Cuando se iniciaron estos traspiés políticos, siempre tuve el temor de convertirnos en el hazmerreír internacional. Me asaltaba un deseo insaciable por borrar todos esos discursos hilarantes y encendidos del mandatario de la verruga. Él desencadenaba tanto odio, con su juego de palabras dislocadas, abotagado de sorpresas y anuncios para el desorden, que logró llamar la atención de todo el mundo y cumplir su cometido de crispar a quienes trataban de hacer las cosas correctas.
Debo reconocer que tuvo la habilidad de edificar torres de amargura, derrumbando el statu quo y todo el ambiente funcional de una Venezuela sin reales privaciones. Fue desgranando las instituciones, para volverlas a su merced. Hizo de su parlamento de rencor su principal de arma de batalla.
Fue un bromista, un santurrón, un bufón de la corte demoníaca de los que aniquilan la tranquilidad de los inocentes. Así llevó su cometido de construir el país del caos. De evitar la inversión y el desarrollo. De donar dinero en el exterior y tener en la miseria a su pueblo, siempre basado en su insolente paradigma del engaño. Un modelo de inventarse enemigos, que después fueron reales, pues se llevaba todo lo bueno a su paso y cumplía su tarea de someter a una nación entera para perpetuarse en el poder.
Pero el reloj del destino acalló sus propósitos. Cualquier peripecia por el dominio total, se detuvo de tajo. Por más que trató de disminuir los ecos de la muerte, todos sabían que le quedaba poco tiempo. Como si en democracia existiesen las herencias del poder, dejó al mando a un personaje cuya única cualidad era la ignorancia y el ser el mejor títere para los huestes cubanas.
Por eso no sorprende que Maduro, pese a tener a nuestra nación sumida en un 87 por ciento de pobreza, done 10 millones de dólares a Indonesia. Antes hubiese sido una incongruencia. Pero el hemisferio ya se convenció de estas intenciones insanas. Debieron las naciones someterse a la diáspora venezolana; a este éxodo impuesto que se desborda por los linderos trastornados de sollozos, para preocuparse por lo que sucede en Venezuela.
Ciertamente dejaron de escucharse las carcajadas del planeta. Ya molesta en las narices de los países, que en nuestro territorio quienes gobiernan, hagan lo que les plazca.
Simplemente el dolor, el hambre, la miseria y la desesperación se observa en las amplias carreteras de Sudamérica. Los caminantes venezolanos parecen medir sus pasos, con el mapa de la supervivencia. Racimos de hombres y mujeres consternados, a punto de desplomarse, como si el destino fuese un desierto, caminan con los bolsillos vacíos y el corazón estrujado.
No causa risa. Se pasó esa página deteriorada de la historia. Esta hoja es la consecuencia, borroneada de confusión. El cosquilleo del hemisferio; las risotadas de la prensa mundial, se transmutó en lástima, pesar y ejemplo político de lo que los pueblos latinoamericanos no quieren para sus patrias.
Esa es la gran variante. La tristeza nacional no quedó encerrada entre las cuatro paredes fronterizas. Salió a recorrer errabunda los senderos del continente y a llenarse de polvo las sandalias de sus penurias.
No es casual que el Gobierno venezolano aumentase a cuatro salarios mínimos el triste pasaporte. Cercarán el éxodo, como lo hizo en su momento Cuba. Tal vez demasiado tarde. Hasta las escuelas se hallan vacías, pues niños y maestros se largan, huyen; se escapan por la puerta trasera de la nación.
Los países se encuentran confundidos. Colombia, Ecuador y Perú hacen maromas con sus medidas estrictas para disminuir el flujo de emigrantes venezolanos. Pero les allana la compasión y echan al traste algunas prohibiciones ya tomadas.
La mirada de los ojos de la legitimidad ya no recae sobre Maduro. Se habla, por un lado, de una intervención internacional humanitaria. Por otro de una acción militar incontenible. Las tentativas están sobre lo mesa distorsionada de los argumentos. Pero todo parece avizorar que vendrán decisiones concretas en el futuro. Ojalá y esta lástima mundial se transforme en una risa compartida con todos los venezolanos.
DC / MgS. José Luis Zambrano Padauy / Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani” / zambranopadauy@hotmail.com / @Joseluis5571