Las comunidades indígenas de todo el país enfrentan a diario una lucha para acceder a servicios de salud y planes de alimentación. En el caso específico de la Sierra de Perijá, estado Zulia, ha venido ganando terreno las enfermedades infecto-contagiosas y la desnutrición, lo que reduce la posibilidad de vida de los indígenas.
Hasta ahora se han registrado decenas de personas que han muerto de enfermedades que pueden prevenirse e incluso curarse, como el paludismo, la diarrea y los vómitos. Los caciques yukpas, barí y líderes sociales denuncian que los niños, niñas, ancianos y mujeres en la mayoría de los casos fallecen dentro de la comunidad porque sencillamente no hay manera ni recursos económicos y logísticos para salir en busca de atención médica.
Heber Erapshe, docente yukpa de la comunidad del Tukuko, informó que hace semanas esta comunidad, junto a Saimadoyi, zona barí, celebraron su fecha de aniversario, y lo hicieron exigiendo a las autoridades locales, regionales y nacionales “que como regalo de cumpleaños mejoren la atención en salud y alimentaria”.
El ambulatorio de la comunidad no cuenta con suficientes médicos, medicinas y ambulancias para atender la salud de los indígenas. Por esta razón, los enfermos deben comprar sus medicamentos e insumos para atender su enfermedad.
“En estos momentos las hermanas de Santa Ana son heroínas de la caridad en la atención a los enfermos de la sierra de Perijá. A ellas se debe el ambulatorio del Tukuko, ellas lo construyeron y lo dirigieron hasta los años ochenta que lo asumió el ministerio de salud, y a pesar de esto continúan su labor de atender a los enfermos”, expresó.
Batalla contra el paludismo
Néstor Maikishi, cacique mayor del tukuko, informó que a diario llegan al ambulatorio aproximadamente 40 personas para hacerse la muestra de Malaria: 20 salen positivos.
“Es decir de lunes a viernes, estamos hablando de 80 a 100 pacientes positivos de paludismo”, dijo.
El cacique mayor comentó que han conversado con el director regional de Salud Ambiental, Pedro Morell, para que active la fumigación con el uso del DDT, químico para la fumigación de interiores con insecticidas de acción residual, para así hacer efectiva la lucha antipalúdica porque “solo con humo no va acabarse con el zancudo”.
“En estos momentos no hay primaquina, y para sumar el microscopio está dañado desde hace dos meses. Las autoridades no nos han dado respuestas, los indígenas de la comunidad estamos recolectando dinero para ver si logramos reparar el microscopio porque es necesario contar con ese equipo en la comunidad, las muestras se toman en el Tukuko y se llevan a la sede de Malaria en Machiques”, indicó Maikishi.
El hombre yukpa agregó que la salud en la Sierra de Perijá está en “terapia intensiva”: el centro médico no tiene nada y las 2 ambulancias están paradas.
“Hace unas semanas la Ministra de Pueblos indígenas se comprometió a dotar el ambulatorio de medicinas, y aún estamos esperando”, comentó.
“Más de 5 mil habitantes divididas en las 20 comunidades que conforman el centro piloto del Tukuko, estamos esperando la visita del Gobernador Omar Prieto quién se comprometió a visitar las comunidades yukpa y barí y así conocer la realidad que estamos atravesando los indígenas de la Sierra de Perijá”, agregó.
Sobre esto último, fray Nelson Sandoval, párroco del Tukuko, denunció que la malaria sigue atacando porque no se ha fumigado.
“Este plan de fumigación debe ser siempre; este programa contra la malaria se debe implantar definitivamente en la comunidad por muchísimos años más, porque retrocedimos hasta los años 50 cuando el paludismo era dueño de estas tierras. Se debe hacer un rociado intradomiciliario porque el humo mata el zancudo adulto, pero hay que atacar los que nacen después y eso se hace con fumigación permanente”, señaló.
Desnutrición gana terreno
Niños, niñas, ancianos y mujeres embarazadas con sonrisas apagadas es lo que predominan en estas tierras olvidadas debido al hambre, en una zona donde las familias están integradas de seis a diez personas, y el promedio de niños por cada grupo familiar es de cuatro a seis.
Los niños y las familias de las zonas indígenas comen mayormente carbohidratos cultivados por sus parientes como, por ejemplo: auyama, yuca, plátano, malanga, ñame, ocumo y topochos. Muy rara vez se incorpora a su dieta diaria el valor proteico aportado por pollos, carnes y pescados. Ante la falta de una nutrición balanceada el índice de desnutrición gana terreno.
Los grupos familiares también se ven afectados por la dificultad de conseguir productos de primera necesidad: para comprar deben bajar hasta Machiques y adquirirlos en mesitas de comerciantes, porque las jornadas de venta de alimentos donde ellos viven son muy pocas.
Maikishi destacó que tienen más de 2 meses sin recibir jornadas de alimentos y que “nuestros productos agrícolas no son suficientes para alimentarnos”.
“Nosotros también necesitamos comer pollos, huevos, harina de maíz precocidad”, sentenció.
Ante esta cruda realidad, Sandoval informó sobre el trabajo que realiza Cáritas, la organización de la iglesia que viene atendiendo a niños desnutridos menores de 5 años, a través del programa conocido como Vivero, que busca fortalecer a los pequeños en materia de nutrición: a los niños indígenas se les proporciona suplementos nutricionales y atención médica durante 8 semanas.
El fray agregó que para conseguir dicho fin se realiza acompañamiento a la familia, de parte de voluntarios de la parroquia, mediciones de niños de 0-5 años, se recolectan datos antropométricos, se realizan entrevistas a madres para conocer condiciones de alimentación de la familia, acceso a agua, saneamiento ambiental y otros aspectos que puedan incidir en condiciones de salud.
Recientemente Cáritas dio a conocer que durante una jornada pesaron, midieron y tomaron medidas a 41 niños menores de 5 años y a 11 madres embarazadas: de los 41 niños atendidos, 23 resultaron con cuadros de desnutrición de moderados a severos, revelando que más del 50% tiene algún cuadro de desnutrición en el Tukuko.
A pesar de las carencias en salud y alimentación los indígenas yukpas siguen luchando por sus creencias, por su idioma, por sus bailes, y sobre todo por su vida.
DC – Fe y Alegría Noticias