El rol del alcohol en la violencia no es nada nuevo. El Consejo Nacional de Alcoholismo y Dependencia de Drogas estima que el alcohol es un factor presente en el 40% de los crímenes violentos. En lo que se refiere a las agresiones sexuales, una de cada cuatro mujeres en Estados Unidos sufrirá a lo largo de su vida una agresión sexual, de acuerdo con el Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Alcoholismo ( NIAA, por sus siglas en inglés). La mitad de estas agresiones irán acompañadas de consumo de alcohol por sus perpetradores, la víctima, o ambos, de acuerdo con esta misma fuente.
La nominación del juez Brett Kavanaugh a la Corte Suprema ha vuelto a poner estas estadísticas sobre la mesa. Organizaciones como el National Sexual Violence Resource Center denuncian que existe una actitud más comprensiva o permisiva cuando hay alcohol de por medio. “Nuestro país todavía parece pensar que si hay drogas o alcohol de por medio, la agresión es menos seria… no es intencional. Lo excusamos”, dijo Kristen Houser, portavoz de esta institución en declaraciones a la cadena de televisión ABC.
Kavanaugh, y muchos otros antes que él, han usado tanto el alcohol como su juventud (o más frecuentemente una combinación de ambas cosas) para excusar, olvidar o no asumir responsabilidades sobre sus actos, recuerda la autora Maia Szalavitz en este artículo.
Al mismo tiempo que existe el riesgo de que libere de culpa al agresor, el alcohol puede llenar de sospechas a la víctima. “Si una mujer bebe, es culpa suya. Si un hombre bebe, es una excusa. Es como volver a los años 80”, escribe Szalavitz.
Christine Blasey Ford, la primera mujer que acusó a Kavanaugh de agresión sexual, reconoció que había tomado una cerveza en la fiesta en la que Kavanaugh presuntamente la agredió y este hecho se utilizó para desacreditarla. Ford, una profesora de la Universidad de Palo Alto, California, acusa a Kavanaugh de haberla intentado violar en 1982, cuando tenía 15 años y él 17, en una reunión de amigos.
Un «apagón» en la memoria
El episodio también arroja luz sobre un efecto bastante común tras beber de más: la pérdida de memoria. Kavanaugh ha asegurado que nunca bebió tanto como para perder temporalmente la memoria, pero Chad Ludington, profesor universitario de Carolina del Norte que estudió con el juez en la Universidad de Yale, le acusa de minimizar su consumo de alcohol en la juventud. El profesor asegura que con frecuencia le vio tambalearse por el consumo de alcohol y que a menudo se mostraba “beligerante y agresivo” cuando estaba intoxicado.
La pérdida de memoria se produce cuando el cerebro no graba los recuerdos de eventos que suceden mientras estamos bebiendo. De acuerdo con el Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Alcoholismo (NIAA), esto sucede porque el alcohol afecta el funcionamiento de los circuitos en una de las zonas del cerebro que se encargan de consolidar las memorias del día a día, el hipocampo.
Es importante distinguir entre dos tipos de amnesia. Lo más habitual es que, al día siguiente de beber de más, se te haya olvidado algún detalle, como quiénes estaban en tu grupo o quién dijo qué. Esta es la amnesia fragmentaria, que afecta a periodos concretos y cortos de tiempo. La gente que experimenta amnesias fragmentarias generalmente puede recordar lo sucedido una vez lo intenta.
El apagón total o en bloque, sin embargo, dura un largo periodo de tiempo y no hay forma de recuperar esta información porque el cerebro no ha llegado a almacenarla.
Los apagones son sorprendentemente comunes, en particular entre los bebedores jóvenes, según la NIAA. El Harvard College Alcohol Study, una investigación que se realizó en varias ocasiones a lo largo de los años 90, muestra que uno de cada cuatro estudiantes (hombres y mujeres) experimentaron cada año un periodo de amnesia, un episodio que se define como no ser capaz de recordar lugares a los que fueron o lo que hicieron mientras estaban bebiendo.
Estudios más modestos como el elaborado por la Universidad de Duke muestra que uno de cada 10 estudiantes de universidad experimentaron al menos uno de estos episodios en las dos semanas anteriores a ser entrevistados.
La NIAA advierte que las personas ebrias pueden optar por participar en actividades de riesgo que evitarían cuando están sobrios, ya que su capacidad de decisión se ve alterada. Estos comportamientos van desde conducir un auto cuando se han tomado copas de más a pelearse o agredir sexualmente a otra persona. Al margen de las pérdidas de memoria, los apagones constantes pueden indicar que existe un problema con la bebida, algo que tiene repercusiones graves y directas en la salud.
Por cierto que no hay que confundir esta amnesia temporal con la pérdida de conciencia. En el primer caso, la persona está despierta y activa (aunque su comportamiento se vea más o menos afectado) pero será incapaz de crear recuerdos de los eventos que está viviendo. En el segundo caso, la persona se queda dormida o inconsciente a causa de un consumo excesivo de alcohol.
DC – Agencias