El último 19 de mayo, Jin Feibao puso en marcha una travesía descomunal. En aquella jornada, en el Parque Haigeng de la ciudad de Kunming, dio la primera zancada de las millones que luego daría para cumplir con una ambiciosa meta propuesta: correr cien maratones en la misma cantidad de días. Más de tres meses después y habiendo recorrido más de 4.200 kilómetros, recientemente logró el objetivo, consumando una de las hazañas más resonantes de la historia del running.
Feibao es un alpinista de 55 años que posee condiciones admirables como para alguna vez haber llegado a pie hasta los polos Norte y Sur o haber cruzado por sus medios los desiertos de Gobi y Sahara. No es un improvisado en cuanto a pruebas sumamente exigentes.
Cada una de estas aventuras a las que se sometió lo llevaron a ganar fama en la nación oriental. Su figura popular se disparó en especial luego de completar el «Explorers Grand Slam» del montañismo, distinción que consiste en escalar y alcanzar la cumbre más alta de cada continente, incluida la Antártida. Y en los últimos días, su nombre volvió a resonar en los medios internacionales, tras consumar la centésima carrera consecutiva.
Con una trayectoria cargada de pergaminos (antes de arrancar tenía en su haber 70 maratones completadas), Feibao se lanzó a la proeza. Consciente de lo demandante que sería, apuntó a la perseverancia y la fuerza física en el día a día, y no a la velocidad. Al final, tanto esfuerzo terminó pasándole factura al cuerpo. La principal secuela fue la reducción de masa corporal. Al empezar la primera prueba pesaba 76 kilos. Y finalizada la última, la balanza marcó 63. Perdió 13 kilos a pesar de que por día consumía cerca de tres mil calorías.
Feibao cuenta que una de las satisfacciones que le dejó la experiencia fue poder conocer a fondo su tierra natal. Cada una de las maratones (en su distancia clásica, es decir 42,195 metros) las corrió en las rutas, montañas y circuitos homologados en Yunnan, provincia meridional china. En el camino apreció paisajes, sistemas fluviales y rincones que desconocía. También se encontró con numerosas comunidades de minorías étnicas.
«Cada maratón es memorable. Tal vez ahora todavía estoy en las montañas nevadas, y solo un día después, llegaré al valle del río. Si tengo hambre, hay fideos de arroz para comer. En el medio, es posible que desee beber. También hay ciruelas y melocotones que los lugareños acaban de elegir. El estilo de correr cambia día a día. Yunnan es como una perla. Los encierro en collares a través de estos cien maratones», dijo el osado atleta a la agencia china Xinhua.
El asiático cuenta que el tramo más complicado se dio cerca del final, en la carrera número 93, cuando mientras transitaba por la montaña de Jiaozi -cuyo pico es de 4223 mts, el cual Jin ya había alcanzado en 1986-, empezó a padecer las consecuencias de tanto esfuerzo. Aparecieron dolores concentrados principalmente en las rodillas y los tobillos, que fueron apaciguados con calmantes. Según lo último que dijo, las molestias lo aquejan solo al subir las escaleras.
Las lesiones -inexorablemente- retrasaron el ritmo. Aquella maratón resultó un largo trajín de seis horas y media. Tardó pero la superó. A pesar de que en varios pasajes la idea del retiro merodeó por la mente, se mantuvo firme y no desistió. Los últimos siete días fueron con la misma tónica: puro padecimiento. Al final, el periplo finalizó el 26 de agosto, a las 14:38, registrando un tiempo de 6 horas y 25 minutos en la maratón de Fairyland, la última prueba.
Feibao contó que se sometió al reto con la esperanza de que su ejemplo inspire a otros a sumarse a la actividad, incluso para carreras cortas de 3 o 5 kilómetros, y así puedan gozar de los beneficios para la salud que aporta. Pero también lo hizo en cierto modo por su madre.
A principios de este año, él participó en otro desafío exigente: siete maratones en siete continentes en siete días. Durante el transcurso de la prueba, cuando corría en la Antártida, recibió la peor noticia: le informaron que su madre había fallecido.
«Tengo la capacidad de correr en siete continentes, pero no puedo correr hacia mi madre para despedirme. Este es el mayor lamento de mi vida. Durante estos 100 días he pensado en mi madre cada segundo. Espero que pueda ver que estoy corriendo, corriendo por mis sueños, corriendo por mi ciudad natal «, expresó.
DC / Infobae