La escasez de mano de obra obliga a Japón a aceptar más extranjeros

Jaman es indonesio, pero vive y trabaja en Japón, en una empresa que prepara piezas de cobre para refrigeradores o climatizadores de grandes marcas japonesas, formando parte de esos trabajadores extranjeros que se volvieron indispensables para el país.

Japón, con 126,4 millones de habitantes y una población envejecida y en declive, sufre una grave carestía de mano de obra.

El gobierno de Shinzo Abe se ha visto obligado a preparar un marco legal para abrir las puertas a los trabajadores migrantes.

Jaman, de 22 años, es una especie de precursor, al igual que los otros 17 indonesios empleados en la planta Nakamoto Manufacturing, que fabrica piezas para los electrodomésticos de Hitachi y Panasonic.

«No podemos prescindir de ellos», reconoce Takemichi Tsukada, dirigente de la empresa, con sede en Oizumi, al noroeste de Tokio.

En la fábrica, 10% de los empleados son indonesios y 20%, brasileños de origen japonés. Es un caso típico de pequeña o mediana empresa que encuentra dificultades para contratar y recurre a todos los dispositivos existentes para cubrir las vacantes.

Jaman tiene autorización para trabajar exclusivamente en esta empresa, en el marco de un programa de «formación técnica» de una duración determinada, y después deberá regresar a su país y aprovechar lo aprendido en Japón.

Su objetivo es dominar el japonés para ampliar sus perspectivas. «Quiero trabajar en una empresa japonesa en mi ciudad natal, Karawang», explica a la AFP.

Nueva visa

A pesar de las fuertes reticencias de la opinión pública, Japón tuvo que rendirse ante la evidencia en las últimas décadas: le faltan manos debido al declive de la población activa y al hecho de que los japoneses, en general bien formados, no quieren ocupar puestos que consideran ingratos, en la industria o la construcción.

Japón es muy selectivo, pero eso no quiere decir que no acoja a ningún extranjero. En 2016 estaba clasificado en 4ª posición por número de entradas de nuevos residentes de más de un año de un grupo de 35 países analizados por la OCDE. Pero como el número de salidas del territorio es importante, la proporción de extranjeros en la población japonesa es inferior a 2%.

El país entreabrió la puerta en un primer momento a brasileños y sudamericanos de origen japonés, una ola de inmigración que comenzó en 1990 y resultó ser insuficiente.

El programa de formación con el que Jaman llegó a Japón comenzó en 1993. Oficialmente busca ofrecer una formación profesional, pero se lo acusa de cubrir la explotación de trabajadores migrantes sin que realmente se les aporten competencias.

En Japón existen actualmente 164 empleos vacantes para 100 solicitantes, en ámbitos como agricultura, cuidados de enfermería, construcción y comercio.

Un proyecto de ley prevé la creación de un nuevo estatuto de visado. Con él, habrá dos subcategorías y las personas que reúnan las condiciones más altas en materia de competencia profesional y conocimiento de japonés podrán reagrupar a su familia y obtener un visado permanente en lugar de un permiso de residencia de solo cinco años.

Orden social

El primer ministro Abe insiste en que el programa no supone un cambio de política a favor de una inmigración masiva y asegura que la gran parte de los trabajadores no se quedarán a largo plazo.

La oposición y miembros muy a la derecha de su propia formación le exigen más claridad sobre el programa y la resolución previa de los problemas planteados por los dispositivos anteriores.

Los segundos temen que la llegada de numerosos extranjeros rompa el orden social. «Hay que temer un aumento de la tasa de criminalidad y que se roben empleos» a trabajadores japoneses, denunció Tomomi Inada, un nacionalista miembro del Partido Liberal Demócrata presidido por Abe.

Incluso en Oizumi, donde es habitual cruzarse con inmigrantes, hay preocupación.

Shoko Takano, quien dirige una escuela portuguesa para hijos de brasileños, lamenta la falta de preparación para la integración de los recién llegados, a los que, en su opinión, hay que enseñar las reglas de la sociedad japonesa.

«Espero que el gobierno asuma sus responsabilidades y les ofrezca la educación japonesa necesaria», reclama.

Otros temen que los extranjeros solo sean recibidos como la mano de obra salvadora.

«El nuevo programa sigue viendo a los extranjeros solo como trabajadores, no como residentes», lamenta Kiyoto Tanno, especialista en inmigración de la Universidad Metropolitana de Tokio.

AFP

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