Thomas Hobbes fue un gran filósofo inglés que vivió en los alrededores del siglo XV y pasó a la historia con una obra a la que puso el nombre de Leviatán rememorando a un monstruo horrible y casi invencible que se menciona en la Biblia.
Hobbes mantenía que los seres humanos se dieron cuenta que no era fácil vivir en comunidad pues cada quien hacía lo que en gana le venía y aunque el más fuerte podía dominar temporalmente a los otros a punta de golpes, se volvía indefenso al dormir y los débiles lo despachaban.
De manera que era claro que había que buscar una solución. Surge entonces la idea de crear un árbitro, alguien que le pusiera orden al desorden y en el que todos pudiesen creer y hasta temer. Todas las formas de gobierno tienen su origen oculto en esta razón. Los humanos ceden parte de sus derechos y su autonomía a este árbitro para poder vivir tranquilos.
Para que el árbitro fuese respetado se le autorizaba también a castigar a los que rompían las reglas de convivencia y para ello debía ser poderoso y, sobre todo, meter suficiente miedo para que nadie se atreviera a romperlas. La figura del monstruo Leviatán fue así un buen ideograma.
Aunque dudamos que los actuales personeros del régimen venezolano conozcan del Leviatán, en la práctica lo parecen imitar y para ello han recurrido a mantener contentos a los militares como una forma de que el monstruo funcione y mantengan al resto de la población atemorizada.
Nuestros atontados militares aún no se han dado cuenta de la manipulación a que los someten y continuamente están acumulando el resentimiento de los ciudadanos que ya poco confían en ellos y la misma institución se está desmoronando irreversiblemente.
Pero nuestro Leviatán burrero es malo por donde lo miren. Para empezar, no es producto de un acuerdo de los ciudadanos. Si hubiera elecciones decentes habríamos cambiado al adefesio actual por un gobierno al menos civilizado y democrático. No hay encuesta que no revele un descontento cercano al 90%.
La otra característica de un buen Leviatán es que no se mete con la iniciativa y creatividad de los ciudadanos. La libertad de empresa es un símbolo de un pacto adecuado. El Leviatán burrero se toma las atribuciones de querer controlar todo y expropia cuanta empresa le da la gana y al poco tiempo ya funciona mal o no funciona. Nuestro aprendiz de Leviatán es un “metelapata” profesional y en materia empresarial es un desastre público y notorio.
Los buenos Leviatán ayudan a resolver conflictos entre los ciudadanos, pero este burrero rojo es especialista en crearlos. Lo primero que hizo fue irrespetar la máxima norma que es la Constitución. Allí por ejemplo dice que los militares están al servicio de la Nación y no de parcialidad política alguna y hoy los tenemos vestidos de carnaval y diciendo estupideces como “Chávez vive” y otras consignas del partido político del régimen.
De tal manera que este Leviatán chimbo ni es producto del acuerdo entre los ciudadanos, ni tiene buenos resultados sobre la calidad de vida de las personas, ni respeta las leyes aprobadas. Esto solo es una caricatura destinada a desaparecer por inviable.
No hay ninguna duda que los ciudadanos que se oponen a estos monstruos rojos están en lo correcto y pronto tendrán el resultado que persiguen. Nuestro monstruo burrero ya da señas de hondas fracturas internas, del cansancio que producen los fracasos repetidos y del frío en la espalda del que se sabe haciendo lo ilegal.
Venezuela no se rinde y pronto sacará al Leviatán indeseable.
Eugenio Montoro – montoroe@yahoo.es