“Sentir que es un soplo la vida, que 20 años no es nada”. Hablar de 20 años es recordar “Volver”, el tango de Gardel; sin esfuerzo vienen a la memoria sus versos. En muchas circunstancias estas sentencias están ajustadas a la realidad, la vida puede ser un soplo y 20 años, nada. Si pensamos en la tragedia venezolana, en los 20 años del régimen progresivamente comunista y decadente, 20 años es algo funesto, es el tiempo para destruir un país, para acabar la experiencia democrática de 40 años que reclamaba ajustes para avanzar, no retroceso para acabar lo alcanzado. En el ya muy cercano mes de enero se cumplen 20 años del inicio de la marcha atrás. Ni un día más, 20 años es demasiado. En enero debemos ponerle punto final al calvario, al revés histórico que nos hizo retroceder como pueblo.
El 10 de enero de 2019 debería iniciarse un nuevo sexenio, de conformidad con la Constitución, un nuevo período constitucional presidencial que la Carta Magna vigente determinó sería de seis años. Pero resulta que la fraudulenta e inconstitucional reelección de Maduro, hecha con nueve meses de antelación, violando lapsos y normas, es clara y descaradamente espuria, por lo que numerosos países del mundo, comenzando por los del Grupo de Lima, consideran nula la reelección de Maduro, por lo que solo lo reconocen como presidente hasta el 10 de enero.
Maduro usurpa hoy la presidencia de la República, ya que fue formalmente destituido por la Asamblea Nacional y por el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, pero él ha permanecido indebidamente en el cargo, timándolo, incautándolo. No obstante, todo tiene su final, y el de Maduro está escrito: el 10 de enero va pa’afuera.
“Tengo miedo del encuentro con el pasado, que vuelve a enfrentarse con mi vida”. Continúan los versos de “Volver”. Del pasado no todo es bueno, es verdad, pero también es cierto que no todo es malo. Los 40 años de democracia, el periodo más largo de libertades que hemos tenido en algo más de dos siglos de vida republicana, signada ella por la bota militar y las dictaduras, nos hicieron avanzar como pueblo, supimos de desarrollo, de educación y de derechos humanos; también topamos con dificultades e inequidades, no obstante el remedio fue peor que la enfermedad, el régimen de palabras y más palabras, de castillos en el aire, se cayó, fue todo promesas y fantasías, pronto el comunismo presentó a plenitud su rostro de hambre, enfermedad y muerte, de corrupción desatada y puerta abierta al crimen organizado, al narcotráfico, la guerrilla colombiana y al terrorismo internacional; fuimos invadidos silenciosamente por Cuba, Irán, Rusia y Bielorrusia, al punto de que el usurpador Maduro es un arlequín que sirve a intereses foráneos y del crimen organizado. “Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.
Canta Gardel: “Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar y aunque el olvido, que todo destruye haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón”. Guardo escondida la esperanza de volver, de que volvamos a ser el pueblo alegre, optimista y sembrador de libertades que antes fuimos. Volver a ser independientes, echar de nuestro territorio el crimen organizado y liberarnos de potencias extranjeras que pretenden imponernos un modo de ser que no es nuestro.
Pasar la página, dejar este capítulo en 20 años, ni un día más, es tarea de todos, requiere de los venezolanos que están en el país, y también de los millones que luchan desde la diáspora. Requiere de civiles y militares, también de la comunidad internacional, porque hoy somos un peligro para la región y el mundo, y requerimos de ayuda para sacar a los invasores. “Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien”. Viva Venezuela. “Volver”.
Paciano Padrón – pacianopadron@gmail.com – @padronpaciano