De momento, los dos presidente «tratan de evitarse» afirma Chen, quien destaca que Xi Jinping no acudió a la Asamblea general de la ONU y que Trump no asistirá a la cumbre Asia-Pacífico de noviembre.
El comercio como arma
El inquilino de la Casa Blanca aprovechó su discurso ante Naciones Unidas para acusar a China de injerencia en las legislativas de Estados Unidos de noviembre, y alegó que las sanciones comerciales de Pekín tienen como objetivo afectar a votantes de los Estados más republicanos.
China, igual que la Unión Europea, no esconde sus intenciones de influenciar, a través de sus aranceles, a los electores estadounidenses. Pero se trata de «intentos transparentes, no de injerencias ocultas», destaca Bonnie Glaser.
A su vez, los derechos de aduana punitivos impuestos por la administración Trump a los productos chinos impulsan a Pekin a reducir su dependencia de ciertas exportaciones estadounidenses, destaca Bill Bishop.
Xi Jinping ha hecho de ello un argumento político. En visita esta semana al noreste del país, el presidente chino reactivó una vieja noción maoísta que consiste en «contar con sus propias fuerzas» para hacer frente al proteccionismo.
Pero la guerra comercial es sólo uno de los aspectos de una rivalidad estratégica entre las dos potencias, exacerbada por querellas sobre Corea del Norte, Taiwán y el mar de China.
«Los chinos preferirían llegar a un compromiso (en el tema comercial), para ganar tiempo y atenuar un poco las tensiones», opina Bishop.
Pero aún si se logra un compromiso, «ello no será más que una venda puesta sobre un conflicto que empeorará con el tiempo», agrega.
DC – AFP