Editorialmente aliados, Abediciones, el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro y la Fundación Konrad Adenauer, entregaron a finales del presente año dos importantes títulos: “Arístides Calvani, parlamentario” y “Curso de derecho parlamentario”, en primera y segunda edición, respectivamente. La selección de discursos, en un caso, y el estudio, en ambos, tienen por autor a Ramón Guillermo Aveledo, por cierto, con quien solemos discrepar en el ámbito político de estos tiempos.
Lecturas obviamente complementarias, la de Calvani nos remite al parlamento ilustrado, como bien puede calificarse el de los siglos anteriores, con todas sus imperfecciones. Distintas materias inquietaron al representante popular que, responsable, laborioso y estudioso, ofrece hoy pistas para la buena y útil ocupación de una curul.
Adecuada a las exigencias de la cátedra dictada, la del derecho parlamentario nos permite llegar al ámbito legislativo regional y al edilicio, tratándose al fin y al cabo de sendos cuerpo deliberantes. Bastará recorrer sus páginas para imponernos de una realidad, propia de la presente centuria: el parlamento y el parlamentario anómicos.
De una larga experiencia parlamentaria que, probablemente, comenzó al ejercer la secretaría de la fracción parlamentaria de COPEI, cuando estaba ubicada en el edificio La Perla, cercano al Capitolio Federal, hoy prácticamente en ruinas (nos referimos al inmueble), Aveledo tiene mucho que decir en torno a lo que protagonizó y atestiguó como diputado de la República, llegando a presidir la cámara en dos ocasiones. Son demasiadas las noticias y las vivencias que merecen un cupo generoso en las memorias que, seguramente, está escribiendo consciente de empuñar una buena pluma.
De sobrio diseño de portada, contribuyendo a la literatura parlamentaria ahora de una escasez sorprendente, los libros en cuestión suscitan una importante reflexión que el telégrafo digital no logra. Cierto, sólo en libertad podemos ser elocuentes.
Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ