En la televisión de estos días, nos llamó la atención el título de un programa: “La siembra de los valores en la sociedad”. De verdad, poco nos ocupamos del tema, más aun, el tema poco se toca en la casa, en la escuela, en la sociedad ni en los heterogéneos núcleos de la sociedad. Desde luego, la razón principal de esta negación a conocer de ellos, y no mantenerlos cerca, es no tener que respetar y seguir sus reglas cuando la conducta debe ser la contraria para poder alimentarse de estos valores y dar vigor a su participación en nuestras vidas. Ello se constituye, con afecto y juicio, en esfuerzo para atraer la decisión de su cumplimiento, darle calor a sus propósitos y principios a sus razones hasta el final de nuestra existencia.
Analicemos pues, el valor de esos valores, sus cualidades y sus ejemplos. Empecemos por hablar y evaluar los valores morales y éticos, los espirituales y los materiales. En efecto, los primeros nos enseñan e invitan a saber diferenciar entre lo que es bueno y lo que es malo; establecer conceptos que nos muestren, con objetividad, la rigidez de la verdad y, por el contrario, lo frágil de la mentira. La verdad siempre se desarrolla con firmeza; en cambio, la mentira es decir lo contrario de lo que se cree habiendo en ella siempre la intención de engañar. Por otro lado, lo moral es hermoso, distinguido, e insinúa, con la delicadeza abierta, el plan conductual de la vida honesta y singular tanto del hombre como de la mujer. Esa actitud nos lleva a la honestidad. Los valores éticos frasean los ángulos más genuinos de la pulcritud. Su estimación sobre la seriedad y el mejor comportamiento ciudadano describen a una persona educada, de una vida que se ensalza en una personalidad llena de equilibrio y bondades educativas que llegan y tocan lo intelectual por su hablar de fino léxico, delicado lenguaje y el estudio incorporado a su palabra. El aliado de la ética se presenta en la estética que tiene que ver con el buen gusto y finura en la personalidad del individuo, amen de su buen olfato, vista aguda y delicada para su cuidado personal desde el perfume agradable, hasta los trajes y vestidos usados en cada ocasión. En otras palabras, un vestido modesto pero decente. En nada de esto, ni de lo uno ni de lo otro, se escapa la mujer. Por cierto, en estos hábitos y escogencia tiene que estar vigilante el esposo y la madre de familia para con sus hijos y desde temprana edad. Desde luego, ser exigente con el resto de la familia. Al concluir, la ética en sentido general, nos lleva a respetar al prójimo, levantar la verdad, y a la estimulación de la mejor conducta ciudadana. La estética, por su parte, nos conmina a llevar con complacencia el vestir limpio y pulcro, con elegancia y sin exageraciones.
Los valores espirituales y religiosos empiezan cuando a cada cual se le respeten su religión, su doctrina y su fe. “Cada quien, en su religión, se salva”. Esto es un concepto manejado por la moral cristiana durante toda la vida de la iglesia cristiana, es decir, la Iglesia de Cristo Rey. Por lo general, los valores espirituales y religiosos tienen sus propias normas, valoración e intrínseco peso. Por ejemplo, en la iglesia cristiana, la misa los domingos y fiesta de guardar son obligantes en sus mandamientos. El Bautizo, la Comunión y el Matrimonio son los más importantes sacramentos, en relación a sus principios y filosofía, que unen a tres maravillas de sus ejercicios y actitudes espirituales: Fe, Esperanza y Caridad.
Dejamos para cerrar, los valores materiales, no porque sean más importantes sino porque son, precisamente, los que tienen más apego en la vida común de la población en general. El dinero, las joyas, las drogas, los juegos, los carnavales, las fiestas arrabaleras, los bikinis, los vestidos obscenos, la codicia, el amasar fortunas, los muebles y carros lujosos de 100+ de miles de dólares, las reuniones sociales ostentosas, las mansiones de 50 habitaciones para la farándula son exageraciones cívicas, sociales y publicas que el universo y la vida mundana y de abusos llaman valores materiales extravagantes.
Estamos tratando aquí los valores personales que pueden ser seleccionados con beneplácito por el individuo, el hombre cívico pero igual puede descartarlos de sus usos personales. De allí, el porqué es llamado por el vulgo, de esa forma pues es quien hace uso o desuso de estos valores. Hay que notar con seriedad y destreza que estos valores son fundamentales en la vida del hombre para poder llenar sus formalidades en la vida cívica a los que se expone en cada ocasión distinta a decidir sobre la materia y estar obligado a vivir dentro de los parámetros de estos valores y sus convivencias.
Por eso, el gran periodista, abogado, economista, maestro, escritor, diplomático de carrera y político, el Dr. Arturo Uslar Pietri, insistía en que entre los valores personales y los valores humanos se presentan diferencias legales y sustantivas pues mientras unos son personales y, por lo tanto, los usa o no, los pondera o no, los alienta o no cada quien; en cambio los derechos humanos son valores y derechos que le da la propia existencia natural que viene de Dios quien nos da la vida a plenitud y nadie tiene derecho ni legal, ni natural, o con especificidades para coartarla. Entonces, la inviolabilidad de la vida, del hogar, el derecho a elegir y ser elegido, el derecho de reunión, el derecho de libertad de religión o culto; el derecho a la alimentación, a la salud y a la vivienda y al todo cuidado a la vida son considerados derechos humanos universales inalienables que ningún estado puede arrebatar, ni ningún gobierno puede arropar por causa alguna. Toda nación, útil y democrática, tiene la obligación moral, espiritual y material de obrar sobre esta materia en consecuencia.
DC / Luis Acosta