Existen venezolanos que están superando la crisis fuera de la nación. Denmis Alberto Portillo Rivas, de 34 años, y su esposa, Lisbely González, son dos de los tantos de miles de venezolanos que emigraron a países vecinos, donde subsisten con la venta de comida en las calles.
En esta ocasión este par de zulianos, procedentes de Santa Bárbara de Zulia, municipio Colón, en el occidente de Venezuela, comenzaron a hacer de los moñongos zulianos un plato que día a día cautiva el paladar de los ecuatorianos.
Se establecieron, específicamente, en Ventanas, provincia de Los Ríos. El primero en acudir al país suramericano fue Denmis, donde fue acogido por su hermano Alexander. Entre los dos se dieron a la tarea de forjar nuevos emprendimientos para la subsistencia.
Este año, Portillo decidió llevarse consigo a su esposa y a sus hijas. En compañía de un tío, cada tarde, elaboran los moñongos, que son tequeños más alargados y rellenos con carne mechada, queso de mano, jamón y tajadas fritas de plátanos maduros, que en Zulia se conocen comofritas. A este plato de la gastronomía de Maracaibo se le conoce como tequeyoyo, con la diferencia de que este último no lleva carne.
Denmis dijo que al terminar la preparación salen a las calles y, bajo el inclemente sol de Ventanas, venden lo que una vez aprendieron a hacer en la casa de su madre, Rosa. Lo ayuda Osney, un tío materno que también emigró debido a la crisis económica y social de Venezuela.
Denmis Alberto contó a El Pitazo que sus primeros empleos fueron informales. Trabajó atendiendo un puesto de comida por cuatro meses, luego laboró en un supermercado y también llegó a vender helados frente a las escuelas públicas. Con esfuerzo reunió dinero para que su esposa y sus dos hijas cruzaran las fronteras de Colombia y Ecuador con destino a su reencuentro.
“Fueron ocho meses sin ver a mis hijas y estar sin mi esposa. Esta situación te va marcando, pero a la vez te va dando impulso para salir adelante. Cuando ellas llegaron solo tenía un ventilador y dos colchonetas. Poco a poco seguimos trabajando para comprar otras cosas para la habitación donde vivimos alquilados”, dijo a El Pitazo desde el exterior.
Aseveró que su esposa y su tío se dedicaron a vender gelatinas a las puertas de otros colegios. “Él es enfermero, pero por su edad no le daban trabajo; y mi esposa vendía gelatinas para ayudarme a pagar los servicios y los gastos de la casa”. Fue con un capital de cinco dólares norteamericanos con el que emprendieron la venta de los primeros moñongos.
La tarea no ha sido fácil, reconoció, debido a que los ecuatorianos son radicales y tradicionales en lo que respecta a su gastronomía. Sin embargo, con el transcurrir de las ventas comenzó a ganarse el respeto de los lugareños y cada día era mayor la demanda de los apetecibles tequeños.
“Un caraqueño me dijo que había escuchado de los moñongos, pero no tuvo la oportunidad de comerlos allá (en Caracas) y dijo que los probó acá en Ecuador. Quedó impresionado; de hecho, se volvió un cliente habitual”, comentó el emprendedor.
Además, cada tarde se dedican a la venta de patacones, un relleno de verduras, como repollo y tomates, carne mechada, queso, salsa y diversos contornos, cubierto por dos capas de plátano verde aplastado y frito, cuya textura crocante es también particular del estado Zulia.
Según Portillo, la idea es posicionar la sazón zuliana y ofrecer platos al mayor y detal, tanto para fiestas como para el deleite de los comensales de la ciudad de Ventanas. Su meta será abrir un local para la venta, aunque para ello requieren diversos permisos en esa nación, que ya están gestionando para cristalizar su empresa.
“Seguimos apostando por el talento y los aprendizajes en nuestro país, pero fuera de él. Esas enseñanzas las podemos hacer realidad en estos países donde no existe una crisis como la del nuestro. Siempre con la ayuda de Dios y la certeza de que aún podemos desde acá seguir apoyando a parte de nuestra familia que aún sigue en Santa Bárbara del Zulia”, concluyó.
DC – El Pitazo