más cajeros, mejor trato al adulto mayor y tarjetas de débito. Mientras tanto, seguirán exponiendo sus vidas en una cola interminable sin garantías de cobrar la pensión.
DC | Cactus24