“Vine a Miami a vivir para levantar a un hijo adolescente”, dice Carolina Perpetuo, al comentar la principal razón que la llevó a liar sus bártulos en 2014 e irse a Estados Unidos, coincidiendo con una oferta de trabajo que se le presentó a su esposo (el empresario Javier Fungairiño) por parte de una multinacional estadounidense en China.
-Yo me quedé en Miami y él iba y venía de China los primeros seis meses. Inscribí a Aitor, mi hijo, en una escuela de latinos, donde había muchos venezolanos y cubanos. La idea era que se sintiera cómodo, aunque yo lo crié para que entendiera que los cambios en la vida son normales. Al principio no me resultó fácil quedarme sola con un chamo, pero estaba cerca de Venezuela. Poco a poco fui descubriendo a una ciudad cálida y amable, una grata transición para mi hijo. Fue cuando decidimos quedarnos en Estados Unidos, porque mi esposo renunció a seguir en China, un país con una cultura radicalmente opuesta a la nuestra. Se dieron las condiciones, porque él consiguió un buen trabajo aquí.
No era la primera vez que la actriz salía de Venezuela junto a su familia buscando nuevos rumbos. “Ya antes, de 2003 a 2005, vivimos en Holanda, donde mi esposo hizo una maestría en Businees Administration en la Universidad de Rotterdam. Luego nos vinimos, pues yo siempre quise regresar, a pesar de que la situación del país se tornaba cada vez más difícil. Luego, en 2007, nos residenciamos en San Sebastián, España. También en Londres y Viena exploramos posibilidades de trabajo para mi esposo, hasta ver si las cosas mejoraban aquí. Regresamos a mediados de 2008 y como a RCTV ya la habían cerrado, trabajé en Venevisión haciendo Voltea pa’ que te enamores”, cuenta Perpetuo.
Ciudad de claroscuros
Pero no hubo caso. Las cosas en Venezuela no mejoraban, lo cual ocasionó la decisión de irse hace cuatro años a su actual ciudad de residencia. Y no se arrepiente de ello. “Nos sentimos afortunados, porque aquí tenemos amigos muy cercanos. Vivo en Doral, un enclave muy latinoamericano, me he insertado en una ciudad que no te hace sentir extranjera, hay gente de todas las nacionalidades, es muy multicultural. Miami ha ido adquiriendo una identidad que atrae a gente de otras partes del mundo; sus contrastes son muchos, encuentras desde el glamour más desbordado hasta una pobreza crítica. Como en todas las grandes urbes, tipo Nueva York o París, aquí también existen esos claroscuros.
Al llegar empezó a hacer algunas cosas en teatro, entre ellas la obra Pero tenemos Tania, un homenaje a la carrera de Tania Sarabia. “En 2015 hicimos una gira con Esperando al italiano, de Mariela Romero, que tanto éxito tuvo en Venezuela. Además de Miami, fuimos a Houston y Orlando, con la incorporación de Carlos Mata al elenco. Al año siguiente la presentamos en Tenerife y Madrid con excelente respuesta de público y crítica”.
-¿Pueden vivir los artistas venezolanos de su trabajo en Miami?
-Aquí el trabajo artístico no abunda, no se puede vivir de esto. El mundo ha cambiado, el del teatro y las telenovelas. El tema del acento “neutro”, que no es otro que el mexicano, es el gran argumento para relegarnos. Esto le ha coartado el camino a muchos. En cuanto al teatro, no es viable tampoco la subsistencia. Tienes que reservar la sala –que en Miami no se dan abasto ante tanta demanda–, además de producir la obra. Es un trabajo fuerte, sacrificado, que no da la retribución que merece tal esfuerzo. Es por ello que muchos artistas nuestros que viven aquí tienen su economía controlada.
Monólogo en puertas
En el caso de ella, insiste en que la educación de su hijo e iniciativas por Venezuela, como el apoyo a las organizaciones que proporcionan ayuda humanitaria a nuestro país, han sido hasta ahora sus principales prioridades.
-Aitor está en la Universidad de Austin, Texas, estudiando Ciencias de la Computación, e ingresó allí porque tienen el equipo masculino estudiantil de natación más importante de Estados Unidos. Muchos de los nadadores que han ido a las Olimpíadas han salido de sus filas. Él está como si un actor fuera a Hollywood a trabajar con Spielberg. No resultó fácil acceder, porque es una universidad muy exigente, pero lo logró pues es un buen nadador. Eso le abrió las puertas. Ahora, con mi hijo en la universidad, tengo más tiempo para mí.
-¿A qué lo dedicará?
-Proyecto un unipersonal para 2019. Quiero contar un poco lo que ha sido mi vida y las experiencias que me marcaron, entre ellas la de la Venezuela que cambió, la que generó todas esas cosas que hoy nos duelen y que tengo necesidad de decir. Tuve que aprender a ser inmigrante y haberme convertido en una me ha hecho reflexionar acerca de muchas cosas de la vida. He avanzado algo en la estructura de este monólogo y para ello cuento con la ayuda de dos amigas muy queridas, Mary Montes y Elizabeth Fuentes. También planeo hacer una obra de teatro con Luis José Santander, que él está eligiendo.
Igualmente destaca que con motivo de estarse cumpliendo los 30 años del estreno de Esperando al italiano, vendrá a presentarla a Venezuela.
-La montaremos a fines de noviembre en el teatro de la Asociación Cultural Humboldt. Iremos las integrantes del elenco que la volvió a montar en el Trasnocho Cultural, después de su estreno de hace tres décadas en el Teatro Alberto de Paz y Mateos; es decir, Tania Sarabia, Hilda Abrahamz, Caridad Canelón y yo. Y también Alejandro Corona, quien sustituirá a Hernán Marcano, el único de aquel elenco que no estará. Ha sido muy gratificante mantener vigente esta pieza, que muestra a una Venezuela viva, que tiene mucho de nuestra forma de ser, de nuestra nacionalidad. La dirigirá, como siempre, Tulio Cavalli.
-¿Vislumbra un cambio perentorio en Venezuela?
-Yo veo ese cambio en gestación y desarrollo, como nunca antes.
-¿Regresaría al país si eso sucede?
-Si las cosas cambian, lo consideraría. No puedo formular una respuesta rotunda. Aunque voy a menudo a Venezuela a ver a mi familia, sobre todo ahora que mi mamá está enferma. Sueño que cuando cambie la situación pueda ir allá a hacer cosas. Es lindo que la gente te recuerde. Las cosas van a cambiar y puede ser para mejor. Pero me preocupa quienes apuestan por la intervención, algo que simplemente creo no va a ocurrir. Siempre me ha molestado la irresponsabilidad de quienes desde el exilio plantean eso. Yo no estoy de acuerdo. ¿Hasta cuándo vamos a apostar a la antipolítica?
DC / El Universal