En las dictaduras las genialidades siempre estarán escamoteadas. No se permiten orificios valederos para la crítica o métodos placenteros para reírnos de nuestras propias desventuras. No se cuenta con espacios de libertad ni para eso ni para salir tranquilos a la calle, sin preocuparnos sobre cómo resolver el efectivo, la compra de alimentos, el maltrecho transporte público y las caras caídas de nuestro entorno ante la precariedad compartida.
Pero ciertamente no se tolera la comparativa. Dolió en las entrañas del poder. Fue un clarín perfecto que resonó sin arpegios, para decirnos que no existe la democracia. Que aquí se manda con las extravagancias de Miraflores y, sin decretos extensos o normativas precisas, se prohíbe alguna singularidad u ocurrencia original de la gente.
Por eso, no se toleró que se asestara un vistoso ejemplo de una visita presidencial a unas instalaciones de auxilio en paupérrimas condiciones. El dolor está en comparar al dictador con un jumento, con un simple burro sin mayores acicates.
Pero este animal es distinto al que se sienta a degustar banquetes espléndidos en el restaurant “Nusret Sandal Bedesteni” en Estambul como un rey persa. Ni bebió de dos botellas Château Pétrus o fumó habanos impecables de su añorada Cuba. Este borrico que irrumpió con su visita guiada en una sede bomberil tenía hasta hambre, pues al avistar una hierba poco profusa, lo primero que hizo fue hincarle el diente.
Este animal de cuatro patas se veía macilento, decadente y triste. Nada parecido con la robustez del mandatario nacional. Por ello, los dos bomberos del estado Mérida, que tuvieron la osadía de grabar a un burro entrando al cuartel y llamarlo Maduro, haciendo viral el video en las redes sociales, se enfrentan a una condena de 20 años de prisión y a una muestra dura e injusta que la virtud de la tolerancia no es para quien se atrinchera en la silla presidencial en Venezuela.
Recuerdo que en los años ochentas al presidente Luis Herrera lo comparaban con un cerdo por su regordeta fisionomía y no sucedió nada. Hasta del caso de Clinton y su simpar Mónica, el programa “Saturday Night Live” realizó una chinesca parodia del gobernante como una vaca y varias ubres. A la final, Clinton terminó visitando el set y rio con los actores por la ingeniosidad.
Pero a Maduro le dolió más que el orgullo. Él tiene ahora su corona de oro y no de burro. Bastante de seguro se la ajustaron en la cabeza en la escuela y no quiere recordar aquellos vistosos momentos de su niñez. Por eso esta posible condena a estos humildes funcionarios bomberiles por “instigación al odio”, se refiera en verdad a que el presidente aborrece realmente que le recuerden su propia realidad.
Por eso en aquella rueda de prensa internacional, no permitió que el periodista de AFP le preguntara sobre el caso de su similar de orejas largas y lanzara un bufido de rabia contra el comunicador, catalogando la consulta de indigna y dudando del título profesional del comunicador, mientras el país entero y los cinco continentes no dudan de su incapacidad para gobernar, su poco talento para el pensamiento y sus arremetidas de dictador.
Poco le duele al régimen hacer estos actos de intransigencia contra unos pobres bomberos, cansados de los desagravios del sistema. Quizá Maduro se hastió de reírse de su propia estupidez.
Ahora sólo le tocará lidiar con el anuncio del secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, quien no tuvo reparos en anunciar que su gobierno prepara acciones de presión en los próximos días, contra quienes mandan en Venezuela. Espero que la dictadura no sea tan “burra” y tenga un chasquido de racionalidad, para entender que algo pasa en el hemisferio ante los desaciertos y perversidades de un gobierno sin compostura democrática.
DC / Mgs. José Luis Zambrano Padauy / Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani” / zambranopadauy@hotmail.com / @Joseluis5571