Uno tras uno caen los peces gordos, caen cada vez más cerca del pez mayor, que se estremece de pánico porque sabe que la red de la justicia viene por él.
Ese pez mayor sabe que el dinero es poder, es lo que le ha permitido, por más de veinte años, mantener el statu quo, es el aceite necesario para que el engranaje del aparato populista le funcione. Sin ese dinero, se acaba el negoción de las cajas CLAP, de la importación de gasolina, las pensiones, becas y misiones, que tanto le reportan populismo, pueden llegar a su fin, y el fin de las dádivas representa su propio fin.
Está claro que sin dinero son escasas las maniobras y las jugadas que puede hacer desde el régimen para perpetuarse. Las medidas y sanciones impuestas por Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea buscan precisamente minimizar esa capacidad de maniobra.
Y entre esas acciones esta ir tras los peces gordos, develar el esquema de corrupción sobre el cual se soporta y mantiene la dictadura de Venezuela.
El destino de tres altos ejecutivos oficialistas, Raúl Gorrín, Alejandro Andrade y el banquero Gabriel Arturo Jiménez Aray, está en manos de la Corte del Distrito Sur de Florida, Estados Unidos, que autorizó el pasado 19 de noviembre la venta de 70 bienes, entre inmuebles, vehículos, caballos y relojes, pertenecientes a Alejandro Andrade.
Según las investigaciones, Andrade quien había sido el jefe de la Tesorería Nacional del 2007 al 2011 durante el gobierno del fallecido Hugo Chávez, desde diciembre de 2017 se había declarado culpable de una acusación de asociación ilícita para lavar más de 1.000 millones de dólares de sobornos, en operaciones que involucran a Jiménez Aray.
Gorrín, propietario de Globovisión y de Seguros La Vitalicia, fue acusado en agosto del 2017 en la Corte del Distrito Sur de Florida por violar las leyes anticorrupción de Estados Unidos, conspiración y blanqueo de capitales, en el mismo esquema de Andrade y Jiménez Aray.
Tan solo este trío de corruptos defraudó a la Nación por al menos 1.200 millones de dólares, y lo que no sorprende es el silencio cómplice de Nicolás Maduro y de otros altos funcionarios del régimen, tal vez, también involucrados en tamaña red de corrupción.
El hecho de que Andrade aceptara la confiscación de todos sus activos involucrados en el esquema de corrupción como bienes raíces, 15 vehículos, incluidos tres carros de golf, 17 caballos, 35 costosos relojes, y nueve cuentas bancarias en Estados Unidos y Suiza, más la incautación a los bienes mil millonarios de Raúl Gorrín, tiene temblando a más de un involucrado del régimen.
La semana que viene será determinante, esta novela no termina aún, mientras Gorrín fue declarado prófugo de la justicia estadounidense, para el 27 de noviembre está fijada la sentencia de Andrade, y para el 29 se conocerá la sentencia de Jiménez Aray.
Lo triste de estos casos es ver esos miles de millones de dólares dilapidados por una cúpula corrupta, sin contemplación ni consideración alguna, mientras la inmensa mayoría de los venezolanos se hunde cada día más en la pobreza y en la miseria.
Y la indignación se crece al ver que lo robado por esta banda de corruptos del régimen de Maduro, equivale al total del fondos asignados por el Banco Interamericano de Desarrollo para atender la crisis generada por los millones migrantes y refugiados venezolanos en el continente, la movilización migratoria más grande de la historia de América Latina.
De solo pensar en todos los venezolanos que no se han podido atender dignamente, o calcular cuántas vidas se han podido salvar con estos recursos vergonzosamente dilapidados, de ver el dolor en los rostros de ese río humano que ha cruzado desesperado las fronteras, sin duda, lo que nos invade es un gran dolor y frustración.
Tarde o temprano, la red anticorrupción le llegará al pez mayor, quien tendrá que rendir cuentas al país y dar la cara por los niveles de desnutrición que han llevado a la tumba a cientos de niños venezolanos y ha condenado su futuro a otros, por la carencia de medicamentos e insumos médicos en el sistema de salud pública, por el deterioro de la infraestructura de servicios públicos, y por la crisis que se ha agudizado en el país, mientras éste, por acción u omisión, permitió que se dilapidaran los recursos de una nación que se empeñó en levar a la pobreza.
Seguro estamos que luego de Andrade, Jiménez y Gorrín, continuarán cayendo más peces, hasta llegar al pez mayor. El tiempo se le agota, pero el dinero también.
Lester Toledo – @LesterToledo