El director inglés Corin Hardy, fanático de El nombre de la rosa, El exorcista y Drácula, entre otros clásicos de la literatura y del cine de terror, prometió que La monja sería el capítulo más oscuro del universo de El conjuro y cumplió.
En el guion, Gary Dauberman (Annabelle: Creación, Destino Final 5 y Una pesadilla en la calle Elm) plasmó de forma magistral todas las ideas que él y James Wan, el genio tras el éxito de las antecesoras de La monja, y el resultado no pudo haber sido mejor.
En el thriller, que se desarrolla en 1952, en el Monasterio de Cârta, en Rumania, una región de Transilvania, y en el que el Padre Burke (Demián Bichir), experto en fenómenos paranormales y la hermana Irene (Taissa Farmiga) son enviados por el Vaticano para investigar la muerte de una monja, mantendrá al público en tensión a lo largo de 96 minutos.
Detrás del suceso está Valak (Bonnie Aarons), esa figura demoníaca que dejó a más de uno sin aliento en El conjuro 2 y que, según la creencia popular, es el gran presidente de lo absurdo del infierno, manipulador de serpientes y profanador de religiosas y acólitos.
Pero La monja no se concentrará solo en cómo este ser siembra el miedo en la abadía sino también en los demonios personales de los protagonistas, que se volverán contra ellos cuando menos lo esperen.
Sin embargo, aunque el Padre Burke y la aspirante a monja presientan -y posteriormente tengan la certeza- de que se encuentran ante una entidad cuyo poder sobrepasa sus fuerzas, no se amilanarán en su objetivo de ponerle fin a su reinado de oscuridad. Eso sí, no estarán solos, ya que contarán con el apoyo de Mauricio, «El franchute» (Jonas Bloquet), un humilde campesino residente del lugar.
Cónsono con las características de su personaje, Bichir (el segundo actor mexicano en ser nominado al Óscar como Mejor Actor) luce sosegado y en control de la situación, pero quien destaca en su performance es Farmiga, no en vano hermana de Vera Farmiga, protagonista de El conjuro 1 y 2. Ni hablar de la aterradora actuación de Aarons, quien en la pantalla grande pasa con facilidad de un género a otro.
Pero si de estrellas se trata, es imposible obviar al equipo que estuvo detrás de los efectos y específicamente, de Fotografía, a cargo de Maxime Alexandre; Montaje, Michel Aller; y Música, Abel Korzeniowski.
El pánico que despierta La monja no está asociado -al igual que en las producciones anteriores- a lo obvio sino a lo que se insinúa, al suspenso, a lo que escapa de los ojos, a lo perverso que puede tocarse con las manos sino a lo encubierto.