Miles de feligreses salvadoreños y de otros países celebraron en forma emotiva la madrugada del domingo en San Salvador la canonización de monseñor Óscar Arnulfo Romero, proclamada por el papa Francisco en Roma.
Frente a la catedral de San Salvador, peregrinos que observaban por medio de pantallas gigantes la ceremonia en el Vaticano, estallaron en un prolongado aplauso, abrazos y llantos de alegría cuando el pontífice declaró santo a Romero, el párroco recordado como la “voz de los sin voz”, asesinado por una bala en 1980.
Las campanas del templo sonaron en forma intensa, centenares de globos blancos fueron liberados, mientras luces de colores y otros pirotécnicos surcaron el cielo.
Escenas similares de júbilo se produjeron en Ciudad Barrios, la cuna natal de Romero, en el noreste, y en iglesias de todo el país.
“Nuestra nación está de júbilo”, dijo el presidente Salvador Sánchez Cerén desde Roma, en un mensaje en cadena nacional de radio y televisión.
En San Salvador, el desfile de peregrinos, que también llevaban retratos o camisetas con la estampa de Romero, comenzó desde el sábado frente a la tumba del religioso en la cripta de la céntrica catedral de San Salvador, y en el hospital La Divina Providencia, en el sector norte de la ciudad.
“Venció a sus asesinos”
“Al fin se hizo justicia divina, tenemos un santo que será esperanza para quienes queremos un país más justo, solidario”, exclamó Julieta Villegas, de 51 años.
“Sufrimos su muerte pero tenemos la dicha de verlo ya como un santo que vamos a compartir con todo el mundo”, estimó por su parte Ramón Guandique, de 64 años. “Monseñor fue un hombre recto, odiado por unos pocos, pero amado por todo un pueblo”.
Provenientes del departamento guatemalteco de Petén, una comunidad de indígenas católicos que vestían coloridos trajes se presentó también en la capilla La Divina Providencia, para arrodillarse frente al altar donde el 24 de marzo de 1980 cayó sin vida el venerado pastor.
“Es un momento muy impactante para la Iglesia, hoy recibimos la canonización con alegría porque corona la defensa de los pobres”, declaró a la AFP la guatemalteca América Caal, de 50 años, de la congregación de Las Hermanas de Asunción.
En su mensaje, Sánchez Cerén celebró la canonización del párroco como “un acto de justicia y un reconocimiento a la fe inquebrantable de” los salvadoreños.
Romero “es un símbolo de la unidad” para El Salvador y “su testimonio y obra viven en el pueblo y guían a las nuevas generaciones”, añadió.
La tarde del sábado, unos 5.000 salvadoreños se reunieron en la plaza Salvador del Mundo de la capital para participar en una “Procesión de la Luz”.
Detrás de una imagen de Romero muchos jóvenes, portando farolitos, carteles y fotos del asesinado arzobispo, gritaban “San Romero vive”, mientras en el cielo estallaban petardos.
“Es una alegría inmensa tener un santo. Es un día sin igual para tener presente a un hombre que murió por su pueblo, ¡Es emocionante!”, dijo a la AFP la joven salvadoreña Miriam García.
Muchos feligreses creen que, al ser elevado a los altares de la Iglesia católica, el monseñor Romero venció a sus asesinos y a quienes lo desacreditaron calificándolo de “marxista”, “agitador” y “loco” por denunciar la injusticia y la represión militar de la época.
“Hoy asistimos al triunfo de monseñor Romero. Desde antes de ser asesinado venció a sus asesinos al perdonarlos, porque él sabía que lo iban a matar”, declaró a la AFP Julia Laínez, una maestra universitaria.
“Cuando una persona tiene el valor de hablar por otros que nadie habla por ellos, desde ese momento vence a cualquiera, vence al mal, eso hizo San Romero con decisión y valentía”, subrayó Laínez.
Para Ronald Rivas, de 21 años, el papa Francisco puso a Romero como símbolo de una “escuela de santos en medio del mundo”.
– Justicia es la deuda –
A pesar de la celebración, algunos salvadoreños lamentaban que a 38 años del crimen nunca se haya llevado a la justicia a los asesinos.
“El primer paso de la justicia es hacer verdad. Para mí, la responsabilidad de hacer verdad sobre un crimen es del Estado y esa es una responsabilidad que no se ha cumplido hasta ahora”, declaró el sacerdote jesuita José María Tojeira.
El asesinato de Romero polarizó aún más a los salvadoreños que luchaban por mejores condiciones de vida e hizo estallar la guerra civil, que en 12 años (1980-1992) cobró la vida de al menos 75.000 personas.
En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU señaló como autor intelectual del crimen al mayor del ejército Roberto D’Aubuisson, ya fallecido, fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha).
DC / AFP